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Rocky Balboa afronta la séptima película de su serie cinematográfica. Bajo el título de Creed, Sylvester Stallone encarna una vez más el papel que le dio la fama internacional, y que le otorgó una nominación al Oscar como Mejor Actor en 1977.
¿Quién le iba a decir al Potro Italiano que su currículo encima de un ring duraría casi cuatro décadas? Ni siquiera su legendario entrenador Mickey Goldmill habría firmado una carta astral semejante.
Pero el cine suele romper las barreras de la realidad, y Sylvester Stallone es de los que hacen maravillas en convertir lo improbable en película taquillera.
Después de comprobar en verano -con el estreno de la versión musical del largometraje original- que el tirón del papel seguía en plena forma, el protagonista de Los mercenarios se puso manos a la obra para recuperar al mítico Rocky Balboa. Y así nació el germen de Creed.
ROCKY REGRESA SIN SU EQUIPO INICIAL
Antes de que el filme Rocky se hiciera con tres Oscar en 1977 (entre ellos, el de Mejor Director para John G. Avildsen, y el de Mejor Película), pocos confiaban en la historia de un boxeador entrado en años, que volvía a triunfar en el cuadrilátero merced a un buen corazón, mucho tesón, y a una capacidad sobrehumana para soportar los golpes del contrario.
Todos los espectadores sufrieron con los gritos del luchador buscando a su enamorada Adrian, mientras vivían con emoción la amistad entre el aspirante al cinturón de campeón y su anciano entrenador (Mickey).
Burt Young (como el simpático Paulie), Talia Shire (Adrian), Burgess Meredith (Mickey) y Carl Weathers (Apollo Creed) se convirtieron en iconos cinematográficos para los miles de fans que auparon a la cinta a lo más alto del box office. Un apego nostálgico que fue mermando en calidad e interés, al ritmo en que se sucedían los títulos de una saga que ha acumulado hasta siete partes.
La última de ellas, Rocky Balboa (dirigido por Stallone en 2006), ya mostraba a un protagonista cansado, con más pasado que futuro, y con las esperanzas lastradas por la desaparición de su esposa Adrian. Sin embargo, aún guardaba la suficiente entereza como para dar una paliza al chulito Mason “The Line” Dixon.
Parecía que ese había sido el canto de cisne de RB, pero la necesidad de hacer caja ha llevado a Sylvester Gardenzio Stallone a volver a ponerse el calzón y los guantes. Aunque, en esta ocasión, para entrenar al hijo de su colega Apollo Creed.
El casi debutante Ryan Coogler (quien nació en 1986, diez años después del estreno de la primera entrega de la serie) es el encargado de poner en imágenes el esperado regreso. Un ansiado reencuentro en el que no estarán ni Adrian, ni Paulie, ni Apollo, ni Mickey.
El Potro Italiano tendrá pues que lidiar solo con sus fantasmas, para sacar adelante la carrera de su ahijado veinteañero. Y lo hará con muchas muescas en su pretérito.
Sin embargo, en su particular pulso con el destino, el púgil tendrá el apoyo del joven Michael B. Jordan (Chronicle), quien es el actor seleccionado para poner físico al aspirante al cinturón de los pesos pesados, bautizado como Adonis Creed.
Rocky nunca besó la lona cuando pegaba más con el corazón que con los puños. Algo que conserva en este tercer milenio; aunque, en la actualidad y con los casi setenta tacos que acredita Sly, tenga que contentarse con ser el mentor de los futuros talentos del ring.
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