Marisa Merz, bocados de Arte Povera en NY

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Marisa Merz desembarca con sus instalaciones y obras en la Quinta Avenida de la ciudad de los rascacielos, para mostrar la pasión de una mujer prendada de la rabia contracultural.

El Met Breuer llenará la segunda planta del céntrico museo con los trabajos de la única fémina integrada en el movimiento del Arte Povera, que dominó la plástica transalpina desde los años sesenta hasta el inicio de los ochenta.

Entre las creaciones seleccionadas, hay piezas pertenecientes a la primera etapa de Merz, cuando la pareja del también artista Mario Merz estaba obsesionada por cambiar la concepción tradicional de los materiales nobles.

Marisa Merz ha marcado una extensa página del Arte, con sus obras profundas e hipnóticas/ Foto: Met y Hammburg Museum
Marisa Merz ha marcado una extensa página del Arte, con sus obras profundas e hipnóticas/ Foto: Met y Hammburg Museum

La Segunda Guerra Mundial trajo consigo una transformación de posicionamiento, entre los jóvenes que accedían al Arte una vez acalladas las bombas incendiarias, los gritos desesperados de los inocentes masacrados y los gases asesinos de los campos de exterminio.

La necesidad de romper con el pasado generó un sinfín de corrientes supuestamente novedosas, las cuales tenían en la confusión y en la búsqueda de alternativas dos de sus mayores alicientes para existir. En un mundo destrozado por las armas y asolado por la muerte de millones de personas, resultaba incomprensible conectar con el pueblo mediante técnicas que en el período de entreguerras habían abrigado un mercado de compra y venta en alza.

Tras 1945, los escombros se habían convertido en los auténticos protagonistas del apocalipsis planetario.

Dentro de semejantes reacciones contra el ordenamiento intelectual establecido, el Arte Povera surgió como una bofetada a la perdurabilidad, al componente clasista de las obras, a los mecenazgos de los salones ornamentales, y a las mordazas emparedadas de los despachos de políticos, banqueros y potentados.

El movimiento ideado por Germano Celant quería regresar a un primitivismo humano reconocible y esencial, propugnado por el uso de componentes destinados a la degradación progresiva, o con un alto sentido metalúrgico.

Richard Serra, Mario Merz (el esposo de Marisa), Joseph Beuys, Fluxus o Jannis Kounellis publicitaron por el globo terráqueo la nueva manera de oponerse a los dogmatismos de los poderosos; y, de paso, al bicéfalo imperialismo orquestado por la Guerra Fría.

Una corriente que únicamente contaba con una mujer en sus filas: la ingeniosa y peculiar Marisa Merz (Turín, Italia, 1931).

Marisa Merz impactó desde sus inicios con su universo de insondable privacidad/ Foto: Met y Hammburg Museum
Marisa Merz impactó desde sus inicios, con su universo de insondable privacidad/ Foto: Met y Hammburg Museum

Las más de cinco décadas de CV que encarrila esta dama, con cerca de cien años, han animado al Metropolitan Museum de Nueva York a organizar una extensa retrospectiva (la primera que se celebra en NY) de su trabajo. Un recorrido que abre sus puertas con las instalaciones, esculturas y dibujos de la artista cuando era una joven ansiosa de luchar contra las opulentas y vacías expresiones del pretérito, y que termina con las reflexiones agrestes de un universo teñido de sulfuro metálico.

Del 24 de enero al 7 de mayo, la turinesa estará presente en la Quinta Avenida para pintar, en los aparatosos escaparates de las joyerías por las que transitaba Audrey Hepburn, un poco de historia de Italia: del país que se asomó al abismo de la posguerra, con lo efímero y autodegradable como leitmotiv.

MARISA MERZ RASCA ÓXIDO DE HUMANIDAD

Adentrarse por The Sky Is A Great Space (título de la exhibición del Met) es hacerlo por un bosque de propuestas cotidianas e insondables, unas veces colgadas de imponentes cables de acero y otras sujetas a un atril con colmillos de hambruna existencial.

De las escenas domésticas a los decorados abiertamente desnudos de ideologías y moralejas, los trabajos de Merz beben la ambrosía de los ciudadanos de a pie, que tienen que acudir a la tienda a comprar el pan; o que se pasan las agónicas horas de cualquier tarde de domingo planchando la ropa que deberán ponerse al día siguiente.

Marisa Merz conistruyó un espacio reconocible para desplegar su arte/ Foto: Met y Hammburg Museum
Marisa Merz construyó un espacio reconocible para desplegar su arte/ Foto: Met y Hammburg Museum

Tales historias de carnalidad figurada hicieron que Merz se ganara pronto el respeto en la sociedad abiertamente machista, que definía la época donde arrancó su producción; y lo consiguió por la contundencia de sus piezas, en las que había un elemento contagioso de transgresión imaginativa. Así lo vio su compañero y pareja Mario Merz, quien no pudo más que alabar la capacidad creativa de esta visionaria lady del plinto y los pinceles.

En esa espiral por hallar soluciones a la hora de hacer del arte algo normalizado en el contestatario mundo de los sesenta y los setenta, los decorados de radicalismo militante de la transalpina se entendieron a la perfección con sus “pequeñas cabezas”; las cuales fueron habituales en el cosmos plástico de MM a partir de 1975, y que anticiparon el regreso a la figuración de los creadores italianos, materializado en la década de los ochenta.

Desconcertantes, agresivas, personales, atrevidas, líricas… Muchos son los adjetivos que se pueden poner a las figuras surgidas del estudio de Marisa Merz. Galería de sensaciones, que los espectadores podrán enriquecer, si se dejan seducir por al hipnotismo povera de esta señora de ilustre currículo.

Nota: The Sky Is A Great Space estará en el Met Breuer desde el 24 de enero, hasta el próximo 7 de mayo.

Más información, entradas y horarios en

http://www.metmuseum.org

La exposición recoge una amplia selección de trabajos de toda la trayectoria profesional de Marisa Merz/ Foto: Met y Hammburg Museum
La exposición recoge una amplia selección de trabajos de toda la trayectoria profesional de Marisa Merz/ Foto: Met y Hammburg Museum
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