Sara Baras danza con Medusa
Sara Baras estrena, en el 60 Festival de Teatro Clásico de Mérida, “Medusa, la guardiana“. Un espectáculo donde la bailaora mezcla el misterio de la mitología griega con la magia del flamenco.
Taconeos de polvo con sedosos volantes electrizan el Teatro Romano de Mérida, mientras el veneno de las serpientes más mortíferas amenaza con inundar las arterias de los humanos.
Una simple mirada a la hermana Gorgona, y la piel de cualquier espectador se transmuta inmediatamente en dura piedra castigada por los dioses, emponzoñada por la mujer maldita del Egeo.
Medusa adquiere talle de bailaora en estado de descomposición a cada requiebro de guitarra, sin capacidad para interponer un mínimo ruego con el que pedir perdón a Atenea; la cual está enfadada con su antigua sacerdotisa por haber entregado su virginidad a la fuerza.
En el juicio de la intratable diosa guerrera, la violación de la hija de Forcis y Ceto (según textos, también llamados Tifón y Equidna) a manos del lujurioso Poseidón señalaba -con inexplicable determinación- a la víctima del asalto como única culpable del mismo.
Y la sentencia que le otorgó el Olimpo a la pariente de Esteno y Euríale fue la de vivir el resto de sus días desterrada en una isla, convertida en un monstruo al que nadie podría mirar a los ojos; ya que, si alguien lo hacía, éste corría el riesgo de metamorfosearse en una estatua de pétreo elemento.
El infierno inexplicable que padeció la heroína inmortalizada por Ovidio y Píndaro, destrozada por Atenea y su sed de venganza, llamó poderosamente la atención de la creativa Sara Baras (Cádiz, 1971), quien no dudó en aceptar el reto para llevar a escena la trágica historia de la señora conocida como la guardiana.
SARA BARAS Y LA FURIA DE LOS TITANES
Hasta el próximo 13 de julio, la gaditana será el rostro de Medusa, en el homónimo espectáculo programado para alimentar la 60 edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida, que dirige una vez más el incombustible Jesús Cimarro.
Con la noche cayendo sobre el escenario, cual si fuera el negro manto de Zeus alentando las volteretas de la fémina de los cabellos venenosos, Baras asimila un libreto hecho de cuerdas de guitarras apasionadas, chelos de coros visionarios y percusiones de pasos con destinos truncados por la fatalidad.
No obstante, y a pesar de que a primera vista pudiera parecer que el montaje se fuera a nutrir de números tan viscerales como aislados, el ballet que dirige la artista andaluza somete su virtuosismo atlético a los vaivenes de una narración lineal, en la que comparece el relato de Medusa en su totalidad: desde que era una virginal sacerdotisa de Atenea, hasta perder su belleza y gracia por el vil acto de Poseidón.
Baras toma las riendas de una interpretación compleja y deslumbrante, en la que pasa de la naturalidad femenina de una ninfa inocente a transformarse en un monstruo horripilante, al que temen todos los que osan pisar el terreno en el que la desconsolada dama llora su nula fortuna en la vida.
Padecimiento con ritmo de madera y metal que verá su final cuando Perseo le corte la cabeza, arrastrado por el deseo de salvar a su madre de la muerte, y manipulado por la injusta Atenea y el juguetón Zeus.
Las coreografías de José Serrano se someten sin rebeldía alguna a la dictadura de las melancólicas lágrimas traducidas por la guitarra de Keko Baldomero y Andrés Martínez: pareja excepcional de poetas melódicos que telonean con singular hondura al chelo de Ivo Cortés, las percusiones de Antonio Suárez y Manuel Muñoz “Pájaro”, y a los sonidos envolventes de Audio Machine.
Unos ingredientes necesarios que llevan en volandas las palabras configuradas por Javier Ruibal, y los compases carnales y emocionados de Baras, José Serrano (Perseo), Juan Carlos Vellido (La Conciencia), Carmen Camacho (Atenea) y David Martín (Poseidón), entre otros.
Todos ellos construyen un laberinto de intenciones audiovisuales hipnóticas, sólo para asegurarse de que la mirada de Medusa cause pavor a la vez que ternura, incluso si el precio a pagar por el visitante es el de abandonar la blanda epidermis por el árido tacto de las piedras que imaginaron Ovidio y Píndaro.
Más información, entradas y horarios en http://www.festivaldemerida.es