Tracy Chevalier y las bordadoras
La escritora anglo-estadounidense de "La joven de la perla" regresa al mercado literario con "Las mujeres de Winchester" (Duomo Nefelibata): una novela coral sobre los problemas de las llamadas bordadoras de Winchester (Inglaterra), ambientada en el conflictivo período de entreguerras.
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Tracy Chevalier se encuentra estos días confinada en su casa de Londres.
La presencia invisible y amenazante del llamado coronavirus ha obligado a la autora de La joven de la perla y El azul de la Virgen a extremar las medidas de protección. Sin embargo, el encierro voluntario no le está ayudando a pensar en la Venecia del siglo XV (supuestamente, y según sus palabras, el sitio en el que transcurre su próxima historia), sino que su mente corre rápidamente a los padecimientos de la urbe de los canales en 2020, con el contagio y fallecimiento de cientos de habitantes en la nación de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel. “El coronavirus está extendiéndose porque todos estamos conectados. Y la conectividad es también lo que nos hace sobrevivir en momentos difíciles“, afirma con preocupación la narradora, desde el ordenador de su habitáculo. Unas palabras que terminan con un imaginario y virtual abrazo, dirigido a toda la humanidad.
La cuarentena le ha llegado a la literata nacida en Washington después de presentar su última obra: una novela con esquema de mosaico femenino, que lleva por título Las mujeres de Winchester (Duomo Ediciones).
Nuevamente, y como en la mayoría de sus textos anteriores, el arte goza de un protagonismo certero en A Single Thread (Un hilo soltero o solo es la traducción literal del título original); aunque en esta ocasión sea a través de las tramas anónimas experimentadas por un grupo de personajes aquejados por la melancolía y los recuerdos, que se resisten a tirar la toalla en el devenir de sus respectivas e independientes existencias.
La fórmula de insertar una protagonista tomada de la realidad y del pueblo llano, sin la ostentación de los reconocimientos enciclopédicos, sirve a Chevalier para retratar la apasionante labor de las llamadas “bordadoras de Winchester“: una asociación de artistas sin firma millonaria ni aspiraciones museísticas, que se dedicó a defender su supervivencia, más allá de las imposiciones matrimoniales y de los planes compartidos con un marido.
TRACY CHEVALIER VIAJA AL PERÍODO DE ENTREGUERRAS
1932 es el año en que arranca el argumento de Las mujeres de Winchester.
Pese a que la Primera Guerra Mundial había finalizado oficialmente en 1918, las consecuencias de los combates (acompañados por las dolorosas pérdidas de vidas) aún están muy presentes en el estado de ánimo de los británicos. Una de estas personas en shock afectivo es Violet Speedwell: una joven que se ha quedado soltera, tras el fallecimiento de su prometido.
Con una madre demasiado asfixiante y la sombra latente de su hermano en el hogar (quien también resultó muerto en la contienda mundial), la protagonista decide escapar, para recalar en la ciudad de Winchester, en el sur de Inglaterra. Allí, Violet encuentra trabajo como mecanógrafa, mientras se une al singular grupo de bordadoras de la catedral.
Los problemas de semejante galería de seres humanos, ensombrecidos por la tenebrosidad de la tristeza colectiva, conforman la evolución dramática de una novela plagada de descripciones brillantes e imaginativas; en la que Chevalier expone su prosa aterciopelada y emotiva.
Entre los “hilos” que tejen el tapiz de Las mujeres de Winchester hay asuntos de amor inconfesables para la época (la relación lésbica de Doris y Gilda), o turbulentos sentimientos de naturaleza casi adúltera. Un sinfín de matices, que diseñan el cuadro escénico de un tiempo abocado al abismo por el ascenso del Tercer Reich, y condenado a la proclamación de una nueva guerra planetaria.
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