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Mientras la mayoría de sus colegas de profesión se empeñan en desvestir sus sentimientos, con dardos líricos de dolorosa autobiografía; esta moscovita de nacimiento (y neoyorquina de adopción) prefiere sumergirse en el pozo insondable de su imaginación a la hora de componer, para fantasear sobre paisajes casi extraídos de un relato de Bradbury o de K. Dick, y proponer a través de sus visiones viajes por una zona en la que realidad y ficción se contorsionan en esculturas de videodrome. Ese inidentificado material es el que la hija de un fotógrafo y una profesora de música herederos de la Perestroika exhibe en cada uno de sus discos de amalgamas diversas y ácratas sinfonías; una producción de brillos baladistas sin bautismo pretendido que la treintañera presentará en el Teatro Circo Price de la city del Oso y el Madroño, el próximo 9 de julio a las 20:30 horas, dentro de la programación de los Veranos de la Villa.
Aunque Regina Spektor (Moscú, 1980) ha revelado más bien poco respecto al repertorio que podrán degustar los asistentes, lo que está claro es que sonarán las piezas más destacadas de su última obra –sexto trabajo grabado en Los Ángeles, bajo el arrope de los sellos Sire y Warner-, en una especie de conjura sobre el amor y la muerte que, si no fuera por los sonidos más eléctricos y metaleros, podría remitir a una sesión romántica patrocinada por el perturbador círculo de Lord Byron.
What We Saw From The Cheap Seats (Lo que vimos desde las butacas baratas) es el título del esperado CD de esta señora de piel marmórea e intenciones libertarias, que se crió entre los algodones pautados de Mozart, Chopin y Rachmaninoff; aunque su adolescencia endureciera el colchón de las influencias a base de muelles suburbanos de la estela indie, como los propiciados por Radiohead y el inigualable Tom Waits. Los once cortes que ordena el disco –la mayoría de ellos rescatados de su propio material y remasterizados a conciencia, y otros capturados del repertorio de amiguetes, como The Prayer of François Villon y Old Jacket, que versiona en ruso y que se corresponden con Musas Moiltva y Stariy Pedjak, de Bulat Okudzheva– montan un engranaje de frescos descorazonadores, a la vez que de inspiración multiétnica; cual libro de oraciones en el que los géneros pierden su sentido de la pureza a borrón de pentagrama.
Trascendental para la concertista fue el año en que ella y sus familiares salieron de la vieja Rusia, para buscar horizontes de grandeza (o simplemente de pacíficas mareas) enclavados en un cubículo del barrio del Bronx, icono de ciudadanía occidental situado en la urbe del Empire State. Allí, la joven Regina comenzó a tomar constancia del pulso artístico de Nueva York, estableciendo un curso acelerado de aprendizaje con vuelos sin motor por el folk, el jazz, el rock y el blues. Lecciones de bares con tarima, y sudor atmosférico, que le sirvieron -entre otras cosas- para conocer a Julian Casablancas, e iniciar una amistad que la llevó a ser telonera de The Strokes en algunos de sus directos, y a grabar el hit Modern Girls and Old Fashion Men.
Aunque el reconocimiento absoluto se le apareció a RS cuando una de sus trovas de aire mítico fue elegida para engrosar la banda sonora de la película Las crónicas de Narnia: el Príncipe Caspian (2008). El mencionado track fue bautizado como The Call, y dio pie para la inclusión de otra letra más de la ex soviética: Far. El rodaje de la cinta en salas de todo el globo terráqueo supuso que los espectadores tomaran constancia del eclecticismo creativo de la intérprete rusa, y favoreció el hecho de que sus discos fueran admirados por una clase de clientela mucho más numerosa que la alcanzada con su debut profesional en 11:11, acaecido en 2001.
Pero esta fama tamizada no ha modificado para nada el código genético de Spektor. De esta manera, la chica no se corta un pelo en su último álbum a la hora de mezclar, sin excesiva preocupación racionalista, himnos de ausencia textual y onomatopeyas con ciertas implicaciones positivistas (Small Town Moon), arriesgadas tamborradas de ensordecedoras aplicaciones (Oh, Marcello), homenajes alumbrados al calor de los juegos idiomáticos (Don’t Let Me Be Misunderstood, según la song original de Nina Simone) o excursiones falsamanete analíticas por el escaparate de la actualidad (Ballad For A Politician).
Como avanzadilla de What We Saw From The Cheap Seats, Regina lanzó hace unos meses al mercado el asfixiante All The Rowboats: un poema en clave de Kate Bush, en donde huye figuradamente de las constantes marítimas; mientras pregona que el arte de los museos está tan muerto como los cuerpos de un camposanto.
Enérgica, multidisciplinar, pianista más que notable, exploradora de melodías… estas y otras muchas emociones son las que inundarán el Teatro Circo Price desde la primera nota de un concierto en el que la propia pareja de la solista (Jack Dishel, que se presenta en sociedad como Only Son) actúa en el papel de telonero.
Más información en http://www.teatrocircoprice.es y http://www.reginaspektor.com
