Crítica de cine: Blancanieves y la leyenda del cazador
Cuando los hermanos Grimm publicaron el cuento de Blancanieves y los siete enanitos, la pareja de escritores dio pie a uno de los mejores relatos de terror fantástico de la literatura universal. Quizás por eso el debutante director Rupert Sanders haya conceptuado su aproximación libre al texto de los fabuladores con una estética más cercana a El señor de los anillos y Krull, que a la bondad multicolor de propuestas como la de Walt Disney (por cierto, que esta obra animada sigue siendo la visión más conseguida de la historia de los centroeuropeos). De esta forma, el realizador tunea su producción a base de paisajes oscuros, monstruos mitológicos y luchas salvajes con escudos y armaduras; elementos que le sirven para confeccionar un fresco que deambula entre las aventuras de capa y espada y el horror gótico de tradición milenaria.
Aunque la trama continúa versando sobre una malvada reina, que desea acabar con la vida de su hijastra -a la que anhela dar matarile para ser calificada como la más bella de la región-; lo que varía el cineasta de nuevo cuño es la manera de ejecutar el ritmo del conocido argumento, alimentando su eficacia con personajes salidos de la mente de los guionistas y con la transformación de muchos de los existentes en el volumen original.
Para empezar, el protagonista más destacado en la cinta de Sanders es el de un cazador con malas pulgas y pendenciero. Un hombre con aspecto parecido al de Conan que enviudó años atrás, y que ayuda a Blancanieves en su cruzada contra la maquiavélica gobernante Ravenna. Este individuo salido de la imaginación de los responsables del libreto cinematográfico es el que encarna en el filme el atlético Chris Hemsworth, siempre con gesto adusto y bruscos modales de guerrero peleado con todo el mundo. Pero esta baza, sobre la mencionada omnipresencia del tipo del hacha, resulta beneficiosa simplemente a medias. En este sentido, la parte más violenta del rol es la que funciona a la perfección; sin embargo, en cuanto intenta profundizar con una confusa relación amorosa entre este cazador y Blancanieves, el resultado sorprende por su incongruencia argumental. En estas lindes, Hemsworth procura jugar al despiste desde el punto de vista sentimental, aunque el actor exhibe sus limitaciones para otorgar similar contundencia a sus acrobacias como luchador que a sus confusiones sentimentales.
Tampoco la actuación de Kristen Stewart, como Blancanieves, ayuda a que el huntsman y ella apuntalen sus vaivenes emocionales. Un asunto que la musa de Crepúsculo corrobora con su incapacidad para elaborar un trabajo más allá de la pose de icono de videoclip. Razón que hace que la heroína ideada por los Grimm pierda enteros en cuanto se le exige algo más que la mera apariencia de joven guapa acosada por múltiples peligros.
Con todo, y desde la perspectiva interpretativa, es Charlize Theron la que se crece con su metamorfosis en la hechicera Ravenna. El incuestionable palmito de la surafricana saca petróleo de sus virtudes dramáticas, y con ellas construye el rol más verosímil y envolvente de la película. Tanto su estudiada gestualidad como su implicación con los departamentos de efectos especiales y maquillaje hacen que la actriz de Monster brille con una luz cegadora en el metraje de la obra de Sanders.
En cuanto al resto del elenco, los enanitos (liderados por unos más que convincentes Ian McShane y Bob Hoskins) y el aristócrata William (Sam Claflin cumple con un personaje que queda diluido en el guion por el peso específico del cazador/ Hemsworth) aportan un acabado más que decente.
Así, y pese a su listado de estrellas mediáticas, el equipo artístico no es al final lo más destacable de Blancanieves y la leyenda del cazador: sin duda, es la arquitectura visual de los escenarios fantasmagóricos lo que da categoría a esta adaptación del relato de los cuentistas decimonónicos. Unos signos de personalidad que también contribuyen a elevar, por encima de sus logros reales, las comparaciones con la fallida versión estrenada este mismo año, titulada Mirror, Mirror (es difícil firmar algo peor que esta movie protagonizada por Julia Roberts).