Leonard Cohen y sus problemas
Leonard Cohen edita el disco número trece en su carrera como compositor y cantante, un trabajo que lleva por título “Popular Problems” (Columbia Records). Nueve cortes inéditos que muestran el momento actual del autor de “Suzanne“.
Los fondos son cada vez más grises, mientras los contornos pintan de sombras y atardeceres sus instantáneas robadas al tiempo. Por las calles silenciosas, las cadenas abren las heridas de los viajeros y vierten la sangre de los visionarios moribundos.
En ese cosmos de depresiones constantes, los edificios derruidos muestran la faz de las esperanzas perdidas, y las banderas ronronean himnos malgastados en pos de la grandeza crepuscular.
Aunque, en el fragor del desastre, una voz cavernosa clama entre el olvido y el polvo para defender la dignidad de la experiencia vital. Un timbre inconfundible que atesora el código genético del canadiense Leonard Cohen (Montreal, Quebec, 1934).
Con ochenta otoños a cuestas, el célebre padre de la enigmática “Suzanne” aún sigue en la búsqueda de las verdades sutiles, sumido en el seguimiento de las emociones sinceras.
Pilares como las relaciones personales, la política, la religión y la sexualidad sustentan la obra de este octogenario con espíritu de rebelde con causa. Un palacio de fantasmas conocidos y recuerdos inmanentes que toma la carne de las musas ralentizadas en “Popular Problems” (el álbum de estudio que vio la luz el pasado 24 de septiembre, merced a Columbia Records y al productor Patrick Leonard).
LEONARD COHEN SACA PUNTA A SU LÍRICA
Nueve temas componen el discurso del compacto grabado por el compatriota de Donald Sutherland. Cancionero de versos opacos, en el que la dicción en adagio de LC adquiere la profundidad de los sermones a pie de catedral.
Lemas tan diversos y rotundos como el de “nunca me gustó lo rápido” jalonan cada uno de los cortes, como si de confesiones misales se tratara. Retahíla de pecados y virtudes en el que hay sitio para las beatificaciones invisibles (“No hay Dios en los cielos”), la asunción de estilos ajenos a las modas y a las épocas (“Lo lento está en mi sangre”), o las valoraciones al compás de la senda existencial (“No es porque sea viejo, ni por la proximidad de la muerte”).
El Leonard Cohen actual se erige desde su magisterio como mucho más cáustico que el otrora adulador de “Suzanne“, y se muestra más coherente con las tristezas medioambientales de “Halleluja”, “First We Take Manhattan”, “Dance Me To The End Of Love” y “Take This Waltz”.
Así lo refrenda el grupo de trovas sustraídas a la nostalgia que hilan el tapiz de “Popular Problems”, las cuales enraízan su cadencia al socaire de la jazzística dulzona (“Slow”); los monólogos malditos (“Almost Like The Blues”); los segmentos bíblicos mediados por la contemporaneidad (“Samson In New Orleans”); las repeticiones simples y concluyentes (“Did I Ever Love You“); o las baladas de sones trágicos y terroríficos (“Nevermind”).
El pulso poético de Cohen permanece en este CD (al igual que en los anteriores) prendido de los alfileres inspiradores de Federico García Lorca, Walt Whitman, William Butler Yeats y Henry Miller; pero ahora se antoja como un peso demasiado regio para ser soportado por la pinzas de la otredad. Las rimas libres del canadiense han adquirido con el paso del tiempo la apariencia de lo personal e intransferible, con independencia de sus atmósferas comunicantes con la generación prodigiosa de Bob Dylan y James Taylor.
Coherente como pocas, la carrera del Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2011 no para en su tránsito para hurgar en la conciencia humana. Peregrinaje que el natural de Quebec ejercita con devoción, inmerso desde sus acordes cavernosos en las entrañas de las melodías anímicas.
Audio del tema “Did I Ever Love You“, proporcionado por LeonardCohenVEVO
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