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Mucho antes de que la novela negra procedente de Escandinavia se convirtiera en una factoría de volúmenes impresos y crímenes en las esquinas, una pareja de escritores testó el horizonte con un atípico policía de ficción llegado del frío (justo como el espía de John Le Carré, aunque con menos querencia a mantener los secretos oficiales). Martin Beck no era un tipo especialmente aguerrido, ni siquiera atlético; sino un individuo a lo inspector Maigret: con sangre de mediador social, y arrugas de compromiso político. Sus aventuras nunca fueron como las de Harry Bosch, y sus piruetas literarias no gozaron en ninguno de los casos del poder mediático de las de Kurt Wallander; pero su discurso siempre estuvo presidido por la normalidad de lo creíble (señas de identidad que hacen de los diez títulos, protagonizados por el agente de mediana edad y físico de andar por casa, reglamentarios alegatos sobre los condicionantes genéticos de los detectives emigrados desde el lejano Norte de Odin).
De 1965 a 1975, Maj Sjöwall (Estocolmo, 1935) y Per Wahlöö (Gotembrugo, 1926- Malmoe, 1975) dotaron de palabras, ingenio y cansancio al mencionado servidor de la ley. Y con sus párrafos borrachos de decadencia emocional dibujaron una enérgica y precisa saga, que acabó sus días de tinta y papel con la muerte por cáncer de páncreas de Wahlöö. Sin embargo, este fatídico hecho no acalló la voz de la imaginativa pareja, sino que incentivó la leyenda de su genio compartido, de su habilidad para construir un universo crítico con respecto a la sociedad de la falsa opulencia socialdemócrata: cuyo ideario de sueño en alza experimentó Suecia durante los años sesenta y comienzos de los setenta.
Fiel a ese espíritu por tomar nota de los errores entre los bastidores del publicitado y teatrero triunfalismo nacional, Los terroristas (la entrega que finiquitó prematuramente el curso narrativo de Beck y su brigada) sale nuevamente al mercado español para exhibir su capacidad como documento vivo y actualizado, en medio de una Europa que sufre en 2013 muchas de las contradicciones emocionales que este par de creadores de la tierra de los vikingos observó en su momento. Misma carcoma generacional que hiere los cimientos de un Viejo Continente con artritis y capitalistas caducos, carente de la posibilidad para curar su mal sin recurrir a un liberalismo económico deshumanizado y quirúrgico.
Una cuidada edición llevada a cabo por RBA da cuenta del que es considerado como el mejor de los relatos surgidos de la experiencia compartida a 24 horas por Sjöwall y Wahlöö, un viaje argumental sin cinturón de seguridad hacia los intestinos de una organización asesina, cuando ésta planea acabar con la existencia de un mandatario de América del Sur en su gira por el país de Henning Mankell. La realidad y la ficción se funden de esta manera en un laberinto que desemboca en preguntas tales como: ¿quién es el verdadero homicida en un mundo de sospechosos? A la par de otra que versa sobre si es más culpable un mandatario injusto, con muertes anónimas bajo su conciencia, o los que pretenden liberarse de su yugo de una manera condenada por las normas internacionales.
Entregado a las reflexiones más allá de las luces del espectáculo, Los terroristas es un texto que adquiere la profundidad de un testamento elocuente y dramático, en el que se pone en jaque la herencia intoxicada por los coletazos de la postguerra, y se da un mensaje de alarma con respecto a la perversión de los poderes ejecutivos. Estos pensamientos cruzan constantemente el cerebro del experto detective Beck, cuando debe tomar la decisión de salvar a un tipo que bien podría acabar con la estabilidad de la torre de marfil sueca, en caso de cometerse el supuesto magnicidio; al tiempo que toma constancia de los sufrimientos de una chica idealista que intenta luchar con sus armas contra el abatimiento de las libertades fundamentales.
En una reciente visita a España, la ya anciana Sjöwall recordó la intensidad con la que ella y su pareja sentimental y creativa sentían los sofocos y vaivenes de su patria en la era de los bloques y la Guerra Fría. Ellos, como militantes activos del Partido Comunista, denunciaron con sus novelas y posicionamiento el oscuro futuro que esperaba -según su modesta opinión- a la cuna de Abba y al resto de sus socios en la aún tambaleante Europa (des)unida. Característica anímica de sus relatos que, sin embargo, la citada autora no observa (a tenor de sus declaraciones en Barcelona) entre los que se han proclamado sus herederos editoriales. Sin ganas para reclamar un protagonismo excesivo, la mitad cerebral de la excelente Roseanna se quejó de la falta de compromiso de los llamados superventas made in Sweden de la actualidad. A los que les echó en cara su falta de reflexión y profundidad en las temáticas que tratan.
Sin duda, los tiempos en los que Martin Beck patrullaba a través de las avenidas quemadas por la nieve de Estocolmo eran distintos a los de tecnología superlativa por los que transitan Patrick Hedström y Anders Knutas. La flora y la fauna han cambiado demasiado con las décadas, y ya son otros los vientos que azotan la fisonomía del gigante nórdico. Un paisaje de revolución en ciernes donde el inspector orquestado por Maj y Per siempre conservará su piel de crítico racional e incómodo, reconocible por la sombra grisácea de un Nostradamus propio del fenecido siglo XX.
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http://www.sellorba.com/los-terroristas-maj-sjowall_per-wahloo_libro-OAF1777-es.html
