Carlos Álvarez-Nóvoa: “La virtud fundamental de un actor es saber escuchar”

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El protagonista de "Solas" representa "Una vida robada" en el Teatro Fernán Gómez de Madrid/ Photo Credits: Teatro Fernán Gómez
El protagonista de “Solas” encabeza el reparto de “Una vida robada” ,en el Teatro Fernán Gómez de Madrid/ Photo Credits: Teatro Fernán Gómez

Es una tarde de viernes (la del 24 de enero de 2014), y Madrid ya despliega tímidamente sus alas de paloma herida, carcomidas por el desahucio colectivo. La Plaza de Colón exhibe sus aristas de abismo social -reflejado en los espejos de los bancos y las multinacionales-, mientras los ejecutivos de fin de semana pasan rápido y delirantes frente a los ojos de los que beben sus desgracias de garrafón. Y allí, bajo la cascada helada del teatro con el nombre amenazado por el gobierno consistorial (el Fernán Gómez), espera en su camerino Carlos Álvarez-Nóvoa (La Felguera, Langreo, Asturias, 1940). Sentado en una sencilla silla de crujidos metálicos, el hombre de la barba blanca da palabra al actor de los mil y un personajes; seres de papel y frases imantadas que le han permitido vivir amaneceres calderonianos, mediodías de rojo y sangre lorquianos y anocheceres estrellados por los flechazos de Valle-Inclán.

La contemporaneidad de Una vida robada, según la pieza de Antonio Muñoz de Mesa, retiene en la capital arreciada por el invierno al vecino de la película Solas (Benito Zambrano, 1999); por lo menos, hasta el próximo 2 de marzo de 2014. Trabajo de intensas líneas curvadas, donde el intérprete de De tu ventana a la mía (Paula Ortiz, 2011) comparte cartel con Asunción Balaguer, Liberto Rabal y Ruth Gabriel.

Aunque ya llevas tiempo con las representaciones, ¿recuerdas que es lo que te sedujo inicialmente para participar en esta obra?

 

–          Bueno, cuando Juan José Seoane, que es el productor, me llamó; estaba grabando Gran Reserva. El origen, en TVE. A través de Petra Martínez, que es la suegra del autor de la obra (Antonio Muñoz de Mesa) y mi compañera en ese serial, le habían hablado de que su yerno había escrito una obra de teatro. Me contó el argumento y me llamó la atención. Así que, cuando me llamó Seoane, ya estaba en antecedentes. Recuerdo que me envió el libreto, y lo primero que me sedujo fue el texto y quién lo iba a dirigir (Julián Fuentes Reta). Me pareció una historia muy bien construida e interesante, con unos personajes muy potentes y muy bien trazados. Y con una estructura muy atractiva.

Photo Credits: Jesús Martín
Photo Credits: Jesús Martín

 

Una vida robada se ha publicitado básicamente como un relato sobre el asunto de los niños vendidos ilegalmente en España; sin embargo, la trama se compone de muchos más ingredientes.

 

–          Efectivamente, lo de los niños robados -más que el tema en sí- diría que es el entorno en que se desarrolla la historia. Es el antecedente que pone en marcha el motor. Pero, me parece que Muñoz de Mesa no intenta nunca hacer un documento o una denuncia contra aquella terrible tragedia, que supongo ya no se volverá a repetir. Dentro de eso, se pone en marcha un mecanismo que comienza en tonos aparentemente de comedia, y que se va endureciendo para convertirse en un drama, remozado por un aliento trágico. Aparentemente, es un drama contemporáneo; pero hay una especie de sino trágico que parece conducir al destino de los personajes. Las referencias helénicas son claras, el libro de La Teogonía, de Hesíodo, está presente en las lecturas que se hacen en escena; además, los nombres de los personajes tienen un sentido simbólico, como Luz, Olvido… Por lo tanto, el argumento va de asistir a la trayectoria de unos personajes de carne y hueso, firmemente trazados por su autor, y a los que cada uno de nosotros intentamos darles lo máximo. En cuanto al tema, es una historia en la que el personaje de Luz viene a casa del doctor Nieto (mi papel), quien presenta un principio de Alzheimer. Con él vive cuidándole una enfermera (Olvido), que es el papel que interpreta Asunción Balaguer; y también vive su hijo, que es la caracterización de Liberto Rabal. La llegada de esta muchacha, por los móviles que la motivan, trastoca la existencia de estos seres. Y ya no te cuento más, porque la destriparía. Pero una de las cosas más interesantes es que la obra se plantea también como un thriller. Es un ingrediente importante, que subraya la puesta en escena. A lo largo de los actos se le facilitan al espectador datos, sin trampa alguna, para que éste vaya llegando al desenlace inesperado, y lo acepte con verosimilitud. Sin embargo, no es como una novela de Agatha Christie, en la que al final se saca una carta oculta para que no puedas imaginar nunca quién era el asesino. En este caso, no hay criminales; pero sí hay un misterio. Y juega honradamente, los personajes van dejando caer pistas que el espectador va asimilando.

Photo Credits: Jesús Martín
Photo Credits: Jesús Martín

 

En este sentido, se podría incluso presumir que se erige como un relato de misterio en el que la evolución argumental no viene de fuera, sino del desarrollo situacional de Nieto y sus compañeros.

 

–          Exacto. Podríamos hablar de acción interna. Efectivamente, el formato de los thrillers se centra en el uso de la acción externa; es decir, los acontecimientos son los que te van llevando hacia ese misterio que se desvela, y que termina en el desenlace. Aquí, esa acción discurre internamente, en los personajes y en las interrelaciones entre ellos.

 

Y como centro de todo está tu papel, el de un hombre cuya memoria falla por enfermedad y a veces por olvido voluntario…

 

–          Pues sí. Digamos que es un caramelo para un actor. Cuando al principio me preguntabas cuál había sido mi primer interés en participar en la obra, yo hablaba del texto y el trazado de los personajes. Pero, principalmente, me atrajo Rosales. A mí, en concreto, me suelen dar tipos bondadosos y nobles, que son muy bonitos de hacer, pero que ya los he interpretado muchas veces. Entonces, cuando me cae un malo, entre comillas, me hace mucha ilusión; aunque tenga que buscarle justificación a sus actos. El interés estaba en que el espectador empatizara de alguna manera con el personaje, el cual empieza insultando, pero también bromea… Y, poco a poco, lleva al público asistente a una encrucijada, en que dice: “este tipo no me cae mal, pero al mismo tiempo es un hijo de su madre”. Y ése fue el arranque. Luego, en la manera de trabajar, tenía el texto, todo lo que yo construí respecto a él, los antecedentes que tuve que perfilar claramente… Y, después, me apoyé en los compañeros. Creo que la virtud fundamental de un actor es saber escuchar. Un actor que no sepa escuchar, y que sólo esté pendiente de lo que él dice, es complicado que haga un buen trabajo. Yo he tenido la suerte de trabajar con tres espléndidos compañeros. A Asunción Balaguer, todo el mundo la quiere. Aparte de esas envidiables facultades a sus 88 años, tiene la cabeza absolutamente lúcida; una energía física maravillosa; y, sobre todo, una alegría continua ante la vida. Es una inyección muy grande de optimismo. Es la naturalidad personificada, la verdad… de ella recibes siempre algo nuevo que te enriquece. Con el personaje de mi hijo (que es Liberto en la función) tengo menos escenas, aunque la relación que hay es muy intensa y potente. Y de Liberto, lo que recibo es la fuerza y el dolor que padece su personaje. Y con quien tengo más texto es con Ruth Gabriel. Nunca había coincidido con ella, y ha sido un regalo tenerla en esta función. Me parece que es una de las mejores actrices que tenemos aquí en España. Trabaja con una enorme verdad, es una tranquilidad estar con ella en escena. (Sonríe abiertamente) No puedo separar a Ruth de Luz, y debo tener cuidado en las representaciones para no confundir los nombres. Basta con mirarla a los ojos para recibir de ella todo; y, en ese sentido, mi personaje viene condicionado por la llegada de Luz a su casa. Esa penumbra de fantasmas, de repente se ilumina. Con esos compañeros, la relación que ellos presentan en mí es lo que me enriquece, y hace que la función sea tan apetecible.

Photo Credits: Jesús Martín
Photo Credits: Jesús Martín

 

¿Te preparaste especialmente para encarnar a alguien aquejado de Alzheimer?

 

–          Sí. Tuvimos diferentes asesorías en los ensayos. Concretamente, sobre las patologías de mi personaje, la del doctor Javier Salas. Aparte, en mi familia, mi tía Carmina padeció esa enfermedad, y alguna vez pude visitarla; por lo que tenía datos directos. El doctor Salas me contó mucho sobre la energía física y sus actitudes. Pero el tema de la enfermedad es una pincelada más de mi papel, al que acude únicamente cuando ve cerca algún riesgo.

 

En uno de tus cortos de 2013 (Zombi, de David Moreno) interpretabas a un anciano con un principio de senilidad. ¿Te sirvieron algunos trabajos previos para preparar a Rosales?

 

–          En cuanto a los referentes, hay dos muy cercanos. El que citas, que es una hermosa historia, en la que se tratan temas como el del Alzheimer y el del derecho a una muerte digna. (Echa la mirada a la infinitud del blanco nuclear de la pared) Por cierto, nos decepcionó a todos el que -después de haber sido uno de los cortos más premiados del año- no fuera seleccionado por la Academia para los Goya; y yo lo voté, porque era muy hermoso. Otro Moreno, Fran, con el que rodé otro corto -que está todavía en posproducción y que grabé en Extremadura-… tuve ocasión de enfrentarme con un personaje tremendo, que está aislado en su casa y convive todavía con el cadáver de su mujer. Y también anda en silla de ruedas, como el doctor. (Hace una mueca amable) Recuerdo que las escenas de la escalera se rodaron en Madrid, y era impresionante; porque este personaje caminaba hacia la escalera para lanzarse desde ella, y teníamos unas medidas artesanas de seguridad para sujetarla. Esos han sido los papeles que he interpretado más similares a Rosales. Y, en cuanto a la estabilidad del personaje, hay tres con los que conecta: uno es el rey Basilio, de La vida es sueño, que hice con ese maravilloso hombre de teatro que es Calixto Bieito. El segundo lo encarné bajo la dirección de Ángel Facio, en un texto titulado El reloj, acompañado por cuatro bailarinas del ballet de Cuba. Es un anciano, en una residencia, y muestra un monólogo tremendo, en el que este hombre pasa unas situaciones absolutas de soledad, de irascibilidad y de borrachera. Y, en menor medida, en este teatro (el Fernán Gómez) hice con Joan Ollé Soldados de Salamina, y el personaje de Miralles (el anciano que perdona la vida a Sánchez Mazas), también iba en silla de ruedas y exhibía parecida acritud y sequedad.

Photo Credits: Jesús Martín
Photo Credits: Jesús Martín

 

El título de la obra, tanto el de Una vida robada y como el de La mala memoria, remite claramente a la intención de olvidar, una actitud tristemente célebre asociada a determinadas épocas de la historia de España…

 

–          Sí… Siempre que se habla incluso de La mala memoria, las referencias inmediatas son las que planteas. Y en el caso de esta obra, el tema concreto al que se hace referencia es el del infame comercio de bebés llevado a cabo por curas, enfermeras y médicos en este país, de los años setenta a los noventa. (Se queda segundos pensando) Yo soy un niño de la posguerra, y muy pocas personas de las que lucharon me han contado que ellos causaran muertes. Parece que nadie había hecho la guerra, y en ella estaban todos mis mayores, toda la generación de mis padres y mis abuelos. Pero, no encontraba a nadie que hablara de ello… Cuando algo te horroriza por dentro hay un deseo de olvidar, de tapar. Y en nuestro país, las grandes lagunas de la Transición han pagado el precio tan injusto de borrar a los que fueron maltratados de esa manera tan terrible por la dictadura franquista. Hay que llegar a todos los caminos de reconciliación, respetando siempre a las víctimas y protegiéndolas en todo momento.

 

¿Tienes la sensación de que los medios de comunicación han trivializado demasiado el asunto de los pequeños sustraídos ilegalmente a sus familias?

 

–          Personas que nos han asesorado, y que fueron niños robados, nos decían que les daba vergüenza ver los programas que tocaban el tema, porque descubrieron que había mucha falsedad y mentira. Veían esa tendencia a la falta de respeto y de pudor, al tratar de ofrecer ante el público el dolor y venderlo a cambio de audiencia.

 

Vamos a cambiar un poco de tercio. Recientemente has hecho tus pinitos como modelo, en el montaje fotográfico The Other Life, de Fernando Bayona. ¿Cómo recuerdas la experiencia?

 

–          Muy peculiar. Me vino a través de una actriz y compañera llamada Ana Otero. Me parece que la exposición tenía que ver con PhotoEspaña. Fernando me contó una historia para ver mi reacción. Me dijo que estaba haciendo una serie de fotografías sobre la homosexualidad, y el relato iba sobre un chapero. A él se le había ocurrido reflejar el encuentro de un padre y su hijo en ese mundo: los dos semidesnudos, en una cama… Y la fábula era muy potente pese a sus pocos datos. A mí me pareció una historia muy bonita. Previamente, busqué trabajos suyos y vi que era un espléndido fotógrafo. Así que me sentí muy cómodo, porque las sesiones fueron muy naturales.

Photo Credits: Jesús Martín
Photo Credits: Jesús Martín

 

Se puede afirmar que eres un actor al que no le asustan mucho los límites, ¿existe alguna barrera que nunca traspasarías a nivel profesional?

 

–          Sí, una muy clara. No participaría en ninguna obra en la que se defendieran cosas contrarias a mis ideas fundamentales. Por ejemplo, no colaboraría con ninguna creación machista… Leí una vez en un libro que una mujer decía que no le importaría hacer de fascista en una película en la que el director no lo fuera; y, en cambio, sí le importaría encarnar un personaje de izquierdas en una pieza dirigida por un fascista, y que encima defendiera el fascismo. Mi límite es no hacer nada que vaya en contra de lo que pienso y creo; y una película machista, racista, homofóbica… no… Esto no quiere decir que no haya participado en películas tontorronas, con personajes tontorrones. Pero no atacaban directamente mis pocas y fundamentales ideas de las que estoy seguro.

 

¿Qué le sueles pedir a un papel para que llame tu atención?

 

–          Que sea un personaje de carne y hueso, que se acerque a un ser humano y que pueda darle vida con mis recuerdos, experiencias y sensaciones.

 

¿Cómo se le queda el cuerpo a un profesional de la escena cuando desde el Ministerio de Cultura se pone en tela de juicio la calidad del cine español?

 

–          Duele mucho, porque cuando uno piensa en nuestro actual ministro José Ignacio Wert… (Enciende sus palabras con el sosiego).  Cuando se nombró a Wert como Ministro de Cultura, a mí la verdad es que me parecía un hombre razonable. Pero la imagen que destapó fue la de un gran despropósito. De hecho, es uno de los ministros peor valorados de este gobierno. Y en nuestro campo, el de la Cultura, estamos muy doloridos con este señor, que ha hecho tanto mal. Ese empecinamiento en cargarnos con ese IVA tan brutal ha hecho mucho daño… No te puedes imaginar la cantidad de compañeros que no han podido seguir trabajando… Esa concepción de que la Cultura es un puro entretenimiento no necesario… No entender que una sociedad sin teatro es una sociedad dañada, es privar al pueblo de su conciencia crítica. Tampoco entiende la cantidad de personas que viven de esta industria, y que es una fuente de riqueza para el país… En marzo, vamos a llevar a la calle la Cultura, con mil manifestaciones. Va ser muy especial.

Photo Credits: Teatro Fernán Gómez y Javier Naval
Photo Credits: Teatro Fernán Gómez y Javier Naval

 

Actualmente, tienes en la agenda el rodaje de La novia, de Paula Ortiz. ¿Podrías contarnos algo al respecto?

 

–          Se trata de una versión de Bodas de sangre, de Lorca. Recuerdo que estaba representando esta obra en el Teatro María Guerrero de Madrid, con José Carlos Plaza. En esa ocasión, el montaje estaba muy focalizado hacia la figura de la madre. Paula Ortiz, con quien ya había rodado algunos cortos y De tu ventana a la mía, asistió a una de las representaciones, y salió vibrando. Tres o cuatro años después de eso surge esta segunda película en la carrera de Paula, a través de un productor turco, uno alemán y la productora de ella. La idea es rodar la película parte en La Capadocia y parte en Los Monegros. Y mi personaje es el del padre de la novia, que creo que al final será Inma Cuesta. He leído algo del guión y es muy hermoso… muy lorquiano y peculiar. Creo que va a ser un largometraje importante.

Photo Credits: Teatro Fernán Gómez y Javier Naval
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