Andrea Camilleri, en estado puro
"Km 123" (Ediciones Destino), una de las últimas obras que el creador del comisario Montalbano dejó terminadas antes de su fallecimiento en 2019, es una excelente opción para evadir la mente del COVID-19, y pasar un rato cargado de misterio y diálogos trepidantes.
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Andrea Camilleri fue un auténtico maestro, a la hora de manejar una prosa que es como un gancho directo a la mente del lector.
El escritor siciliano demostró a lo largo de su extensa trayectoria literaria cómo exponer en las páginas de un libro el apego a la cultura televisiva y cinematográfica, que conjunta en torno a sí a generaciones enteras criadas al amparo de las múltiples pantallas de visionado. Y así aliñó un estilo ausente de descripciones milimétricas; carente de monólogos interiores especialmente sesudos; prófugo en metáforas contraproducentes y disuasorias; y escuálido en meandros imprecisos, dentro del encaje de bolillos sustentado por las tramas centrales de las obras que salían de su inteligente pluma.
Con semejante armazón, y con un sentido de homenaje al legado de Manuel Vázquez Montalbán, el creador transalpino dio al mundo a uno de los investigadores más seguidos de las letras contemporáneas: el comisario Montalbano. A la vez que prodigó su brillante imaginación en géneros tan colindantes en intenciones artísticas con la novela negra como la poesía, el teatro, los guiones para televisión y los cuentos para niños y adultos.
Km 123 (Ediciones Destino) no pertenece a la saga del famoso Salvo Montalbano, pero sí le une a las hazañas del perspicaz inspector un mismo apego hacia el suspense mundano y sainetesco, en el que Camilleri sabía manejarse como pez en el agua.
Desde el comienzo del troceado texto, se nota un pulso activo y enérgico, que atrapa por la fuerza de las imágenes que emiten las frases insertadas en él. En realidad, es como si se estuviera degustando una función teatral o una película en blanco y negro, donde la mediación literaria permite tomar algún que otro respiro, sin por ello perder un ápice de los detalles que surcan las estudiadas secuencias de este “libro fílmico”.
ANDREA CAMILLERI Y SU MAGISTRAL PROSA SENSITIVA
Mientras aún se espera con ansiedad la publicación del caso definitivo del comisario Montalbano (Camilleri anunció antes de su fallecimiento que tenía listo el final del célebre personaje), los seguidores del prolífico Andrea Camilleri tienen en Km 123 un excelente objeto de admiración, conciso y profundo.
El argumento de la novela/ pieza teatral/ guion cinematográfico/ cuadro hiperrealista arranca con una llamada de teléfono sin contestación: la de una mujer nominada Ester, que quiere comunicarse con su marido Giulio. El móvil de este individuo se encuentra apagado, por lo que su esposa desconoce que el hombre ha perecido en un accidente de tráfico, sucedido en el kilómetro 123 de la Vía Aurelia de Roma.
Al poco, el celular es conectado por alguien que responde a la denominación de Giuditta: la amante secreta de Giulio. El lío sentimental está puesto en marcha, pero Camilleri cambia de tercio, cuando lleva la acción a una investigación por supuesto asesinato: al parecer, el accidente de tráfico fue provocado. El inspector de la policía criminal Attile Bongioanni será el encargado de desvelar el siniestro suceso.
Fiel a su estilo agresivo y acumulativo, el narrador siciliano despliega una puesta en escena que recuerda a la orquestada por genios del suspense como Agatha Christie, o a la atmósfera concitada en filmes del tipo de Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955). Todo ello formulado a través de conversaciones rotas por la tecnología, con una estructura gramatical cercana a los mensajes de Whatsapp; aunque con menos urgencia expresiva que estos.
Tales saltos en la manera de presentar la trama sitúan a Km 123 en la atrayente esfera de los experimentos fructíferos, ensamblados en este caso por el hipnótico poder de un misterio surgido de lo más recóndito del ser humano.
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