Jean Echenoz emula a Alfred Hitchcock
Jean Echenoz despeja dudas sobre su gusto por la narrativa cinematográfica en Enviada especial (Editorial Anagrama), donde se permite guiños argumentales cercanos a los del director de Psicosis.
El autor francés elabora una ágil novela abundante en juegos y tramas envolventes, en la que la protagonista es muy semejante a la heroína de La chica del tambor, de John le Carré.
De París a Corea del Norte, las rocambolescas situaciones que alimentan el texto componen un tupido mosaico sobre la sinrazón de la política internacional, y el espionaje de nuevo cuño.
La triste bruma de los secretos de despacho, captados con la ansiedad de los futuros alienantes, construyen atmósferas fantasmagóricas; muchas veces amantes infieles de la ironía contemporánea.
En esos escenarios, las mujeres y los hombres metamorfosean su esqueleto en el de congelados maniquíes, pendientes de los hilos invisibles que manejan los marionetistas poderosos.
Así es como se muestra la fémina que protagoniza el argumento de Enviada especial: una moderna Mata Hari que se enfrenta a un sinfín de peligros desconcertantes, tintados con los claroscuros de las indecisiones existenciales.
Para mover los resortes de esos autómatas convencidos de que son seres de carne y hueso, la pluma del francés Jean Echenoz vierte su conocimiento de la psique colectiva en un texto que se presta a múltiples lecturas, y que aúna en sus palabras un claro componente audiovisual y sensitivo.
JEAN ECHENOZ SALTA POR LOS GÉNEROS
La prosa del autor de El meridiano de Greenwich es como un estilete de apertura hacia las genialidades dialogadas, subidas al carro de la imaginación interesada.
A través de los renglones voluntariamente torcidos de Enviada especial, el literato nacido en Orange exhibe su dominio de las emociones y de los estilos, sin por ello sumir al lector en un torbellino de desencantos ilusorios.
Fresca y divertida, la trama de esta frivolidad ficticia y cinematográfica del responsable de Cherokee responde al discurso a contrapelo de un forjador de reflexiones incendiarias. Esta vez emulsionadas por el espíritu de Alfred Hitchcock.
Capítulo a capítulo, el compatriota de Patrick Modiano resuelve un puzle de escenas variopintas, en el que hay sitio para secuestros a trapo alzado; conspiraciones en las altas esferas gubernamentales; viejas glorias del pop con pasados oscuros; atracadores con el estigma de Hamlet; misteriosos matones con una mancha en el rostro semejante al mapa de Nueva Guinea; asesinatos en callejones sin luz; y complots para derrocar estados.
Con todos estos ingredientes, Echenoz cocina un suculento manual de espías, que derrumba las convenciones de un género que nunca llega a tomarse mucho en serio.
Aunque, tal vez, el verdadero motivo de esa sensación de sarcasmo creativo sea un macguffin, como los que se solía marcar el mago de Rebeca.