Isabella Rossellini ilustra la vida amatoria de los bichejos
Isabella Rosellini es la única actriz de Green Porno, Live on Stage: el espectáculo con el que Madrid cierra la 32ª edición del Festival de Otoño en Primavera. Las representaciones tendrán lugar en Los Teatros del Canal.
Aunque el ser humano suele pensar en sí mismo como el verdadero emperador de la escala evolutiva; lo cierto es que el resto de las especies en competición tampoco le andan muy a la zaga. Una afirmación que incluso atañe a las colonias de insectos.
Mucho más crueles que Alexis Carrington en Dinastía; tan orgiásticos como Calígula en Yo, Claudio; y casi tan destructivos como Sharon Stone en Instinto básico… Los bugs del cosmos cotidiano podrían dar para más de un culebrón de los de dos rombos reventones.
Con lo que practican en sus apareamientos íntimos las mantis, los gusanos, las arañas o las moscas, incluso es posible que la autora de Cincuenta sombras de Grey obtuviera material suficiente para escribir una enciclopedia sobre comportamientos extraviados.
Sin embargo, y afortunadamente, no ha sido la plomiza prosa de E. L. James la que se ha visto influenciada por el mundo de los bichejos, sino la creatividad escénica de un genio sin paliativos como Jean-Claude Carrière.
El que fuera guionista de El discreto encanto de la burguesía, película mítica de la etapa francesa de Luis Buñuel, es también el cerebro pensante de Green Porno, Live on Stage; la pieza que desembarca en la Sala Verde de los madrileños Teatros del Canal (Calle Cea Bermúdez, 1), del 4 de junio al 7 del mismo mes.
ISABELLA ROSSELLINI, UN GERALD DURRELL NO APTO PARA MENORES
La hora y diez minutos que dura el texto elaborado por Carrière vierte su venenoso encanto sobre un extendido monólogo, en el que tienen cabida anécdotas de los más variados gustos y colores; todas ellas caracterizadas por la comicidad activa de frases cargadas con sexualidad ecológica.
Al frente de tales ocurrencias se halla la célebre Isabella Rossellini. La hija de Ingrid Bergman y del director transalpino Roberto Rossellini se quita de esta manera la espina profesional que supone el olvido hollywoodiense para las féminas que pasan de los cuarenta tacos (ella acredita sesenta y dos). Hazaña que la otrora musa de David Lynch envuelve con el éxito de los aplausos, siempre a flor de palma en el vivo y el directo.
Sin mayores virtudes que las de su talento dramático, la protagonista de Terciopelo azul sube a un decorado desnudo de atrezo y mobiliario, para narrar cómo se comportan las arañas cuando contraen matrimonio; o los entresijos de las costumbres en el dormitorio de las abejas y las libélulas (menos mal que la simpática e inocente Maya no está presente en el discurso). Y lo hace simplemente arropada con su pulcra dicción, y un sinfín de disfraces que recuerdan a las funciones infantiles.
Fresca y con un humor que despierta la sonrisa cómplice del asombro, la obra corre rauda y veloz sin mayor lubricante que el de la fantasía de Carrière, quien adapta al teatro la serie de cortometrajes que ya presentó hace un tiempo en el Festival de Sundance, y los cuales tuvieron una acogida bastante notable.
Según las palabras del que fuera colaborador de Peter Brook en montajes como el de El Mahbharata, la idea generadora de este proyecto surgió durante la década de los sesenta. En esa época, monsieur Jean-Claude acababa de terminar Le Bestiaire d’amour, y fruto de la inspiración que le otorgaron las teorías del científico Jean Rostand (hijo del dramaturgo Edmond Rostand, autor de Cyrano de Bergerac) empezó a crecer el esqueleto de Green Porno.
Cada noche, cuando baje el telón, los asistentes a las representaciones probablemente mirarán de diferente forma a los insectos. Y al fin comprenderán que, en cuestión de perversiones, incluso los mosquitos dan cien vueltas en actitudes eróticas a los ingenuos y pecaminosos herederos de Adán y Eva.
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