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Joseph Cornell es el protagonista de la temporada veraniega de la Royal Academy. La prestigiosa institución muestra una amplia selección de las esculturas, collages y películas de este artista estadounidense, máximo representante del Assemblage Art.
El soldadito de plomo acabó derretido cuando su valor cayó en picado según los caprichosos deseos de su dueño infantil. Sin embargo, mientras las llamas consumían su carcasa de juguete desechado, el militar sin una pierna aún fue capaz de albergar la pasión única de una atracción autodestructiva, dirigida hacia la grácil figura de una bella bailarina también con fecha de caducidad a ojos del sádico crío.
Si Joseph Cornell (Nueva York, 1903-1972) hubiera sido el mencionado chaval del cuento de Hans Christian Andersen, este nunca habría dejado que los reflejos de la modernidad eclipsaran la nostalgia mágica de ese soldadito con colores demacrados y entristecidos.
Forjador de historias bajo cúpulas artificiales, el máximo representante estadounidense del Assemblage Art viaja a Londres con ochenta de sus piezas más representativas. Un conjunto compuesto por cajas tridimensionales y surrealistas, bric-à-brac victorianos de miniaturas (nombre que define la tendencia de encerrar utensilios rutinarios tras cristales protectores, a modo de bodegones manufacturados), collages de inusitada capacidad hipnotizadora y películas con la cámara enfocada hacia imágenes fuera de contexto, más preocupada en proponer que en contar historias.
JOSEPH CORNELL Y LA SEDUCCIÓN DE LO PASADO DE MODA
Wanderlust es el título con el que la Royal Academy (Burlington House, Piccadilly) despliega el trabajo del artista neoyorquino, al que contempla bajo el prisma de los rapsodas de la cotidianidad. A modo de poemas visuales, las vitrinas se alimentan con los sueños transformados de este hombre a caballo entre los movimientos de su generación, siempre interesado en sustraer la belleza oculta de los cuerpos abandonados.
En similar sintonía a la auspiciada por Jean Dubuffet y Robert Rauschenberg, Cornell comenzó a promover su propio estilo a través de la técnica del collage: técnica creativa que le permitió explorar la escultura de polisémicas lecturas, siempre acondicionadas por la sensación de cambio que producen las variaciones en las ilustraciones seleccionadas.
Multidisciplinar y con una obsesión desmedida por el coleccionismo, el Arte de JC se entiende mejor como transmisor de esencias escondidas, arrinconadas en los oscuros estantes de las casas y en las entrañas de las galerías de antigüedades. A través de esas piezas sustraídas al olvido, el norteamericano inventa una conciencia memorística de corte confesional, en la que se refleja constantemente la pesadilla homérica de las odiseas interminables.
La Royal Academy se acerca a la figura de este surrealista a medias, con el ánimo sincero de ofrecer sus discursos congelados en las geometrías hogareñas, rasgadas por el tiempo y la acumulación de vivencias silenciosas.
Un recorrido en el que la institución británica también incluye la intensa labor de Cornell como cineasta de vanguardia, con sus películas construidas a base de fotogramas conectados por la casualidad. Pasión que el vecino de la Estatua de la Libertad mantuvo hasta el fin de sus días.
Wanderlust se convierte, a partir de la fantasía desbocada de Joseph Cornell, en una reivindicación de lo obsoleto sobre lo nuevo, de lo gastado sobre lo impoluto, de las superficies defectuosas sobre lo que aún no atesora historias legendarias. En definitiva, del esqueleto derretido del soldadito de Andersen sobre los videojuegos y las consolas de este tercer milenio.
Más información, entradas y horarios en
http://www.royalacademy.org.uk/exhibition/joseph-cornell
