Los victorianos dejan huella
Los victorianos de los pinceles llegan al Museo Thyssen Bornemisza de Madrid de la mano del coleccionista mexicano Juan Antonio Pérez Simón, con la exhibición de sus mejores obras.
El siglo XIX fue una centuria de contrastes: una neblina social compuesta por diez décadas, en las que los borrones bélicos perjuraban en grises con las segmentaciones traumáticas de la pirámide existencial.
Dentro de esos años de luces y sombras, hubo tiempo para la formación y derrumbe de algunos imperios, engalanar la sastrería del pensamiento marxista, decorar con hollín la Revolución Industrial, o dar aire a las vanguardias de los magisterios bohemios.
Un sinfín de actividades en las que Gran Bretaña obtuvo un papel como invitado vip.
Las islas delimitadas geográficamente por los romanos y la mitología artúrica experimentaron una nueva juventud en esa época, coincidente con el advenimiento al trono de la Reina Victoria (coronada en 1838 y apoltronada en el sillón de mando hasta su muerte, acaecida en 1901).
Período de esplendor económico y político que dio origen al denominado lapso victoriano.
Asociado normalmente con un puritanismo de puertas hacia afuera (exportable a cualquier antigua colonia del imperio, como lo demostró con su influencia sobre los intelectuales del norte de USA), estos lustros de moral a caldo reseco otorgaron una forma determinada de pensar, sentir, actuar y de crear. Lienzo de connotaciones rígidas que alargó sus tentáculos a la pintura.
Carentes del dramatismo de los neoclásicos franceses, y con la asunción ingenua y perfeccionista de los prerrafaelitas, los máximos exponentes de esta corriente plástica nominada como la Reina Victoria han atraído desde siempre al millonario mexicano Juan Antonio Pérez Simón (socio destacado del también rico por antonomasia Carlos Slim).
Una obsesión que derivó en la acumulación de trabajos alimentados con el Victorian Way, elaborados entre la segunda mitad del siglo XIX y el inicio de la Primera Guerra Mundial, que se pueden apreciar en Madrid hasta el próximo 5 de octubre, alojados con honores -aparte de con la ayuda de la Fundación BBVA– en las amplias salas del Museo Thyssen Bornemisza (Paseo del Prado, 8).
LOS VICTORIANOS, CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR
La experta Véronique Gerard-Powell (profesora de Arte en la parisina Universidad de la Sorbona) ha sido la encargada de seleccionar las cincuenta piezas -pertenecientes al patrimonio de Pérez Simón– que cuelgan de la institución capitalina.
Un grupo heterogéneo de maestros y escenas que tiene en el holandés Sir Lawrence Alma-Tadema (Dronryp, 1836- Wiesbaden, 1912) el verdadero eje central del recorrido propuesto.
Las imágenes del creador nórdico exhiben un constante juego entre el culto a la belleza formal de las féminas y los efebos, y la fascinación sin medida hacia la utopía grecorromana.
Para el pintor nacido en los Países Bajos no existía el cosmos enfermizo de Dickens y Poe, ni las simas pasionales de las Brontë y Thomas Hardy. Todo en él es síntoma de orden y concierto, de partitura excesivamente pulcra sobre el pentagrama del caballete, sin elementos distorsionantes de una paz buscada y encontrada.
Universo de insinuaciones con márgenes marmóreos que compartieron en esencia y significación ilustres colegas de manifiesto, como Edward Coley Burne-Jones; Sir Frederic Leighton; Albert J. Moore; o Daniel Gabriel Rossetti.
Nombres hechos de pigmentos y líneas precisas en los que pervive la atmósfera de lo victoriano, eternamente vista con las lentes de la idealización, cual isla de Ítaca perfumada con los vapores líricos de Homero.
Juntos, los cuadros de ese tiempo y movimiento plástico adquieren una profunda significación histórica, voluntariamente evasiva y de notable resolución técnica.
Unas pinceladas que coexistieron en inviernos, primaveras, veranos y otoños con las pesadillas de Dickens y las brumosas cavernas del dolor de Hardy. Aunque lo hicieran en el lado opuesto del péndulo.
Más información, entradas y horarios en http://www.museothyssen.org