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Depeche Mode consiguen componer un álbum plagado de misterios profundos y sobrias escenas rítmicas, titulado Spirit (Sony Music Entertainment).
Los diecisiete temas del disco muestran las ansias del trío de Essex por exhibir su faz más real y menos mediática, marcada por las agrestes suturas de versos con filo metálico.
El ingenioso James Ford (asociado con el éxito de Arctic Monkeys) ayuda a compactar las ocurrencias magistrales de Dave Gahan, Andrew Fletcher y Martin Gore.
El estrellato suele desenfocar los logros artísticos, y cuestiona la calidad cuando los propósitos se alejan de la senda marcada por la mercadotecnia.
Algo así les ha sucedido a Depeche Mode, tras lanzar su decimocuarta obra de estudio: un CD de diecisiete piezas, en el que la banda inglesa persigue la estela de la claridad expositiva, más que las líricas adormecidas en el éxito de la música de masas.
Debido a esas cuestiones de susceptible trazo entre las audiencias, Spirit ha sido vapuleado, sobre todo por flirtear con los ripios a corazón abierto y sin género marginador de Dave Gahan, Andrew Fletcher y Martin Gore. Una aventura definida por no caer en concesiones gratuitas a los himnos aglutinadores, y a los coros ruidosos de almas entregadas a los sintetizadores y a las guitarras.
Sin embargo, más allá de la diatriba sobre si es mejor o peor que el resto de los álbumes de los isleños, el discurso que contiene este nuevo trabajo de la banda está dirigido a valorar el paso del tiempo.
En cuanto el oyente comprende el mensaje implícito basado en los crecimientos inevitables, los aficionados de cualquier signo atisban la extraña belleza de este experimento a lo Rufus Wainwright, que se marca el idolatrado trío británico.
Dentro de ese ecosistema, engrandecen su presencia cortes de tonalidades turbulentas como Cover Me, que hablan de esas sensaciones de naturalezas muertas que transmite el disco, como si perpetuase su búsqueda insondable en pos de localizar el ánima perdida de la electrónica.
Espectro oculto tras melodías vibrantes y desnudas.
DEPECHE MODE SE ATREVEN A IR MÁS ALLÁ
Como en la mayoría de los trabajos de la formación inglesa, Martin Gore elabora la casi totalidad de los tracks. Pero algo ha cambiado en el leitmotiv del veterano letrista y músico.
Los años transcurridos han cargado la mochila inspiradora de MG con un poso de melancolía y cansancio existencial, que vomita con elegancia sus consignas en temas tan contundentes como el perfecto Going Backwards, o el impactante The Worst Crime.
Aunque en este proyecto hay también espacio para los estados coincidentes en la depresión atmosférica de Dave Gahan (quien mejora ostensiblemente su labor como letrista) y los asociados Kurt Uenala, Christian Eigner y Peter Gordeno.
James Ford -productor del álbum- comprende a la perfección que Depeche Mode han evolucionado con los lustros, motivo por el que el fogueado instrumentista encadena un producto con concesiones para todos los gustos. Así, songs de recuerdo añejo, como This Is The Last Time, se conjugan con hipnóticos acordes de odas más oscuras, como la citada The Worst Crime.
Un rompecabezas donde igualmente hay lugar para los análisis sociales, y voluntariamente transgresores, a través del aguerrido Where’s the Revolution: poema sinfónico con el que Gahan, Fletcher y Gore se encargan de dejar claro que aborrecen el mundo vacío de los estereotipos y de las tecnologías alienantes.
En definitiva, Spirit es un disco que agranda la leyenda de Depeche Mode, cuyo voluntario minimalismo deja claro que incluso los autores de Violator no han escapado a las metamorfosis kafkianas.
Vídeo oficial de Where’s the Revolution, por DepecheModeVEVO
