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“… To the Eyes of the Man of Imagination/ Nature is Imagination itself/ As a man is, So he Sees/ As the Eye os formed, such me are its Powers.” (“… para los ojos de la persona con imaginación/ la Naturaleza es imaginación en sí misma/ Así como un hombre es, ve/ Así como el ojo es formado/ Así es como sus potencias quedan establecidas”). Estas palabras, redactadas por el artista total nacido en Londres, pertenecen a la carta dirigida al Dr. Trustler, en 1799; y en ellas se entrevén las obsesiones visuales de un hombre dominado por la angustia celestial, por la fiereza creativa de alguien que departía con ángeles y demonios, con mundos cambiantes y llamas eternas. Este individuo de múltiples aristas conceptuales, comprometido con sus sueños de apocalipsis terrenales e inmanentes, es el protagonista absoluto de una magna exposición, que inundará el selvático edificio Caixaforum de Madrid con sus pinturas, grabados y dibujos robados a las emulsiones demoniacas -y emborronados con las alas de seres asexuados- desde el próximo 4 de julio al 21 de octubre.
William Blake es el título de tan especial exhibición, que compone un intrincado paisajismo sobrenatural a través de más de ochenta obras procedentes de la Tate Britain. El Arte, en su vertiente más fantástica y poética, tuvo en este vástago capitalino uno de sus máximos exponentes a lo largo de todo su arco existencial (periodo comprendido entre 1757 y 1827); y lo enriqueció humedecido en paletas sobre aprendizajes excelsos y sorprendentes alucinaciones de tinte espiritual.
Cuentan sus biógrafos que Blake bebió en su juventud de los cauces rígidos y milimétricos del dibujo clásico; pautas de perfección con las que dotó de realidad física a las ánimas de carboncillo que se le aparecían en los lugares más insospechados. Rostros de canon helenístico que obligaron al entonces muchacho a buscar su talento en las copias voluntarias de las estatuas y murales procedentes de la antigüedad.
Criado en el seno de una familia altamente religiosa, William se relacionó con las interpretaciones y lecturas de La Biblia desde la cuna, como si de la papilla diaria se tratara; lo que le granjeó un pensamiento acogido a los salmos, aunque sus preferencias fueran más hacia una identificación plena con el mensaje redentor del Jesucristo del Nuevo Testamento que con la capacidad castigadora y dogmática del Dios de los primeros libros evangélicos. De esta manera, el londinense se propuso construir todo un cosmos de simbologías de carácter divino con el que escenificar sus percepciones paradisíacas o pesadillescas; universo paralelo a lo palpable y mundano que diseñó a partit de las líneas y soluciones plásticas de maestros como Rafael, Miguel Ángel y Alberto Durero.
Tradición y ansias por desbordar sentimientos y emociones, en la mayoría de las ocasiones por encima de la mera realidad, se convirtieron en los ejes de coordenadas para encuadrar la variante pictórica y literaria de este personaje, cuyo anhelo era acercarse a la divinidad con el armamento de un simple homínido. Como arsenal de mano, la filosofía unitaria -a la que se adscribió conscientemente- fue uno de los muchos vehículos utilizados por Blake para consignar su discurso, tanto el de paleta como el de tinta y papel.
Ilustrador y grabador portentoso (sus aguafuertes y acuarelas pensadas para las ediciones de textos como La Divina Comedia y poemarios de su autoría, como Canciones de la experiencia, son claros ejemplos de su genialidad en este campo), el escritor de Poetical Sketches fue el estilete libertario de la intelectualidad adocenada de su época. Un papel de rupturista consumado no exento de polémica, que desarrolló sus dotes ante el lienzo y la lámina después de digerir las lecciones impartidas por James Basire, y tras su paso huracanado por La Royal Academy.
Tal era caudal imaginativo de WB, que este proclamado hechicero de la anatomía -alumbrado en la urbe del Támesis– produjo su propia cosmología, basada en unos mitos que luchaban por defender el duelo continuo entre el Bien y el Mal, entre los enviados por el Supremo Hacedor y los sicarios de Satán.
Aunque no sería justo que los espectadores solamente buscaran los elementos religiosos o místicos en la muestra de la Villa y Corte; ya que Blake también fue un apasionado guerrero contra las injusticias sociales, siempre en apoyo de los más desfavorecidos por el reparto del capital (una postura que le llevó a recibir con esperanza movimientos como los de la revolución francesa y la independencia de las colonias americanas).
El centro Caixaforum pretenderá por eso transmitir a los visitantes de una manera totalitaria la energía y la fiereza humana de este especial pintor y rapsoda, probablemente uno de los nombres más importantes en la historia de la plástica anglosajona. Con el objetivo puesto en mostrar la figura reivindicativa y ajena a catalogaciones restrictivas del compatriota de Shakespeare, la institución madrileña completará la contundencia de la producción visual del ilustre británico con un recital lírico de algunos de los versos destilados por el londinense. Acto que coordinará -el 5 de julio- Antoni Marí, profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra a la vez de poeta.
Más información y horarios en http://www.agendacentroobrasociallacaixa.es
