Wu Ming llevan su anonimato a la Revolución Francesa
Wu Ming, el colectivo de narradores italianos aparecido en 1999, presentan en España su último trabajo: un libro de aventuras y suspense histórico, titulado El ejército de los sonámbulos (Anagrama).
El grupo de literatos transalpinos elabora una novela coral, ambientada en la época de la Revolución Francesa (siglo XVIII); en la que hay tramas sobre hipnotizadores ambiciosos, y sobre románticos imitadores de Scaramouche.
Los cuatro miembros de la formación (antes, cinco) defienden la liberación absoluta de las cadenas de la autoría, e incluso animan a sus seguidores a bajarse sus obras de manera gratuita, siempre sin fines comerciales y desde su página web.
Los mosqueteros de Wu Ming han nacido mucho después de la Edad Media, pero -en concepción de la autoría de una obra- parecen como insuflados por el espíritu de trascendencia anónima, que inspiró a muchos creadores del medievo.
Las esbeltas catedrales góticas, por ejemplo, elevan sus pináculos a las cumbres celestiales sin firmas individualizadas, como si el trabajo integrado en el edificio respondiera a impulsos favorecidos por una autoridad divina, que rompe tablas con el genio particular.
No parece que el motivo religioso sea lo que ha llevado a Roberto Bui, Giovanni Cattabriga, Luca Di Meo, Federico Guglielmi y Riccardo Pedrini a ocultar sus nombres bajo el ingenioso término con el que los chino-parlantes se refrieren a lo anónimo. Aunque, las consecuencias del acto son similares.
En la era tecnológica, renunciar a los derechos de propiedad intelectual parece una locura; sin embargo, ¿quién puede juzgar las tesis de un movimiento que pregona la ausencia de vanidades en el ámbito literario?
No obstante, llama la atención que la última novela del ahora cuarteto (El ejército de los sonámbulos) responda a un contexto similar al de algunos de los escritos de Alejandro Dumas y Rafael Sabatini: dos maestros del género de aventuras, que no escatimaron esfuerzos a la hora de proclamar su fama mundial a los cuatro vientos.
WU MING Y SU EXTRAÑA FILOSOFÍA
Independientemente de las posibles contradicciones de usos y costumbres que se asocian con el colectivo transalpino, lo que no se puede negar es el innegable efecto de sincronía descriptiva que los escritores consiguen en cada página de El ejército de los sonámbulos.
Ambientada en los turbulentos años de la Revolución Francesa, precisamente en el período más sanguinario del alzamiento popular de finales del siglo XVIII, la novela presume de una estructura humana coral y heterogénea, en la que es posible identificar -si se hace un análisis profundo a lo largo de su evolución- más de un género y estilo.
En la trama central hay posibilidad de elegir varios caminos, todos ellos confluyentes en el terror propiciado por la guillotina, y por la incertidumbre que despertaba en los ciudadanos el inminente ajusticiamiento del rey Luis XVI.
Por un lado, está Orphée d’ Amblanc: un peculiar médico, que juega a ser Cagliostro con las técnicas hipnotizadoras de Mesmer.
En otra esfera se halla Marie Nozière: una madre de familia que se desvive por sus vástagos, y que sueña con un mundo de igualdad entre clases y sexos.
Y, por último, el lector tiene la oportunidad de subirse a lomos de las aventuras del actor Leonida Modonesi, quien ha recalado en Francia con el fin de localizar a su anciano ídolo: Goldoni. Un viaje que le dará la ocasión de vestir los ropajes de Scaramouche, y de enfrentarse a una posible conspiración de los aristócratas para salvar al monarca Capeto.
Una prosa desenfadada, mucha narración directa y audiovisual, y un claro sentido de recoger elementos de la lírica trovadoresca para aplicarlos a la novela, hacen que el libro se perciba como una película en movimiento continuo, sin casi espacio para las pausas o las treguas.
Todo esto convierte a El ejército de los sonámbulos en un buen texto para leer en la playa, mientras se sueña con un tiempo pretérito de duelos a espada y caballeros escondidos tras máscaras heroicas….y con el mar de fondo… susurrando…