Barry Manilow anima a soñar
Barry Manilow saca al mercado su última creación discográfica: “Night Songs“. Un álbum en el que el neoyorquino interpreta muchos de sus temas preferidos.
Un piano de cola y su potente voz. Con estos simples elementos, el compositor de Mandy dominó la escena melódica estadounidense desde mediados de los setenta a principios de los ochenta.
En su contra estaba su incapacidad para mover legiones de fans de las de idolatría de carpeta y póster camero, debido sobretodo a su aspecto físico.
Pero a su favor se hallaba un background musical envidiable, que le otorgaba patente de corso para transitar a sus anchas por el pop, el rock, el jazz, el blues e incluso el góspel; avalado con la continua garantía de la calidad asegurada.
Barry Manilow (Nueva York, 1943) regresa a los escenarios (si es que alguna vez los abandonó) con un nuevo trabajo bajo el brazo.
Una pieza de exquisito gusto interpretativo y atmósferas hipnotizadoras que lleva por título Night Songs.
BARRY MANILOW Y SUS CLÁSICOS MODERNOS
Las dieciséis canciones que completan la obra más nocturna del autor de Copacabana hablan de las memorias heredadas de un compositor y cantante al que siempre le ha gustado engrandecer la figura de sus mentores.
Maestros de los pentagramas y las trovas que responden a los celebérrimos nombres de Frank Sinatra, Sammy Cahn, Oscar Levant, Edward Heyman, Liza Minnelli, Judy Garland, Peggy Lee, Perry Como o Leonard Bernstein.
Todos estos creadores tienen su espacio reservado en los surcos de Night Songs, y con ellos Manilow imagina la nana de sus raíces sonoras, un cancionero de veladuras orquestales ante el que el vecino del Empire State Building rinde pleitesía a través de su privilegiada garganta.
Versionados por el inconfundible timbre de Barry Alan Pincus, los edredones cariñosos contenidos en I Fall In Love Too Easily se transforman en sueños de playas desiertas; los acordes desintegradores de You’re Getting To Be A Habit With Me adquieren aires de declaración oficial y dionisíaca; y las conocidas notas de But Not For Me toman presencia de desconsuelo esperanzador.
Manilow conserva el gran parte del caudal imaginativo que le ayudó a ser una de las estrellas más rutilantes del espectáculo hace unos cuarenta años, cuando el polifacético singer compartía podio y bambalinas con Burt Bacharach, Bruce Springsteen, Michael Jackson, Diana Ross o la genuina Dionne Warwick.
Pero esos tiempos han quedado en los estantes polvorientos de un pretérito apergaminado, y el responsable de Can’t Smile Without You (tema que la banda sonora de Hell Boy volvió a poner de moda) no es de los que se quedan mirando por el espejo retrovisor de su existencia.
A tal efecto, y a sus setenta años recién cumplidos, el estadounidense anda embarcado en una intensa gira por su país; a la vez de ser el adalid de una campaña de ayuda a los niños sin recursos, para que los pequeños tengan acceso al aprendizaje de la música.
The Music Project es el emblema bajo el que Barry ha impulsado esta propuesta, para la cual pide donativos desde su página web.
Las décadas quemadas por los calendarios invisibles de lo vivido hacen que Night Songs se perciba erróneamente como el producto de una antigua gloria de los discos de vinilo, los pantalones campana y los peinados lacados hasta en el cogote.
Sin embargo, cuando se dejan de lado las habitualmente limitadoras etiquetas de los sabios de medio pelo, lo que acontece ante los oídos es la pasión enérgica y sincera de un sujeto que ha construido su personaje con carne de sensaciones y esqueleto de musas etéreas.
Más información en http://www.barrymanilow.com