Irvine Welsh recupera a Begbie

El autor de "Trainspotting" se acerca a la figura del antiguo psicópata de la pandilla liderada por el inteligente Mark Renton, en "El artista de la cuchilla" (Editorial Anagrama).

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Irvine Welsh
Irvine Welsh imagina una nueva existencia para Begbie, en “El artista de la cuchilla”

Irvine Welsh escribe como si una percusión de adrenalina emulsionara las palabras que nutren sus eléctricos relatos. Bajo su pluma psicodélica y falsamente edénica, Edimburgo diluye sus escenarios históricos a lo Walter Scott, para sombrear sus rincones con los comportamientos desquiciados de unos habitantes sin esperanzas, siempre en busca de escapar de sus propios delirios y pesadillas.

Fruto de semejantes alardes creativos nació Trainspotting: la obra más célebre y determinante del literato escocés. Una novela generacional y agresiva, que canibaliza a bocados la racionalidad de los seres que aceptan la derrota impuesta por las sociedades altamente burocratizadas, para entronar a un grupo de jóvenes caídos en los abismos de los excesos químicos.

Trainspotting apareció como una exhalación en el mercado editorial, en 1993; y, desde entonces, el currículo de Welsh permanece ligado al errático destino de Renton, Sick Boy, Spud y Begbie. Precisamente, este último es el auténtico protagonista de El artista de la cuchilla (Editorial Anagrama): una nueva entrega de T (las anteriores secuela y precuela son Porno y Skagboys), donde el autor Scottish narra el intento de regeneración del tipo más salvaje de la antigua pandilla.

Irvine Welsh
Aún queda por llegar a España “Dead Men’s Trousers”, aparecida en Gran Bretaña en 2019

Pese al retraso en la publicación de esta obra en el idioma de Cervantes (Welsh editó The Blade Artist en el mercado anglosajón en 2018), los seguidores de Irvine Welsh volverán a encontrar el ritmo endiablado y fresco del responsable de la no menos impactante Escoria. Una fórmula que encaja a la perfección con el tema musical que sonaba como leitmotiv en la adaptación al cine de Trainspotting (Danny Boyle, 1996), y que no era otro que el contagioso Lust for Life, de Iggy “La Iguana” Pop.

IRVINE WELSH NO REDIME A BEGBIE

La acción de El artista de la cuchilla se circunscribe algo alejada de la espiral autodestructiva y neurótica que desencadenó el huracán de Porno (2002).

Los años transcurridos parecen haber hecho sentar la cabeza al imprevisible y sanguinario Begbie. El hombre ya no reside en la tierra de las pastas Campbell’s, sino que ahora pasa sus días en la soleada California, acompañado de su esposa Melanie y de sus dos hijas.

En su empeño por borrar su pasado como delincuente condenado a prisión, el protagonista incluso se hace llamar Jim Francis, y se dedica a realizar esculturas de bustos de gente famosa, deformados y mutilados. Todo un arte del despropósito, viniendo de alguien que antes solía destrozar la faz de sus enemigos a base de puñetazos.

Sin embargo, el pretérito es como un boomerang, que siempre regresa. Un día, Begbie recibe un telefonazo de su hermana, que le comunica el asesinato de uno de los dos hijos que este tuvo en Edimburgo, y al que conocía escasamente. Pese a la inexistente relación entre ellos, Begbie viaja a Escocia para asistir al entierro de su vástago. Una vez allí, y ante la dejadez de las autoridades policiales, el padre enfadado se pone a investigar por su cuenta -cual elefante en una cacharrería- quién causó la muerte del joven Sean.

Irvine Welsh
“El artista de la cuchilla” recurre a una fórmula cercana a algunos films clásicos de acción, producidos en Gran Bretaña durante los setenta

Cinematográfico en herencia y sumamente cortante en sus descripciones, el texto de El artista de la cuchilla exhibe la historia del otrora psicópata de Begbie como si fuera un álter ego del icónico Jack “Michael Caine” Carter, en El asesino Implacable (Mike Hodges, 1971); aunque también comparece frente a los lectores con una fuerte carga de inspiración a lo Guy Ritchie y Quentin Tarantino.

Welsh desempolva su arsenal de acerados golpes y tatuajes lingüísticos, para revivir el desquiciado universo de Trainspotting; pese a que en la trama se echa de menos una mayor implicación de los genuinos Renton, Sick Boy y Spud.

Tal vez, la ausencia de sus antihéroes al completo llevara a IW a idear una aventura más de la banda en su etapa adulta. Un volumen que todavía no tiene fecha concreta de aparición en España, pero que ya se puede adquirir en inglés desde 2019, bajo el título de Dead Men’s Trousers (Random House International): la supuesta conclusión de la saga de Trainspotting.

Más información en

https://www.anagrama-ed.es

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