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Bill Jacklin muestra sus grabados en la Royal Academy of Arts de la urbe del Támesis, hasta el 28 de agosto.
El artista inglés es uno de los que mejor ha sabido captar la atmósfera y el latido humano de la ciudad del Empire State.
La exposición es la primera retrospectiva llevada a cabo en Gran Bretaña sobre el trabajo de este creador de espacios e ilusiones.
Un laberinto de formas y machas pelean en el horizonte de la lámina, para montar en torno suyo una escena.
No importa que las asociaciones de la retina den como resultado un mundo tangible, o en cambio se enzarcen en el reino de las abstracciones sensibles.
El Arte de sugerir, de provocar emociones al hilo de una impresión de perfeccionismo técnico, es el terreno en el que más cómodo se mueve el capitalino Bill Jacklin.
Un hombre con pulso de tinta inyectada y motor de cromatismo inspirador.
Las más de cinco décadas en el currículo de BJ reunidas en la Royal Academy of Arts de Londres clarifican el curso profesional de este amante de los experimentos a base de haces lumínicos, sombras precisas, mares tumultuosos, naturalezas gesticulantes y seres sustraídos a las oscuridades eternas.
Ese paisaje de influencias vitales es precisamente el que define Bill Jacklin RA: The Graphic Wirk 1961-2016. Un decorado donde se suceden las multitudes anónimas de Grand Station a distintas horas del día, las anémonas de papel e idealizada constitución, y los patinadores huidizos de Central Park.
BILL JACKLIN Y SUS EVOLUCIONES CONSTANTES
Desde sus años de estudiante el Royal College of Art (de 1964 a 1967), el universo de Bill Jacklin ha metamorfoseado su esencia, a raíz del espíritu nómada del creador de setenta y tres primaveras.
De sus obras primerizas, tocadas por una cierta conmoción rectora hacia el estilo de Jasper Johns y Robert Rauschenberg, a sus piezas más experimentales del tercer milenio, la paleta del londinense no ha parado ni un momento de crecer y madurar. Bien con destino a paraísos figurativos, o con pernoctación voluntaria en los salones de la abstracción más desarraigada de la realidad.
Un extraño hilo desencadenante hermana parte de la producción del isleño con las innovaciones de algunos de los maestros de las vanguardias clásicas. Hebras de encaje que tienen que ver con la reducción a lo esencial y primigenio de las secuencias a representar, ilustradas con cuerpos de sombras chinescas cual esqueletos comprensibles y siniestros.
Así es como Jacklin concibe a los tipos que pueblan muchas de sus variaciones neoyorquinas, como individuos hechizados por la magia del anonimato universal.
“Mis grabados son los conductos a través de los que percibo el mundo“, declaró una vez el artista. Palabras que dotan de singularidad efectiva a sus naturalezas urbanas de enfoques tridimensionales y subliminales.
La exhibición que descansa hasta el 28 de agosto en The John Madejski Fine Rooms versa sobre esa necesidad de plasmar las emociones secuestradas a una tarde en el parque con los copos de nieve sembrando el suelo, o a una mañana de playa en la que el sol no puede escapar cuando llega el crepúsculo.
En definitiva, un aplicado cuaderno de emulsiones a golpe de pluma y carboncillo, donde Bill Jacklin despliega su pasión por el dibujo y las técnicas del grabado. Y que el inglés ejerce con apreciada dedicación tanto en sus cuartillas impulsadas por el acierto puntual y breve de las calles que ha transitado, como en sus impresiones de mayor duración temporal.
Más información, entradas y horarios en
http://www.royalacademy.org.uk
