Fernando Sansegundo: “De Filippo quería transmitir la incertidumbre ante el dolor”

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Fernando Sansegundo es uno de los protagonistas destacados de la adaptación de Navidad en casa de los Cupiello: la obra original del dramaturgo italiano Eduardo de Filippo, que ocupa la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero de Madrid, hasta el próximo 8 de enero de 2017.

Fernando Sansegundo interpreta al patriarca en el montaje llevado a cabo por Aitana Galán y Jesús Gómez Gutiérrez
Fernando Sansegundo interpreta a un patriarca napolitano, en el montaje llevado a cabo por Aitana Galán y Jesús Gómez Gutiérrez

Una gris tabla de claroscuro neorrealista cubre los aledaños del Teatro María Guerrero, cuando Fernando Sansegundo cruza la estrecha calle de Tamayo y Baus, para acudir a una charla marcada por el genio de Eduardo de Filippo.

El frío inaugural del mes más familiar del año amenaza con escarchas imaginarias, mientras las palabras brotan a través de nombres propios de legendaria presencia, tales como Federico Fellini, Roberto Rossellini, Pier Paolo Pasolini, Ramón María del Valle-Inclán y Rafael Azcona.

A tenor de sus reflexiones, Fernando Sansegundo parece sentirse cómodo en la piel del patriarca napolitano que interpreta en Navidad en casa de los Cupiello, y así lo refleja en sus elocuentes respuestas. Un discurso de miradas encendidas y frases imantadas, que exhibe el apasionamiento aguerrido y valiente de un hombre con más de cuatro décadas de escenarios y platós, el cual aún busca los puntos de conexión afectiva en cada uno de los trabajos que emprende.

Ayer, a mi hermana se le saltaron las lágrimas viendo la obra, porque en realidad yo estaba haciendo muchas cosas que me recordaban a mi padre. Mi padre murió a los cuarenta y cuatro años, cuando yo todavía tenía diez. Era una persona muy ilusionada, como mi personaje en Navidad en casa de los Cupiello. Si hubiera buscado imitar a mi progenitor, probablemente no me habría salido. Ha sido algo inconsciente…”, recuerda el actor madrileño, con respecto a su papel en la obra montada por Aitana Galán.

Fernando Sansegundo destaca el carácter bonachón y oscuro de su papel en "Navidad en casa de los Cupiello"/ Foto: Jesús Martín
Fernando Sansegundo destaca el carácter bonachón y oscuro de su papel, en “Navidad en casa de los Cupiello”/ Foto: Jesús Martín

¿Qué es lo que más te llamó la atención del texto de De Filippo, cuando te propusieron participar en su puesta en escena?

No lo conocía en sí, ni la adaptación, ni la idea de Aitana ni de Jesús… Y, cuando recibí el libreto, me sorprendió bastante. Es una función escrita casi como Las comedias bárbaras, de Valle-Inclán; en el sentido de que De Filippo la desarrolló en tres veces. El giro que toma al final la función es muy sorprendente, muy actual. Y lo que tiene este autor es que da la impresión de que es costumbrista, aunque debajo hay cosas que no se quedan simplemente ahí. No me extraña que influyera a gente tan diversa como Rossellini, FelliniPasolini, quien le iba a utilizar para su última película como actor. (Reflexiona un momento) Es curioso, ya que creo que puede llegar a sensibilidades muy distintas. Tiene un enorme sentido del humor y es muy napolitano, pero a la vez es muy universal; y creo que de alguna manera entronca con escritores como Azcona. Y eso siempre es reconocible.

Ya que mencionas a Valle-Inclán, casi se podría afirmar que De Filippo podría ser uno de los mejores representantes del esperpento en Italia…

Valle-Inclán es un poco más reformardor del lenguaje. De Filippo podría ser como Carlos Arniches, en el sentido de inventor de sus propias expresiones. Aparte, pienso que De Filippo también es menos estilista que Valle-Inclán, y se queda más en un habla cotidiana. Pero realmente ambos utilizan los mismos recursos en cuanto a relación de personajes, y en cuanto a relación de los personajes con su mundo. Tienen que ver con esa especie de comedia tragicómica, que nunca es una comedia tonta; y que siempre habla de cosas muy importantes. También hay algo chejoviano en él, como alguien que ridiculiza a los personajes, pero que a la vez los quiere mucho y hace que el público los ame. En este sentido, se ve que los personajes no están puestos de manera grotesca, sino que anhela que el público los comprenda, y que reconozca esa parte de que todos hacemos el ridículo en alguna ocasión…(Sonríe abiertamente).

Fernando Sansegundo ha tomado cosas que recordaba de su padre para construir su personaje/ Foto: Jesús Martin
Fernando Sansegundo ha utilizado cosas que recordaba de su padre, para construir su personaje/ Foto: Jesús Martin

Uno de los aspectos que más sorprenden en el montaje de Aitana Galán es la desnudez formal del decorado. Parece como si los protagonistas fueran una familia de ocupas…

Sí. Es una función que habla bastante de la pobreza. Es gente que utiliza la picaresca incluso en la relación de los unos con los otros, para buscarse la vida. Aquí no queríamos hablar exactamente de los ocupas, pero sí que queríamos identificarlo con una realidad cercana. Por ejemplo, la directora vive en Lavapiés, y conoce mucho esas situaciones. Luego, hay cosas en el mobiliario muy napolitanas…(Hace un alto en la conversación) Más que nada, está hablando como de un sentido de pérdida. No de pérdida en cuanto a trascendencia, sino de pérdida en cuanto a que son gente que han ido vendiendo lo que tenían. Viven de lo que pueden y, lamentablemente, es una realidad más común de lo que pensamos.

¿La adaptación llevada a cabo ha alterado mucho el texto original?

No. Aitana y Jesús han metido ciertos puntos de cosecha propia, sobre todo en  los cambios de escenografía. Me refiero a cambios espacio-temporales; y han incluido  frases sueltas, que muchas son de De Filippo de otras obras, y también citas en las que él aparece como tal. En cuanto al texto original, este ha sido muy respetado. No obstante, han podido cambiar cosas, como que la obra está escrita en napolitano y se ha adaptado al lenguaje popular, sin por ello irse a lo barato. No es un lenguaje cheli; y, aunque haya alguna palabra más actual, no existe un empeño en meterlo en el siglo XXI. Es algo más intemporal.

¿Cómo ves a tu personaje?

Creo que es un hombre criticable; aunque no he pretendido hacer un monstruo. Sin ser exactamente un bonachón, es una persona entrañable. Es entrañable, porque hay muchas cosas de las que se entera y otras muchas de las que no se quiere enterar. Y, para crear su propio mundo de ilusión, tiene una gran capacidad de abstracción. Luego, los valores que despliega, por ejemplo con respecto a su mujer, son tremendamente machistas. Pero no hay que olvidar que es una obra del año 31; y que, cosas que son machistas ahora, entonces no se reconocían como tales.

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Todo el entramado del que hablas recuerda mucho a filmes como Amarcord, de Federico Fellini.

Fíjate, precisamente la vi después de empezar con los ensayos. No la recuperé para documentarme, sino para empaparme un poco del ambiente de la gente que había seguido la línea de De Filippo, y que le reconocían como maestro. Los ambientes y la familia son muy reconocibles  y similares.

Tu papel en Navidad en casa de los Cupiello posee muchas capas dramáticas, como antes expresabas. ¿Qué es lo que te ha resultado más difícil a la hora de llevarlo a escena?

Pues, es cierto que ha sido complicado, pero atractivo. Es un tipo de personaje que yo normalmente no hago. No es que esté especializado en malos, pero normalmente si que interpreto a personajes más inteligentes y retorcidos, tipos con más complicación mental. (Piensa un poco) No quería hacer a alguien muy popular, en el sentido peor de la palabra. Intenté sobre todo no hacer un muñeco, o alguien poco creíble o irreal. Ha sido complicado, pero también muy gratificante.

Fernando Sansegundo acaba de finalizar el rodaje de la serie "La catedral del mar"/ Foto: Jesús Martín
Fernando Sansegundo acaba de finalizar el rodaje de la serie “La catedral del mar”/ Foto: Jesús Martín

 

En un momento de la obra, un personaje dice que la vida es como estar en la sala de espera de un dentista, mientras esperas el daño que te va a producir el odontólogo al sacarte una muela. Es realmente gráfico…

Sí (Sonríe). Creo que De Filippo quiso hablar del miedo. Pienso que lo que quería era transmitir la incertidumbre ante el dolor. Un estudio que leí sobre fisiología nerviosa apuntaba que el dolor sólo es recordable en abstracto. Tú puedes recordar un olor, o te puede venir un sabor… El dolor es muy difícil volver a sentirlo. Y creo que De Filippo habla del miedo al sufrimiento. Estar en la cuerda floja tiene mucho que ver con el teatro de De Filippo, y con esta función.

Muchos compañeros de profesión están preocupados por las acciones poco halagüeñas de la administración pública, con respecto al teatro en España. ¿Piensas que la situación es tan alarmante?

En España contamos con una dificultad. Por un lado, la administración nunca ha sido muy amante del teatro; y, luego, tenemos un problema educativo de muy atrás, de épocas anteriores incluso al franquismo. En Inglaterra o en Francia, el público respeta el teatro. A nosotros nos están empezando a respetar, pero eso de los cómicos no era ningún tópico. Contamos con un caso de precariedad institucional y educacional. Sin embargo, creo que el teatro español es cabezón, y nos resistimos a morir. (Retoma el hilo de la actualidad) Lo del 21% puede significar que pierdas dinero o no. Y las ayudas… Hace años me dieron una ayuda, y mi reproche era que yo llamaba a la entidad que me daba el dinero y les decía que vieran lo que pagaban. Hay una falta de respeto, más por parte de las instituciones que del público…

Fernando Sansegundo sigue apostando por el riesgo en el teatro/ Foto: Jesús Martín
Fernando Sansegundo sigue apostando por el riesgo en el teatro/ Foto: Jesús Martín

Esa falta de interés también se muestra en la fijación que hay por meter a gente famosa en los montajes, aunque su inclusión no aporte gran cosa.

No tengo nada en contra de que gente que hace bien su papel en televisión o en cine lo hagan también en el teatro, si están capacitados para hacer teatro. Por ejemplo, Javier Bardem ha dicho que él prefiere no hacer teatro, porque no es su campo, y es un señor con un Oscar. A mí no me parece mal, pero sí estoy en contra de que ese sea el criterio único; y pensar que la gente va a ir solo por eso. Ha habido veces en las que meter un rostro conocido ha funcionado, y otras en las que se han pegado batacazos enormes. Yo he trabajado con gente de televisión; y, si la función estaba mal montada, no ha salido adelante.

Hablando de televisión, creo que acabas de grabar algunas cosas para la pequeña pantalla…

He terminado esta semana una serie muy ambiciosa, que es La catedral del mar, basada en el best-seller de Ildefonso Falcones. No tengo ningún inconveniente en hacer televisión, y me gusta. Cine, la verdad, es que hago bastante poco; pero televisión, sí. Aparte de La catedral del mar, también he participado en una serie que se va a empezar a emitir dentro de poco, en Antena 3; y que se titula Pulsaciones. Ahí tengo un papel importante. (Mira hacia el fondo de la cafetería en la que se desarrolla la entrevista) Sin embargo, yo no quería dedicarme a ser actor cuando era joven: yo quería ser montador de cine. Con esto, te puedes hacer una idea de lo mucho que me gusta este mundo.

Nota: Navidad en casa de los Cupiello estará en el Teatro María Guerrero de Madrid (Tamayo y Baus, 4), hasta el próximo 8 de enero de 2017.

 

 

 

 

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