Beyoncé se quita el maquillaje de diosa
“Con la cara lavada y recién peiná…” Al igual que la protagonista de la canción de Manolo Escobar, la componente más mediática del trío Destiny’s Child lanza al mercado el quinto álbum de estudio de su exitosa carrera: un disco alejado de los malabarismos estelares anteriores, con el que la bailarina descoyuntable de All The Single Ladies defiende su parte de artista en el mundo del R&B. Aunque sea por el camino de la hibridación melódica, y de la consanguineidad con el tecno (rebosante de hip hop y de contoneos callejeros).
Por algo, Beyoncé (que es como ha sido bautizada esta obra personal y arriesgada) salió a la palestra de las ondas sin el mecanismo de multimillonarias campañas publicitarias, las cuales suelen acompañar a cada uno de los trabajos de Beyoncé Giselle Knowles (Houston, Texas, 1981). Así, apoyado únicamente por el teclado/ oreja de las redes sociales y de los servidores de Itunes, este mural sincero y voluntariamente minimalista vio la luz en un mercado necesitado de apuestas semejantes, a pesar de que detrás de todo el tinglado estuvieran los sellos de Columbia Records y Parkwood Entertainment. Sin embargo, este posicionamiento anti-multitudes (casi con vitola de “secreto a medio timbre comercial”) escondía uno de los mejores compactos de la diva de ébano; uno de esos discos en los que se nota el empeño por avanzar -quizás madurar- de una mujer que desea ser mucho más que una simple cara bonita dotada de cierta gracia en los escenarios.
Electrónica visual
Grabado en la localidad privilegiada de Los Hamptons neoyorquinos (lugar donde los ricos y los famosos quedan por las mañanas a hacerse unos hoyos en su aristocrático campo de golf, mientras sus cónyuges esperan en mansiones de tristes céspedes), el CD revela la nueva realidad de Beyoncé: la correspondiente a una trovadora que posee muchas ideas en su cabeza, aparte de un sinfín de letras encajonadas. Confesiones a golpe de piano y batería que la fémina -habitualmente dada a los excesos- elabora con mimo, para exhibir su talento musical a través de intensas producciones y melodías sacadas de lo más hondo de su pasión sinfónica.
No en vano, el matrimonio de la treintañera con Jay-Z tenía que dar sus frutos profesionales por algún lado: influencia que se presenta en el álbum con la contundencia de las rimas profundas y sociales, acompañadas por melodías cambiantes, liberadas de un armario ropero imaginativo y sorprendente.
Unas sensaciones de pentagrama que Knowles deja al descubierto desde el primer corte: la impactante y aleccionadora song titulada Pretty Hurts. Una paradoja con estribillo pegadizo, en donde la sureña destaca los aspectos negativos de la belleza (algo que resulta contradictorio, a tenor del currículo de esta chica, cuyo físico le ha abierto casi todas las puertas a las que ha llamado). Pero, pese a las incongruencias de lo obvio, la pieza desgrana una rabia interna desconocida en la excompañera de Kelly Rowland y Michelle Williams, guerra lingüística que se transforma en una envolvente rebeldía existencial, alimentada por su fortaleza frente al micrófono.
Ese es solamente el preludio de casi una veintena de composiciones en las que la texana se atreve con variaciones minimalistas (XO), homenajes a las tonadas setenteras con sello a lo Donna Summer (Blow), inspiraciones de pavimento urbano (Ghost) o filosofías de espiritualidad cogida con los alfileres de los sentimientos compartidos (Heaven y No Angel).
En definitiva, un conjunto de temas con carne de experimento efectivo, en los que traspiran por los cuatro costados las colaboraciones imprescindibles de gente como Justin Timberlake; The Boots; Phranell Williams; Drake; Frank Ocean; Mosley Harmon; Caroline Polachek; ANDRE 3000; Timbaland; o el mencionado Jay-Z.
Con su quinto disco, Knowles ha ido más lejos de lo previsto en una gachí de sus características, que solía saltar a las páginas del cotilleo periodístico por enfadarse públicamente ante rumores insustanciales (como el que aseguraba que tenía más edad de la que aparecía en las páginas oficiales). La nacida en Houston parece haber crecido artísticamente tras su reciente maternidad, y mediante su posicionamiento demuestra que el R&B tiene un futuro amplio y diversificado (incluso en este tercer milenio de tecnologías amorfas). Un recorrido de larga existencia que la protagonista de Dreamgirls adereza con su catálogo particular de imágenes seductoras (Beyoncé acompaña el CD con 17 vídeos, correspondientes a cada uno de los cortes). Poses que la estadounidense recreará en vivo y en directo durante su actuación en Barcelona (prevista para el 24 de marzo de 2014, en el Palau Sant Jordi): único concierto en España dentro de su gira mundial (The Mrs. Carter Show World Tour).
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