Karl Ove Knausgaard exhibe su vida
Karl Ove Knausgaard presenta en España el segundo volumen de “Mi lucha” (sus memorias compuestas por seis títulos): Un hombre enamorado (Editorial Anagrama).
Escribir es una actividad que enciende sus motores de combustión sólo cuando el autor tiene algo importante que expresar. En ese momento, el interruptor de la creatividad ilumina las zonas oscuras de la mente, y las palabras fluyen como un manantial imparable, fuerte y salvaje, imposible de parar. Da lo mismo que la explosión desencadenante prenda su pólvora con la chispa de la ficción o de la realidad: la cuestión es liberar lo que está oculto.
Entendida así, la saga autobiográfica Mi lucha (extraña elección de un título que remite al libro escrito por Adolf Hitler) ha debido suponer un auténtico bienestar para Karl Ove Knausgaard: un tipo de mirada caníbal y rasgos de cazador de atmósferas que, con los apuntes de su pasado, ha logrado vender sólo en su país (Noruega) la nada despreciable cifra de 450.000 ejemplares (dato que magnifica su significado, si se tiene en cuenta el índice poblacional de esa tierra).
Fenómeno donde los haya a nivel literario, este diario cítrico del narrador escandinavo asalta nuevamente las librerías españolas de la mano de la Editorial Anagrama, después de la excelente acogida del primer volumen: La muerte del padre.
Un hombre enamorado es la designación escogida para esta segunda parte, texto que cuenta con la más que meritoria traducción de Kristi Baggethun y Asunción Lorenzo.
KARL OVE KNAUSGAARD, EL HIJO SE CONVIERTE EN PADRE
La pluma metamorfosea su semblante en un estilete afilado, a cada página que diseña el autor nacido en Oslo.
El frío de las extensiones norteñas llena de goterones congelados la existencia de Knausgaard, como un retrato de colores amortajados, en el que los personajes comparecen dentro de un guiñol espectral y sobrehumano.
Si en el libro inaugural (La muerte del padre) Karl Ove dedicaba su talento kamikaze a vestir la presencia bestial y acongojante de su padre alcoholizado; en esta secuela, la trama argumental centra su leitmotiv en las vivencias de un joven y desarraigado writer emigrado a Estocolmo, el cual lleva a cuestas un matrimonio fracasado por incompatibilidad de caracteres.
En la capital sueca, el escritor descubre nuevos alicientes con el hallazgo de un compatriota llamado Geir Gulliksen (quien más tarde sería el editor de Mi lucha); y, sobre todo, con el encuentro de la mujer perfecta para sus expectativas sentimentales, fémina materializada en la persona de la poeta Linda Boström Knausgaard.
Dentro de ese ambiente de intelectualidad latente, Knausgaard consigue acceder a un espejismo de normalidad, o de elevada confirmación creativa y artística; aunque en el fondo sigue tirando con intensidad el demonio de las juventudes perdidas, de las neuróticas relaciones al borde del suicidio, de la irracionalidad emocional bañada en la consanguineidad… sin treguas ni edulcorantes.
Rebelde párrafo a párrafo, herida y atrayente; la novela del writer graduado en la Universidad de Bergen quiebra el espinazo de lo asimilable, con un lenguaje claro y certero, desnudo en estrofas líricas y sumamente reflexivo.
El terreno que pisa el responsable de la excelente Un tiempo para todo es un campo árido y a la vez floreciente, en cuyos surcos crecen con savia entintada las alegrías y las tristezas de un grupo de seres de carne y hueso, identificables en su genética y en su rutina diaria.
Tal ejercicio marcó en el momento de su redacción un punto de no retorno en la actividad de Karl Ove Knausgaard. Ahora, después de la finalización del mismo en 2011, todo el planeta conoce sus más íntimos secretos, sus ensoñaciones, sus actos, su pasado, su presente, su futuro… Sensación un tanto incómoda que intentaron evitar los familiares a los que cita en la autobiografía.
Sin embargo, ¿alguien puede parar el motor de la escritura cuando éste se ha puesto en marcha y se tiene demasiado que contar?
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