Picasso gana el pulso a la muerte
El Museo Picasso de Barcelona dedica una amplia muestra a la influencia en el Arte de Pablo Picasso, a partir de su defunción en 1973.
Vencer a “La pelona” y aposentarse en el vagón de la existencia, aún sin boleto validado por la empresa de los vivos.
Muchos hombres y mujeres sueñan con ese ticket de inmortalidad y fama permanente, un salvoconducto con el que agarrarse a los huesos y las retinas de las generaciones posteriores. Pero sólo unos pocos lo consiguen.
Dentro de ese grupo de seres que han trascendido del cuerpo y la carne, bien podría citarse las paletas nunca secas de Velázquez, Goya, Rembrandt, Rubens, Van Gogh, Cézanne, Leonardo Da Vinci, Rafael, Tiziano… Ejército de veladuras sanguinarias, tinieblas cromáticas, brumas sinuosas y líneas infinitas, en el que Pablo Ruiz Picasso ejerce el cargo de mariscal.
Cuarenta y un años después de la desaparición del artista malagueño (ocurrida un 8 de abril de 1973) el Museo Picasso de Barcelona (Montcada 15- 23) levanta una intensa exhibición al pintor del Guernica, con la peculiaridad de que no son sus pinceles los que hablan visualmente de su trabajo; sino las materializaciones plásticas de un multiétnico mosaico de creadores, cuyas piezas están fechadas a partir de 1973.
PICASSO VIVE EN EL SUBCONSCIENTE DEL ARTE
Un total de cincuenta ocho obras componen el bosque titánico montado por el experto Michael FitzGerald (catedrático de Bellas Artes en El Trinity College de Hartford, en Estados Unidos); y que, bajo el título de Post-Picasso: Reacciones contemporáneas, intenta explicar la herencia dejada por el genial cubista.
A modo de Torre de Babel con pilares de imágenes y perspectivas desestructuradas, los sueños que cuelgan de la institución catalana hablan un lenguaje compartido, unido en el corazón por los impulsos imaginados que motivaron a Picasso en sus días de juventud, madurez y ancianidad.
Procedentes de los cinco continentes, los figurados hijos del autor de El arlequín portan firmas de reconocido marchamo galerístico, rúbricas en las que se puede leer los nombres de Jasper Johns, Sean Scully, M. F. Hussain, Rineke Dijkstra, Guillermo Kuitca, Fred Wilson o Ibrahim el-Salahi. Fiel catálogo de diversidad geográfica donde Argentina, Holanda, Estados Unidos, Sudán, Irak, Australia… juntan sus visiones para dotar de naturaleza metamorfoseada a las ideas vertidas en lienzos tan determinantes como El Guernica o Las señoritas de Avignon.
En definitiva, un campo de tinturas sabias y respetuosas con las vanguardias de principios del siglo XX como denominador común, que adquiere profundidad de trementina sajada en pigmentos de intemporalidad, de la mano de gente como el teutón Georg Baselitz y el brasileño Vik Muniz.
Hasta el próximo 29 de junio, Barcelona albergará esta peculiar exposición, en la que el homenajeado no comparece con la vanidad de sus evocaciones de atelier y caballete; sino que son sus correligionarios los que se acercan a la palestra de la colectividad, para contar lo que sienten ante las figuras imaginadas por Picasso… lo que palparon a través de sus aglutinaciones acuosas… las lágrimas que derramaron frente a la deformación consciente de los rostros y los paisajes…
Bien en su etapa de rosas y azules dramatizados y calladamente humanos o desde el amasijo de hebras antibelicistas que supone El Guernica (incluso en los últimos años antes de su fallecimiento, en los que las etapas acumuladas arañaron concavidades de fantasías innovadoras), la mano del histórico compañero de Georges Braque y Juan Gris dibuja su sombra con los pliegues de un espíritu poderoso, ajeno a los olvidos y a las páginas en blanco.
Más información en http://www.museupicasso.bcn.cat/es/exposiciones/encurso.html