Snoop Dogg poda el seto del hip-hop
Snoop Dogg pone a la venta el disco número trece de su carrera. Bush es un trabajo de etiqueta reservada, en el que se nota el influjo mayúsculo de Pharrell Williams (productor único de la obra).
Las más de cuatro décadas de rabia callejera que agrietan las estrofas del hip-hop y del rap han empezado a acomodar su vitriólico lirismo, en el colchón de las producciones cuidadas.
Eminem, Jay Z y Kanye West son claros ejemplos de esa socialización en pos de la elegancia, con la que se ha ido arropando un género que -en su nuevo curso- se ha dejado seducir con suma prestancia por estilos tan amplios como el R&B, el funk y el soul. Dentro de esa escuela ingeniosa de raperos de guante blanco, Snoop Dogg se ha convertido en uno de los referentes más distinguidos.
El otrora delincuente juvenil nacido en Long Beach ha conseguido la fama internacional gracias a sus letras inspiradas y autobiográficas, al tiempo que su rostro se hacía popular tras participar en numerosas películas de Hollywood.
A punto de cumplir cuarenta y cuatro otoños (su aniversario es en octubre), Calvin Cordozar Broadus Jr. acaba de lanzar al mercado su decimotercer álbum de estudio: Bush (Doggystyle, I Am Other y Columbia Records). Un disco a diez cortes en el que se nota la presencia como productor del exitoso y coherente Pharrell Williams.
SNOOP DOGG QUITA TRALLA A SUS MENSAJES
Monocorde en sus cumbres sonoras, y voluntariamente rebajado en ingredientes hip-hop, el compacto muestra un fresco definido por las sinfonías discotequeras, y por el lujo en sus cadencias de laboratorio. Todo para complacer a un grupo de colaboradores proveniente de mundos bastante alejados del universo natural de Snoop Dogg, y a los que el cantante recibe con la cordialidad de los anfitriones generosos.
Así se atisba en el tema que abre el trabajo, una balada de club vip en la que lo mejor lo pone la inconfundible voz (sin olvidar su mítica armónica) de Stevie Wonder. El legendario intérprete de You Are The Sunshine Of My Life ofrece a SD una apertura de calidad, traducida ingeniosamente en el tema -con atmósfera a lo blaxploitation– bautizado California Roll.
Si con Mr. Wonder, el responsable de Chronic explora las contorsiones del funk setentero; con Charlie Wilson (el portentoso vocalista de The Gap Band) hace lo propio con el R&B. No obstante, los resultados del track Peaches N Cream se antojan como un tanto diluidos, ahogados en unos paisajes psicodélicos que no casan con la pureza del timbre de ChW.
De forma más comprensibles quedan diseñadas las aportaciones de los raperos T.J. (Clifford Joseph Harris Jr.), Kendrick Lamar y Rick Ross. Con ellos, Snoop Dogg graba dos de las canciones con más pegada de Bush: Edibles y la apasionada I’m Ya Dogg.
Gwen Stefani (proveniente de la banda No Doubt) cierra el apartado de las invitaciones estelares, con su femenina dicción planeando por los surcos del tema Run Away.
Seis acomodos estilísticos que, sin embargo, no cambian el leitmotiv en las composiciones restantes. Sensaciones coincidentes que parecen sumir a Bush en un desarrollo sin apenas movimiento perceptible, sin cambios de sentido o pirulas traviesas a mitad de carretera.
Pharrell Williams alarga de esta manera su presencia por la totalidad del producto, y deja la rebeldía callejera del hip-hop encerrada en las habitaciones tapizadas de los hoteles de moda. Un lugar donde Snoop Dogg parece estar a las mil maravillas, y en el que puede desplegar su objetivo en pos de ir más allá de las rimas intuitivas. Cosas del estrellato…
Vídeo del tema “Peaches N Cream“, de Snoop Dogg y Charlie Wilson. SnoopDoggVEVO
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