John Constable siente a Inglaterra
John Constable y sus escenas de la campiña son los protagonistas de la exposición “The Making Of A Master“, que acoge el Victoria and Albert Museum de Londres, hasta el próximo 11 de enero de 2015.
La luz filtra hilos cobrizos entre la hierba de Suffolk, a la vez que toma apariencia de santidad militante a través de las vidrieras de la catedral de Salisbury. Itinerario de hechizos románticos que huele a tierra de rocío, subida a un carro de heno que escurre lágrimas de agua dulce en la bahía de Weymouth.
John Constable (East Bergholt, Reino Unido, 1776- Londres, 1837) acompañó en todo momento a esas ráfagas de vida cambiante, embutido en el disfraz de amigo profundo de esa naturaleza salvaje y libre. Hábitat imaginario y concreto con el que el creador británico dotó de savia artística a las hebras de su pincel magistral: instrumento con el que selló una de las páginas más sobresalientes del paisajismo inglés.
Coincidente por casualidades del calendario con una magna exposición dedicada a Turner, El Victoria and Albert Museum inauguró el pasado 20 de septiembre la muestra “Constable: The Making Of A Master“, recorrido esencial por las obras del vástago del molinero con que la institución capitalina rinde homenaje al autor de “La inauguración del puente de Waterloo”.
JOHN CONSTABLE Y EL RETRATO DE GRAN BRETAÑA
Las piezas escogidas para ilustrar tan especial cita con el naturalismo isleño hablan de la pasión declarada de un profesional metódico, casi hiperrealista en una concepción contemporánea del término.
Antecesor de los usos y costumbres de los impresionistas y de la pintura al aire libre, el protegido de Sir George Beaumont era capaz de pasarse meses enteros para reproducir la nitidez de un amanecer, las sombras huidizas de una noche estrellada.
El natural de East Berlgholt comenzó a ejecutar tal obsesión por los detalles desde sus años como estudiante en La Royal Academy Schools de Londres (donde ingresó en 1799), y mantuvo la costumbre por los milimétrico hasta los días que precedieron a su muerte.
El paisjismo de Constable no es tan visceral como el de su colega Turner, ni tan contemplativo como el de Thomas Gainsborough. Los decorados surgidos de la paleta del responsable de “El carro de heno” son más producto de la mente fantasiosa de alguien que concebía los campos como extensiones de sus propios sentidos, surcadas por manchas de aire limpio; humedad de riachuelos somnolientos; y graznidos de aves en pleno vuelo peregrino.
Rafael, Rubens, Claude Lorrain y Rembrandt fueron los pretéritos y deseados profesores de JC, los cuales le ayudaron a buscar la faz sincera del país en el que nació. Lecciones figuradas que diseñaron un rostro de verdes y azules, que el británico vislumbró con los anteojos del virtuosismo renacentista y las tenebrosas dramatizaciones del Barroco más espectral.
Expresionista por momentos, simbolista en esencia y realista por convicción, la subjetividad hizo que la obra de Constable extendiera sus tentáculos más allá de los movimientos de su época; impregnando con sus sueños de cromatismos añorados a la Escuela de Barbizon (grupo donde se manufacturaron las paletas del Impresionismo).
Pese a resultar menos universal que otros paisajistas, el legado del pintor de “La catedral de Salisbury” es pródigo en avances revolucionarios y poseedor de una técnica impecable, con la que arrancó brotes de pasión visual en las retinas de creadores como Delacroix y Géricault.
Más información, entradas y horarios en http://www.vam.ac.uk