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En el momento en que Rose da Silva consiguió salvar a su pequeña Sharon/ Alessa de las fuerzas de la oscuridad, la mente de los devoradores de franquicias intuyeron que ahí había carne para más películas. Y los vaticinios no han fallado. Cinco años después del estreno de Silent Hill (Christophe Gans, 2006) se puede asegurar que la secuela está lista en la sala de montaje, y al parecer solamente le quedan unos cuantos toques finales de autoría discursiva. El título de la esperada cinta es Silent Hill: Revelation 3D (debe ser porque en este siglo XXI, si los mensajes cinematográficos no son tridimensionales, pierden contundencia taquillera).
Michael J. Bassett, el responsable de la interesante Deathwatch y de la algo excesiva Solomon Kane, se pone detras las cámaras para grabar este regreso al telúrico universo creado en versión cibernética y con naturaleza de videojuego en 1999, de la mano de Komani, Team Silent, Climax Group, Double Helix Games y Vatra Games. La historia continúa donde la dejó Gans, aunque han transcurrido unos años desde entonces; y la hija de Rose (la sufrida protagonista atrapada en las tinieblas) está a punto de cumplir 18 primaveras, bajo la falsa identidad de Heather Mason. La chica aún está aterrada por lo que tuvo que experimentar en su niñez, cuando fue esclavizada por la diabólica Christabella (Alice Kridge) y sus secuaces del inframundo. Pero los fantasmas de la infernal urbe conocida como Silent Hill no están dispuestos a dejarla en paz; ni a ella ni a su padre. Por eso, la muchacha no tendrá más remedio que enfrentarse a lo que anhelaba haber dejado atrás; y tomar un billete de ida hacia su pasado de pesadilla.
La australiana Radha Mitchell (Melbourne, Victoria, 1973) luce de nuevo la piel de la progenitora amantísima del largometraje inaugural, para impedir que su pequeña sea pasto de los demonios de las sombras. Y lo hace en un decorado muy similar al que tuvo como paisaje en la primera entrega, incluida la niebla mezclada con un manto de cenizas. La realidad y el sueño, la palpable sensación de la existencia y la incertidumbre ante hechos y personas surgidos de un pretérito indeterminado, se alternan con la habitual soltura de la que hizo gala la obra de Gans; tomada a su vez de la serie de juegos informáticos, que hundía sus raíces conceptuales y estéticas en un género que muchos bautizaron como survival horror.
Pero Mitchell no es la única repetición del casting. El inglés Sean Bean (Sheffield, South Yorkshire, 1959) recupera para sus seguidores la faz del patriarca familiar: Harry Mason/ Christopher da Silva. Sin embargo, el actor probablemente estará más preocupado en la actualidad por dotar de verosimilitud al personaje del rey de Blancanieves, la versión dirigida por Tarsem Singh, con Lily Collins y Julia Roberts como figuras mediáticas del proyecto. Junto al alter ego de Boromir en El señor de los anillos, Deborah Kara Unger (Crash) igualmente repite encarnando a la aparentemente ingenua Dahlia Gillespie.
Por la parte de las novedades; bueno es empezar por la adolescente que se convierte en el motor del guion de Bassett. La joven Adelaide Clemens (de veintidós tacos) da vida a Heather Mason; aunque, si el nombre no les dice nada a los que estén leyendo esta información, pueden poner físico a la gachí si visionan con más cuidado X-Men orígenes: Lobezno. Acompañando a la casi desconocida intérprete, la virtual Carrie-Anne “Trinity” Moss, de Matrix, y el británico Malcolm McDowell (la estrella de La naranja mecánica está experimentando un sabrosa temporada de estrenos en cine y televisión en su sesenta y ocho aniversario) son las presencias más destacadas en la composición del elenco dramático de Revelation 3D.
Rodada en escenarios canadienses –en Ontario– y con el apoyo financiero de la mastodóntica compañía Sony Pictures Entertainment, Silent Hill 2 procurará asustar a los espectadores con un argumento conformado a base de monstruos extraños -humanos o no- y naturalezas neuróticas. Tal aseveración se suele traducir en este tipo de producciones en unos efectos visuales y de maquillaje sorprendentes, capaces de sacar los gritos más angustiosos a través de la filmación en tres dimensiones. Los más optimistas esperarán, cuanto menos, un espectáculo más impactante y regular que el ofertado en 2006 por el francés Christophe Gans; aunque, si las expectativas no se colman adecuadamente, siempre quedará el resarcimiento de las partidas en la consola.
