Elton John se despide de la calle del adoquín amarillo
Elton John muestra la grandeza de su repertorio musical, en el tour con el que el instrumentista y cantante isleño conmemora los cuarenta y un aniversarios del disco Goodbye Yellow Brick Road.
Hay un hombre sentado al piano en el escenario del Palacio de los Deportes de Madrid, lugar de ambiente festivo bautizado comercialmente como Barclayscard Center.
Las melodías de este señor con chaqueta azul de lentejuelas no se mezclan con el licor aguardentoso propagado por el mítico Billy Joel en la letra de Piano Man, aunque la cerveza sí riega los gaznates de muchos de los que escuchan. Y las estrofas del individuo igualmente se convierten en épicas batallas somnolientas, tales como las del héroe setentero con espíritu de estrofa.
Así se presentó en la Villa y Corte, durante la ambigua noche del Día de Todos los Santos (1 de noviembre), el británico bautizado como Reginald Kenneth Dwight, más conocido como Elton John. Acompañado únicamente por un grupo de músicos agradecidos y de virtuosismo ejemplar, y por un cancionero que forma parte de la vida de cualquier terrícola con un poco de cultura en los vaivenes de la música popular.
Sin tardanzas ni treguas válidas en el camino, el autor de Blue Eyes -dolorido por una reciente operación en la rodilla- acomodó su figura al frente de las teclas blancas y negras de un piano oscuro de cola, para comenzar a refrescar su extensa relación con la lírica: más de cuatro décadas en las que ha habido casi de todo (tanto éxitos como fracasos), y por las que ha pivotado las excelentes dotes de barítono que acredita el artista nacido en Middlesex (hace ahora sesenta y siete años).
La fuerza con la Sir Elton arrancó su esperado concierto desafió con rotundidad una acústica que aún luchaba por congraciarse con el respetable, al tiempo que los oídos de los presentes empezaban a buscar con intensidad ese puñado de canciones transmisoras de nostalgias pretéritas marca de la casa, de sentimientos mediados con el sepia de las fotografías, de tonalidades esmaltadas con los versos anglosajones de baladas sorprendentes.
Se puede decir que en la carrera de Mr. John hay cabida para géneros tan contagiosos como el rock, el pop, el blues, el jazz y hasta las tonadas infantiles. Un tapiz de inspiraciones transparentes que el vocalista ha diseñado a través de los bordados inigualables de sastres como Bernie Taupin o Tim Rice.
Con los inteligentes y fantasiosos fondos escogidos en exclusiva para cada uno de los temas, el espectáculo del inglés cobró enteros cuando sonaron el legendario Daniel y su figurado vuelo a España y el contundente Goodbye Yellow Brick Road (con imágenes superpuestas del filme Gnomeo y Julieta): corte protagonista de un álbum que ha alcanzado la friolera de cuarenta y un aniversarios, y al que EJ rindió merecido tributo.
A partir de este himno reconocible y siempre estimulante, el experto pianista pisó terreno sólido al compás de trovas de pinceladas históricas, tales como Candle In The Wind, Sorry Seems To Be The Hardest Word (con dedicatoria incluida a su hijo), The One (tema que provoca escalofríos de brillantez cada vez que suena en versión acústica), I Guess That’s Why They Call It The Blues, Let The Sun Go Down On Me, Rocket Man o el incombustible I’m Still Standing.
En medio, los sones de fortaleza atronadora (con guitarras eléctricas soft metal de guía) daban pie a las declaraciones del propio John a favor de las composiciones relativas al amor (“la única cosa que merece la pena“, según las palabras del británico). Tesis que desembocó en uno de los bises más emotivos de la noche, con la interpretación de Circle Of Life y Can You Feel The Love Tonight, ambas songs acompañadas por imágenes de la película El rey león.
Lo mejor que se puede decir sobre un concierto de Elton John es que sea un acontecimiento para disfrutar con la sabiduría escénica de este hombre orquesta, y el de Madrid dio bastante cancha para conseguirlo.
Aparte de mostrar la experiencia sonora de uno de esos genios que suman décadas, sin que por ello se le note el más mínimo agotamiento al encadenar sus melodías imperecederas, encaramadas a los procesos de rejuvenecimiento a través de sus estribillos coreados por generaciones enteras.
He’s just the piano man!