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Tony Oursler desembarca en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa), para reflexionar sobre las conexiones entre la tecnología y el mundo del ocultismo.
El artista multimedia abandera un ambicioso programa audiovisual titulado Imponderable, en el que mezcla imágenes de la realidad con emulsiones tomadas de procesos galvánicos espectrales.
La exhibición en 5D de esta película, de extrañas fronteras sensoriales, proyecta las obsesiones visionarias de uno de los padres del videoarte contemporáneo.
Aunque comenzó su andadura como pintor, un buen día Tony Oursler decidió que lo suyo era la mixtura de técnicas creativas, siempre relacionadas con las imágenes en movimiento.
Cuando el neoyorquino tomó tal camino, el campo del vídeo era un territorio inexplorado por la mayoría de sus compañeros de profesión; aunque el reto de adentrarse en selvas desconocidas no acobardó a este mago de los fotogramas candentes, sino que animó sus ansias visionarias de ir más allá. Sin apenas asideros a los que agarrarse, las emulsiones de maestros como Nam June Paik y John Baldessari fueron sus únicas provisiones alimenticias.
Pero la apuesta le salió bien a Oursler, y hoy en día es uno de los cerebros de la creación videográfica más valorados en el mercado expositivo, con trabajos tan reconocidos como las grabaciones que realizó al lado de David Bowie, y que confluyeron con el testamento visual del cantante, nominado Blackstar.
Imponderable, que podrá ser vista en la céntrica sede del MoMa hasta el 16 de abril, es la última figuración del artista estadounidense: un caleidoscopio de seres a medio camino entre la realidad y la ficción, que yuxtaponen sus corporeidades en un discurso que firmaría con gusto el mismo David Lynch.
TONY OURSLER NO PRECISA DE CHISTERA
A base de rocambolismo escénico, el otrora fotógrafo y pintor norteamericano se cuestiona el sentido vacuo del siglo XXI, con sus dioses pixelados y su apego excesivo a la tecnología. Frente a estas certezas de pantallas interactivas y redes sociales, TO contrapone el misterio del Más Allá, que aún permanece a salvo de la conquista mental y opresiva del Gran Hermano (citado en el sentido descrito por George Orwell).
El creador estadounidense lanza tales teorías mediante una pieza claustrofóbica e intimidante, de cabezas agobiadas, látex metamorfoseado en pieles luminosas, ojos desorbitados, y sombras tendentes a preservar el misterio inmanente de la eternidad.
Plagada de efectos de diseño envolvente e inmersivo, rodado en 5-D; Oursler despliega un laboratorio de mágica trascendencia, con supuestas fotografías de espíritus, tratados de psicociencia, telequinesia, vibraciones, y demás manifestaciones poltergeist de lo paranormal.
A lo largo del metraje no aparece el pote verde de la niña de El exorcista, pero sí que se puede contemplar una peculiar historia de la imagen virtual, con menciones expresas a Sir Arthur Conan Doyle, Harry Houdini, Mina “Margery” Crandon, Kim Gordon, Jim Fletcher, Keith Samborn y Constance DeJong; más a algunos miembros de la propia familia del artista.
Humor macabro y surrealismo trágico se dan la mano en esta obra de reflejos impactantes, bautizada como Imponderable; la cual reclama un regreso (¿el cuarto?) de los cazafantasmas, ahora en versión intelectual y museística.
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