Había una vez un comerciante tulipán con duende en las pestañas que, cansado del género monocorde que impregnaba su negocio, decidió un buen día tomar un barco; y
Había una vez un comerciante tulipán con duende en las pestañas que, cansado del género monocorde que impregnaba su negocio, decidió un buen día tomar un barco; y