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Benedict Cumberbatch imagina al curioso Stephen Strange como un tipo con contradicciones shakespereanas en la adaptación de Doctor Extraño, que preparan en Nepal y Estados Unidos Marvel Studios y Walt Disney Productions.
El Hechicero Supremo nació en 1963, como una especie de controlador de agresiones místicas respecto al universo de Marvel.
Ideado por el editor Stan Lee y por el dibujante Steve Ditko, este neurocirujano con problemas para operar surgió como un personaje secundario o comodín, pero el colega del Dr. House pronto reclamó el obvio protagonismo que merecía.
Dentro del cosmos de los superhéroes glamurosos, Stephen David Strange goza de la humanidad que implica asumir sus propios errores, mientras genera con determinación y amargura solitaria el cambio para convertirse en alguien diferente.
Estos mimbres de vulnerabilidad vistieron al facultativo desde el número 110 de la revista Strange Tales, y lo siguieron arropando hasta que su fama comenzó a disminuir entre los lectores. Sin embargo, la presencia del galeno siguió en el candelero de las viñetas, asociada a partir de entonces con las aventuras de Thor, Spiderman, Hulk y Los 4 fantásticos.
Después de diferentes intentos para adaptar el cómic a la pantalla grande (propósito que fue presentado por primera vez hace treinta y cinco años), el médico Stephen Stranger ha conseguido al fin los avales necesarios para dar el pistoletazo de salida a su andadura cinematográfica. Un proyecto que asume el director Scott Derrickson (Sinister), a través del guion escrito por Thomas Dean Donnelly, Jon Spaihts y Joshua Oppenheimer.
BENEDICT CUMBERBATCH AFILA EL BISTURÍ
Según los datos apuntados, la historia de la película arranca con el papel de Doctor Strange en el momento en que este es un profesional de éxito. El experto neurocirujano gana una fortuna con sus operaciones, aunque en el aspecto individual es un tipo bastante egocéntrico y carente de moral.
Sin lazos familiares a los que acogerse voluntariamente, el protagonista no asiste si quiera al funeral de su padre; algo que le reprocha su hermano fieramente. Una acusación que le llega a Stephen cuando este afronta un problema que le impide seguir asistiendo a los quirófanos, lo que le obliga a retirarse de su triunfalista ocupación.
Nada más discutir con su brother por el asunto del entierro del progenitor de ambos, el pariente del facultativo muere a atropellado. Hecho que anima a SDS a viajar a Nepal, para retirarse a aprender misticismo de la mano de un profesor anciano al que todos veneran. Tras el voluntario periodo de retiro, el otrora neurocirujano vuelve a su casa renovado y con una identidad secreta, aunque con un montón de enemigos a los que enfrentarse.
Desplegado por varias localizaciones de Asia y USA, el equipo de Doctor Extraño ha puesto en marcha los motores de los presupuestos mareantes, para dotar de espectacularidad audiovisual a una cinta que parece otorgar una necesaria importancia a las interpretaciones.
Como líder del cuadro dramático, el inglés Benedict Cumberbatch (honor que le ha caído en las manos tras ganarle el rol al igualmente británico Tom Hardy) es el perfecto maestro de ceremonias, sobre todo para reforzar la diferenciación con la que se ha elaborado este largo. Un engranaje enclavado en la senda de las caracterizaciones profundas, al que se suman los rostros de Rachel McAdams, Tilda Swinton, Mads Mikkelsen y Chiwetel Ejiofor (quien luce los tonos sombríos del malvado Barón Mordo).
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