Rui Macedo propone once nuevos puntos de fuga en el Museu de Grao Vasco
Modificar sutilmente la perspectiva de los interiores, como si de un juego de espejos de paleta y pigmentos se tratara, es el cuerpo creativo que configura la excelente exposición titulada Caleidoscopio (inaugurada el pasado 19 de mayo). Once instalaciones -albergadas en las salas de la pinacoteca por excelencia situada en la ciudad portuguesa de Viseu– despliegan su prestancia contemporánea, para dialogar cómodamente con las obras de maestros de la talla de Vasco Fernandes y Columbano Bordalo Pineiro.
Así es como vertebra sus piezas (concebidas especialmente para la cita) el creador Rui Macedo (Évora, 1975), protagonista hace poco de una muestra en el IVAM valenciano; en la que dejaba claras sus influencias como paisajista de los habitaciones sin fondo, como un director de escena alumbrado por una concepción magnética de la experiencia plástica.
En las intervenciones que el pintor alberga en las estancias del palacio luso, construido por mandato obispal en el siglo XVI, hay una especie de intención de camuflaje tridimensional, que dota de profundidad y verbo a la multitud de cuadros (bien de índole naturalista o de influencia flamenca) que componen la colección permanente del centro ibérico.
Al frente de tan enriquecedor laberinto, que estará abierto hasta el próximo 30 de septiembre, se encuentra el comisario José Bragança de Miranda. Este veterano experto y su equipo asistente coordinan una oportunidad bastante llamativa, en el circuito internacional veraniego, para relajarse con las temáticas de tela de araña que propone Macedo; un auténtico arquitecto de discursos figurados, en los que charlan animadamente los siglos precedentes con esta centuria de confusión filosófica y crisis a herida sangrante.