Louisa May Alcott y sus misterios
Louisa May Alcott se revela como autora de intriga con la edición de su texto inédito en español titulado “Un cuento de enfermera” (Editorial Funambulista).
Una granítica mansión, una familia tocada por la tragedia, una niña con una extraña enfermedad mental, y una cuidadora con el coraje necesario como para investigar las claves ocultas de los Carruth.
Aunque a muchos les pueda parecer raro, estos elementos no conforman ningún texto del Henry James de Otra vuelta de tuerca, ni del Wilkie Collins de La mujer de blanco.
Tales pistas literarias corresponden a la trama argumental de Un cuento de enfermera. Un relato escrito por la normalmente jovial Louisa May Alcott (Germantown, Pensilvania, Estados Unidos, 1832- Boston, 1888), que la editorial Funambulista acaba de publicar con la eficaz traducción de Jorge Rus.
LOUISA MAY ALCOTT JUEGA CON LA INTRIGA
Elaborada en 1871, este breve volumen supone un paso más para profundizar en la obra de la autora de Rosa en flor. Una señora con ansias ilimitadas de conocimiento, que se convirtió en el azote del machismo norteamericano del siglo XIX, a través de sus sonoras campañas en favor del sufragio universal.
Lucha sin cuartel por sus compañeras de género que la hija del filósofo y utópico Amos Bronson Alcott alternó con sus denodados esfuerzos por acabar con la esclavitud en los estados del sur.
Cuando alguien se acerca a la producción de la responsable de la entretenida novela Una muchacha anticuada, lo primero que salta a la mente son los vasos comunicantes que ésta presentaba con Josephine, una de las hijas de la familia March que protagonizó su best-seller Mujercitas. Sin embargo, Louisa May poseía un trasfondo mucho más turbulento que el desarrollado por la traviesa Jo (su personaje más famoso e idealizado).
Después de comprobar en la Guerra de Secesión la agonía de los combatientes (la narradora ejerció como voluntaria de enfermería en Georgetown), la célebre escritora no pudo por menos que sacar parte de la oscuridad que había presenciado.
Y lo hizo mediante su pluma, en su magnífica recopilación de recuerdos titulada Apuntes del hospital y en este Un Cuento de enfermera, que aparece estos días trasladado al idioma de Cervantes.
Visto así, no es de extrañar la clara inspiración casi gótica que pivota por la atmósfera del libro, surgido de las decepciones de la autora más que de sus alegrías de tintes primaverales.
Pero no se trata de una prosa de fantasmagóricos trazos, al estilo de Emily Brontë o de su compatriota Edgar Allan Poe; sino que el asunto en manos de Alcott corre más parejo a la incertidumbre sutilmente domesticada, en continuo paseo por un sendero mucho menos intrincado que el propuesto por Brontë y Poe.
Pese a que a primera vista pueda hallarse cierta similitud con el espinoso paisajismo humano de Jane Eyre, la obra maestra de Charlotte Brontë; esta historia de LMA remite más certeramente a los lindes cautos de una excelente creadora, a la que le gusta controlar las riendas de sus hijos de papel en cada párrafo y a cada línea.
Contadas en primera persona (como si la heroína, Kate Snow, se vislumbrara como alter ego autorizado de la propia Alcott), las aventuras de la cuidadora de la inestable Elinor Carruth devienen en una carrera incesante por averiguar el motivo de la fragilidad mental de la pequeña.
Con esta protagonista, la discípula de David Thoreau se adentra en un laberinto de miedos y revelaciones, en el que la figura del ambiguo Robert Steel adquiere la presencia de un peligroso enemigo.
Un engranaje envolvente que sirve misterio en estado puro. Especia que hace de Un cuento de enfermera un ejemplo bastante notable de la versatilidad de esta literata nacida antes de tiempo, a la que siempre le interesó sobremanera el estudio de lo que hay más allá de la experiencia sensible.
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