John Le Carré espía el Brexit
El octogenario novelista publica "Un hombre decente" (Editorial Planeta): un iracundo texto, sobre las contradicciones existentes en la Gran Bretaña del Brexit.
John Le Carré ha vivido sus ochenta y ocho años de existencia en una especie de afecto y desamor con respecto a un mundo antiguamente polarizado; el cual se mueve en la actualidad en un continuo bucle deformante de globalización artificiosa.
La política de bloques de antaño, donde actuaban con singular maestría George Smiley y sus correligionarios, se ha transformado en un maremagnum de posiciones extremas y vehementes, estimuladas por mensajes faltos de toda ideología, y de cualquier racionalización de pragmatismo fortificante.
Dentro de semejante escenario es en el que transcurre la trama de Un hombre decente (Planeta): el último trabajo del narrador inglés, que vierte su sabia temática sobre un tapiz de cortante de emociones y comportamientos individuales y colectivos: personalizados en un agente desencantado, que responde al nombre de Nat.
Las transformaciones en los métodos y funcionamiento del MI5 y el MI6 (teñidas de una pátina de desmoralización reinante, debido sobre todo a la ambigüedad prolongada de los dirigentes del país) prenden de lleno en la mente y rutina del protagonista de la novela; quien no duda en activar su tristeza ciudadana, por medio de la política de indignación (muy habitual en el ambiente de confrontación en el que viven muchos de los súbditos de Isabel II, desde que se produjo el referéndum para salir de la Unión Europea).
Entre las páginas de Un hombre decente se cuela el mismo y recurrente poso autodestructivo, que existe en las 25 obras del creador del mítico George Smiley; como si fuera un camino preciso que conduce al abismo de la modernidad, y cuya conclusión bien podría estar precisada por la mediocridad de los que manejan los hilos de los poderes gubernamentales.
En este sentido, Le Carré pasa revista al excasamente productivo Boris Johnson y a personajes de populacheros discursos, como Donald Trump. Una galería de líderes con pies de barro y consignas en papel mojado, que provocan -según el autor- un inestable clima de desafección en gran parte de la sociedad actual (tanto la residente en las islas británicas, como en el resto del planeta).
JOHN LE CARRÉ BUSCA ALGO POR LO QUE LUCHAR
La acción de Un hombre decente comienza con el encuentro de Nat y Ed, en un centro de entrenamiento para jugar al bádminton. El primero es un agente de los servicios secretos con sede en Londres, con la vista puesta en su próxima jubilación; mientras que el segundo es un quemado trabajador de una agencia de medios de comunicación, que intenta despertar su propia conciencia y la de sus compatriotas.
Ed odia el Brexit, casi tanto como aborrece a Trump; y necesita levantar su voz contra un mundo que a su entendimiento se encamina a la extinción. La rabia que lleva dentro la transmite a Nat y a la esposa de este (Prue); al tiempo que el espía de mediana edad comienza a visionar y compartir los miedos de su colega de partidos de bádminton.
Resulta irónico que el pasado 19 de octubre (cuando John Le Carré apagó las 88 velas de su tarta de aniversario), el Reino Unido votara el último acuerdo pactado entre la nación de la Torre de Londres y la Unión Europea. Una posible salida de la comunidad de los todavía 28 miembros, que el Parlamento tumbó una vez más.
El responsable de El jardinero fiel agradeció esta toma de posición de los políticos de Westminster, pero también lamentó el sinsentido que suponía el referéndum de hace tres años, y que dio por iniciada la maquinaria del Brexit.
Estos sentimientos encontrados dotan a la prosa de Un hombre decente de un componente agradable de confrontación y lucha, que moldea la galería de personajes que conforman el sustancioso argumento. Elementos que diseñan una historia cargada de interrogantes sin respuesta, y que descubre los abismos a los que se asoma el país del Big Ben.
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