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Constant y New Babylon esgrimen historias de utopías añoradas entre las paredes del Museo Centro de Arte Reina Sofía. 150 obras, procedentes de lugares como el Gemeentemuseum de La Haya, configuran la vasta exposición programada por la institución capitalina, sobre el citado creador europeo.
“Toda restricción de libertad y movimiento y cualquier limitación que coarte la creación y la atmósfera consiguiente tienen que ser evitadas”. Estas palabras fueron el credo vital con el que coexistió el neerlandés Constant Anton Nieuwenhuys (Ámsterdam, 1920- Utrecht, 2005): un hombre con múltiples facetas, que imaginó la fachada de la city ideal.
En su ciudad futura -nominada como Nueva Babilonia por el artista holandés-, los muros se desprenden de su necesidad de carga social, los edificios desnudan sus aristas y se divorcian del hormigón, la propiedad colectiva triunfa por encima de las riquezas individuales, los robots realizan las tareas más rudimentarias, y los humanos se dedican a jugar, a explorar y a pensar.
Así es como levantó Constant el proyecto más importante de su carrera, y con ese peso específico de renacentistas trazos es como el Museo Reina Sofía de Madrid se acerca a su trabajo; a través de una vasta exposición, que estará en la pinacoteca desde el 23 de octubre al 29 de febrero.
CONSTANT ELEVA SU CÁTEDRA POR ENCIMA DE LOS CORSÉS ACADEMICISTAS
Los espectadores que busquen razonamientos intelectuales severos en las piezas reunidas por la institución capitalina se sentirán francamente decepcionados. No es que el polifacético creador tulipán montara sus visiones a partir de la nada, sino que la fantasía -mediada con los conocimientos previos- es la esencia principal con la que el habitante de la Venecia del norte horneó en su particular menú de efectos visuales.
No en vano, Constant fue uno de los miembros fundadores del grupo CoBrA, ese movimiento de vanguardia nacido al calor de las pasiones flamencas, que ubicó su manifiesto en torno a la mítica revista Reflex. Junto al danés Asger Jorn y los belgas Christian Dotremont y Joseph Noiret, Nieuwenhuys desarrolló una senda obsesionada con la experimentación como bandera militante, sin importar la coherencia limitadora de generaciones cercanas.
“Yo no soy un diseñador sino un mero provocador. Me limito a hacer sugerencias. Lo que se ha definido es el concepto de la Nueva Babilonia, no su forma física”. Tales afirmaciones esgrimidas por Constant contribuyen explicar la significancia de su urbe más señera, delineada sobre el papel como un lugar de psicodélicas constelaciones, piropeada incluso por el arquitecto Rem Koolhaas.
Pero la muestra del Museo Reina Sofía no solo exhibe la efervescente etapa de New Babylon, fechada entre 1956 y 1974. En la primera planta del edificio de Sabatini también comparten espacio físico dibujos, bocetos, collages, pinturas y esculturas de los distintos momentos profesionales de CAN; trabajos seleccionados que contribuyen a retratar holgadamente la figura de este soñador impenitente, alumbrado en Ámsterdam.
Un recorrido donde incluso hay hueco para las manifestaciones del compatriota de Rubens respecto a lo que él concebía como lo español y lo flamenco; siempre asociado con el término de lumpen. Algo que inspiró sus sesiones de escarcha y licor al compás de una guitarra (instrumento que el artista tocaba desde su juventud).
Platón, Spinoza, Descartes y Marx transpiran bucólicas filosofías entre las callejas de Nueva Babilonia; cual ladrillos que erigen un reino de tolerancia y de utopías reconocidas. Un imperio con coronas figuradas, en el que Nieuwenhuys solo practica la dictadura de los que portan la escuadra y el cartabón.
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