James Blake coquetea con el soul ambiental
James Blake somete su sonido electrónico a una cura de reposo, en los angelinos Shangri La Studios de Rick Rubin. Y el resultado de esas sesiones de paz espiritual y física lleva por título The Colour In Anything (Polydor): diecisiete temas en posicionamiento zen, con los que el compositor británico oferta un reguero de sentimientos ralentizados y reflexivos.
Oscuro, litúrgico y profundo. Tales adjetivos calificativos son los más adecuados para definir en su conjunto el tercer disco del responsable de Overgrown (2013). Un paisaje casi lunar, de líricas mortecinas y vaporosas; en el que las canciones del instrumentista adquieren el papel heroico de los protagonistas taciturnos.
Sin ánimo de ganarse a las audiencias amantes de los hits atronadores, James Blake monta un producto que requiere la complicidad y la paciencia del que escucha, sin dar facilidades de contagio a los valientes seguidores de este universo a media luz que planea hipnotizado entre la desilusión y el desamparo.
Tales artificios creativos sitúan a The Colour In Anything en la estela de las obras extrañas y atrayentes, en la que relucen con intensidad baladas soñolientas con insondables monólogos, como Timeless, Radio Silence y Two Man Down.
JAMES BLAKE DESPLIEGA SUS ALAS COMO RAPSODA
Después del éxito de crítica y público obtenido con Overgrown, la galaxia dubstep del veinteañero con el flequillo rebelde parecía un tanto colapsada por las buenas sensaciones. Sin embargo, el isleño empezó a componer su trabajo siguiente desde el inicio de 2014. Material que tuvo que pulir al lado del productor Rick Rubin, y con la ayuda de colegas de profesión de enorme criterio melódico, como Justin Vernon (de Bon Iver) y el letrista rapero Frank Ocean.
Semejantes compañeros de viaje, más la suma del guitarrista neozelandés Connan Mockasin, guían con habilidad los ténebres escenarios por los que se adentra The Colour In Anything.
Con la voz omnipresente de Blake en clave a lo Antony Hegarty (aunque con unas octavas de registro por debajo), la obra avanza a paso lento por las diatribas emocionales de un soul crepuscular y sin cromatismo, estilo propio que el europeo nutre con las especias posmodernas de un género elitista y depresivo.
Dentro de ese esquema de notas nocturnas, JB ajusta a la perfección el discurso general con su sencillo de avanzadilla, titulado Radio Silence: primera veladura orquestada por la paleta en blanco y negro del súbdito de Isabel II. Esta escala -hundida en el desánimo atmosférico- preludia con elocuencia el tono sombrío del resto de tracks; los cuales forman un mosaico contundente, que incluye en su propuesta canciones tan singulares como Timeless (una de las mejores songs del disco), f.o.r.e.v.e.r., The Willing Hearts y Noise Above Our Hearts.
Aunque en esa determinación por la sobriedad y los pentagramas enrarecidos, el londinense también otorga un papel destacado a mensajes más irónicos y hasta cómicos, como los incluidos en las estrofas de Put That Away and Talk to Me y I Need a Forest Fire (interpretado junto a Bon Iver).
Al final, y tras degustar el magnífico cierre con Meet You in the Maze, el tono de continuo desasosiego y duermevela se adueña del conjunto con inusual fuerza. Algo que provoca una cierta impresión de monotonía rectora, pero que igualmente ayuda a compactar las distintas partes de un todo inamovible y coherente.
Audio de I Need a Forest Fire, por James Blake
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http://www.jamesblakemusic.com