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“Marcel Duchamp. La Peinture, Même“ es el título de la exposición que el Centre Georges Pompidou le dedica al genio de las ready-made y la cuarta dimensión. La muestra podrá verse hasta el 5 de enero de 2015.
Más allá de la retina, incluso de la tela en sí, la pintura es capaz de formar mundos visuales inimaginables.
En esa parcela acotada más por el intelecto que por el pincel, los paisajes toman geometrías de salón de feria, las líneas comban caprichosamente su identificación aritmética, y los cuerpos adquieren la anatomía de los maniquíes de fábulas esotéricas.
Dentro de semejante universo de algodón dulce y cotidianidad disfrazada con plásticos polivalentes, el francés Marcel Duchamp (Blainville-Crevon, 1887- Neuily-sur-Seine, 1968) levantó su reino de cartón piedra y cuadros de satírico pelaje.
Un escenario sin composturas elitistas en el que cuentan con la misma valencia un simple urinario y una Gioconda bigotuda, un ejercicio cubista de movimiento trucado y el desnudo exultante de una mujer.
Esa filosofía activa alicatada por el compatriota de Matisse (abiertamente rupturista, según la crítica internacional) es la que recuerda el Centre Pompidou de París hasta el próximo 5 de enero, en la exposición “Marcel Duchamp. La Peinture, Même“.
MARCEL DUCHAMP VISTO POR MARCEL DUCHAMP
Las obras que cuelgan en la Galerie 2 de la institución capitalina (escogidas para la ocasión por Cécile Debray) hablan sobre la obsesión continuada de un creador al que le producía alergia el academicismo, y al que solo estimulaba el contacto con la vida y el presente.
Duchamp nunca quiso educar su paleta en un sentido tradicionalista, leitmotiv que transmitió a la totalidad de su trabajo, y que le dio alas para pivotar -según la intensidad inspiradora de su momento existencial- por El Cubismo, El Dadaísmo, El Simbolismo, El Fauvismo, o El Pop Art.
Fruto de esa necesidad por explorar las diferentes corrientes que caían en su círculo de estimulación plástica, el hermano del también pintor Jacques Villon saltó de un movimiento a otro con la grácil facilidad de un niño que alimenta su ansiedad lúdica. Elemento esencial para entender las obras de MD desde la perspectiva del entretenimiento impostado, nunca tras el parapeto de la barrera retiniana que niega la participación.
El cambio de actitud ante las piezas que salían de su estudio fue sin lugar a dudas la seña de identidad que marcó el ADN profesional del admirador de Félix Vallotton y Jules Laforgue. Una apuesta por los impulsos y el mestizaje multimedia que le llevó a estudiar las posibilidades de amalgama entre pintura, cine, fotografía, literatura, cartelismo, ilustración y poesía.
Polémico y desestructuralista voluntario, Duchamp fue un fustigador recalcitrante de lo políticamente correcto hasta su muerte en 1968: siempre en continua lucha por la distinción (fortaleza curricular que llegó a animarle incluso a poner en tela de juicio las tesis euclidianas).
Al final, como the end en la exhibición del Centre Pompidou, la enigmática y gigantesca lámina de metal titulada El Gran Vidrio cierra un recorrido en el que los visitantes toman constancia del espíritu iconoclasta y profundo de este maestro de la incorrección. Inmenso e imprescindible en la historia de las imágenes y los pensamientos…
Más información en http://www.centrepompidou.fr.
