Andrés Barba derriba los mitos de la infancia
El escritor madrileño gana el 35 Premio Herralde de Novela, con "República luminosa"
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Andrés Barba es un autor de refugios tenebrosos, aposentado en la eléctrica realidad de los mundos verosímiles y aterradoramente infernales.
Los períodos de transición existencial, esos años inmediatamente anteriores a la adolescencia que conjugan los miedos y actitudes que persiguen a los individuos durante toda su época adulta, han construido en el creador capitalino un tapiz de comportamientos extraños, mediatizado por personajes sumidos en los abismos de las asfixias difícilmente confesables.
El sexo injurioso y lacerante de La hermana de Katia (finalista del Premio Herralde de Novela en 2001), la pasión salvaje e ilógica planteada por el protagonista de Versiones de Teresa (Premio Torrente Ballester) o los escarceos veraniegos y determinantes de los chicos de Agosto, octubre son bucles correlativos en el currículo de este versificador de avernos morales y éticos, en los que existen pocas certezas y muchas bifurcaciones sobre lo que es individualmente correcto.
Al frente de un universo semejante, no es de extrañar que Andrés Barba presentara República luminosa a la convocatoria del Premio Herralde de Novela con el seudónimo del decadentista Thomas de Quincey.
El escritor español parece unido por el cordón umbilical de los cuestionamientos sociales con el responsable decimonónico de la impactante Confesiones de un comedor inglés de opio, al igual que antes que el madrileño lo estuvieron Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire o Jorge Luis Borges.
La inspiración regalada por De Quincey y por Joseph Conrad (de quien Barba es traductor) ha servido para que el contexto literario de República luminosa adquiera el singular aroma de los camposantos caribeños, en donde las experiencias de laboratorio funcionan para contemplar las reacciones de los hombres, mujeres e infantes en un ambiente explosivo de reflexiones subliminales.
ANDRÉS BARBA Y EL MISTERIO DE LA PROCEDENCIA
El estilo de crónica funciona como catalizador sorprendente de la trama desarrollada por el trabajo ganador del 35 Premio Herralde de Novela.
En similar plataforma discursiva para la concatenación de los hechos descritos que la efectuada por Conrad en El corazón de las tinieblas y Victoria, la verosimilitud de lo que exhiben las páginas de República luminosa invita a los lectores a adentrarse en el territorio abrasador que plantea el argumento.
En cierta medida, los treinta y dos pequeños con bestiales actitudes que toman el pueblo donde transcurre la historia se atisban desde la distancia como los seres asesinos de The Midwich Cuckoos (el texto de John Wyndham, en el que se basó el filme El pueblo de los malditos), o como los teenagers cegados por el furor exterminador que retrató Stephen King en Los chicos del maíz.
En 1976, Narciso Ibáñez Serrador se cuestionó en una película ¿Quién puede matar a un niño?; y esa misma pregunta pivota por la obra de Barba, aunque con un sentido más metafórico que literal.
El autor de Las manos pequeñas elabora un preciso engranaje de implicaciones universales, en el que aborda el miedo a la pérdida de la inocencia de los menores; sobre todo en una época como la actual, en la que es difícil encontrar un rastro de pureza al que acoger la esperanza de la eterna recuperación del paraíso perdido de John Milton.
Tal es el escenario donde transcurre la novela que ha ganado el Herralde de 2017, y que otorga más laureles al ya fogueado Andrés Barba.
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