Reginald Arkell regresa con su jardín
Editorial Periférica rescata "Recuerdos de un jardinero inglés": una novela de prosa sensitiva, en la que Arkell exhibe el gusto por la naturaleza ornamental de un hombre solitario y cuidadoso.
Reginald Arkell siempre se sintió cómodo en el género del humor, con argumentos que pudiera manejar sin complicaciones ajenas a las de las propias historias que solía contar.
Desde sus adaptaciones teatrales a sus relatos simpáticos de índole costumbrista, el narrador británico podría definirse como un creador más dinamizado por el estilo desenfadado y elegante de Pelham Grenville Woodehouse, que por las aristas de desencanto y lucha social de Charles Dickens. Una determinación literaria que aportó chispa y fuerza a las invenciones en papel de Arkell, las cuales alcanzaron el éxito por su peculiar manera de acercarse a algunas de las tradiciones más arraigadas en la tierra donde se ubicaba Camelot.
Publicada originalmente en 1950, Recuerdos de un jardinero inglés (Editorial Periférica) es un buen ejemplo de esa variante amable e ingenua, por la que apostó RA; la cual le sirvió para analizar parte de las obsesiones que presentan muchos ingleses para con sus jardines y huertos. Precisamente, esa tendencia de carácter nacional le proporciona al escritor una vía de escape, para introducir su bisturí de tinta en la personalidad del atrayente y singular Bert Pinnegar.
El mencionado protagonista, huérfano desde la niñez y solitario en su existencia como adulto, protagoniza este volumen plagado de anécdotas y memorias pequeñas, en el que los espacios exteriores y controlados ganan por descontado a los decorados interiores y asfixiantes.
El medio siglo que cumplió la primera edición de Recuerdos de un jardinero inglés (su título original es Old Herbaceous) durante el pasado 2020 hizo que los numerosos fans de este cuento devenido en novela recuperaran las esencias de un texto que ha contado con numerosos acercamientos, entre los que destacan las versiones ilustradas del mismo.
A tenor del citado aniversario, la editorial Periférica se ha sumado a las celebraciones provenientes de la isla comandada por Isabel II, para traducir al idioma de Cervantes las virtudes apacibles y los laberintos multicolores que describe la imaginativa obra; en la que las semillas y el abono suponen los ingredientes principales de la misma.
REGINALD ARKELL Y LOS OLORES DE LAS FLORES
Al compás de la evolución dramática de Recuerdos de un jardinero inglés, resulta interesante abordar la relación existente entre los humanos y los jardines y huertos privados y públicos que estos se empeñan en moldear. Algunos expertos han establecido una ligera identificación entre la práctica de la jardinería y el leve anhelo por alcanzar el Edén a pequeña escala. Una teoría que no quita importancia a la tendencia dominante en la Francia versallesca, donde la práctica de la jardinería estaba determinada por una búsqueda ferviente de la belleza primigenia, simbolizada por rosas exultantes, de perfume atrayente y perfección hipnotizadora, y por arbustos borrachos de caprichos regios y cortesanos.
No obstante, si se sigue únicamente el curso temático del relato de Arkell, el foco obsesivo está sustentado en la necesidad vital de un individuo llamado Bert Pinnegar, quien sustituye desde su infancia las inexistentes amistades con sus compañeros de escuela por un apego casi enfermizo hacia el cultivo de plantas, y el mantenimiento de árboles. Bajo esta perspectiva vital, el libro cuenta los hechos a través de la mirada de Pinnegar, quien mantiene una evolución dramática sujeta al cambio en la planificación del jardín que transforma a su antojo.
¿Puede un espacio ajardinado ser la carabina adecuada para un amor silencioso y creciente? Esta pregunta alimenta los capítulos de Old Herbaceous, y su respuesta está materializada por el tímido romanticismo experimentado por Bert Pinnegar y la acaudalada Charlotte Charteris (con quien acaba contrayendo matrimonio).
Un geranio, un clavel, un seto, un roble, un estanque… Cada uno de los pequeños elementos que nutren el decorado ornamental de Pinnegar guarda un secreto en forma de sentimiento y emoción. Un bosque en miniatura y controlado hasta en sus aspectos más superfluos, por el que transcurren dos guerras y un siglo de penurias y alegrías, descubrimientos y fracasos, ambiciones y frustraciones rebajadas en intensidad. Todo ello sin levantar huracanes pasionales ni pasiones destructivas.
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