Bernhard Schlink, Alemania es mujer

El autor germano presenta "Olga" (Editorial Anagrama): una radiografía de la tierra de Goethe, vista a través de la existencia de una mujer marcada por los acontecimientos.

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Bernhard Schlink
Bernhard Schlink recrea la intensa vida, a través de dos siglos, de una profesora huérfana

Bernhard Schlink es un hombre con múltiples facetas profesionales, lo que hace que sus textos gocen de un análisis carente de dogmatismos y opiniones de hierro. Jurista, profesor, escritor… el autor alemán ha desarrollado una carrera en las letras sujeta a las introspecciones humanas, destinadas a establecer lazos invisibles y veraces entre lo que se ha publicado sobre el pasado del pueblo germano, y lo que realmente sintieron los que tuvieron que sobrevivir en periodos tan complicados como el del Nazismo.

La culpabilidad o la inocencia de los compatriotas de Schlink, con respecto al genocidio perpetrado por Hitler y su dictatorial gobierno, se convirtió sinuosamente en el tema fundamental de El lector: la obra más famosa de este narrador, empeñado en mostrar las entrañas de los seres anónimos que convivieron con el terror del Tercer Reich. Un texto en el que el creador nacido en Bielefeld retrata la faz amargada y desesperanzada de Hanna Schmitz: una mujer fría y callada, que mantiene en secreto una relación apasionada con el adolescente Michael Berg, mientras soporta el imperdonable pecado de haber servido a la maquinaria asesina de los nazis, como guardiana en un campo de exterminio.

La protagonista de Olga (el último libro de Bernhard Schlink) no presenta la insalvable oscuridad de Frau Schmitz; pero sí conserva la misma desazón entristecida de la atmósfera que ahoga a estas dos víctimas del apocalipsis del Nacionalsocialismo, y que ambas soportan con resignación y conductas contrapuestas, a lo largo de sus respectivas historias de desarraigo y autodestrucción.

Bernhard Schlink
Bernhard Schlink desarrolla una prosa sujeta a los detalles

A medias entre un drama romántico de sufrimientos perpetuados y un cuadro costumbrista de infiernos medioambientales, Olga adquiere su fuerza intrínseca por la naturaleza singular y resistente de su personaje principal. Un rol que recorre con mesura y rebeldía la devastación ocasionada por las dos guerras mundiales, y que abraza el hieratismo desmembrador de la política de bloques, ya sin muchos horizontes que perseguir y anhelar.

BERNHARD SCHLINK ALUMBRA EL APOCALIPSIS

En una Europa como la actual, donde los partidos de extrema derecha escalan posiciones relevantes en las diferentes instituciones de los países que componen la UE (Italia, Hungría, Francia, Alemania, Austria, Polonia, España…); el responsable de El lector insiste en recordar a los habitantes del Viejo Continente que dar poder a este tipo de formaciones es un error de proporciones históricas: insensatez o miedo, que ya costó millones de muertos hace unas cuantas décadas. El recuerdo de lo sucedido durante los lustros de entreguerras se convierte de esta manera en un elemento esencial, con el que comparar el pasado y el presente;  y cuyas lecciones son importantes para evitar repetir similares líneas de actuación política y ciudadana.

Sin embargo, Olga no se ocupa simplemente de los años tenebrosos del Nazismo; sino que viaja más atrás en el tiempo, para reflejar los efectos de la unificación alemana, vista a través de los ojos de una joven. Un breve paseo por el falso orgullo expansionista defendido por Otto von Bismarck, y que posteriormente confluyó en los planes beligerantes del káiser Guillermo II, y en la Primera Guerra Mundial.

Bernhard Schlink
Bernhard Schlink obtuvo fama mundial con “El lector”

Bajo el citado encaje contextual, el argumento de la novela arranca a finales del siglo XIX, con una niña huérfana criada por su abuela, en una zona del este de Alemania. Cuando la pequeña llega a la adolescencia, esta se enamora de un chico llamado Herbert: un joven de familia adinerada, cuyo clan no ve con buenos ojos la relación del futuro heredero con una muchacha tan pobre como Olga.

Estimulado por los mensajes de Bismarck, relativos a la idea de conquistar territorios en las colonias; Herbert parte a África y a América del Sur, dejando a la protagonista sola en el país teutón. Esta se dedica entonces a escribir emotivas cartas a su enamorado, las cuales nunca obtienen respuesta; y que sirven para narrar una parte de la obra.

Con el paso de las décadas, la ya maestra no desiste en sus sentimientos hacia Herbert, mientras observa la desintegración progresiva de la nación en la que ha envejecido; y que -al igual que ella- pierde cualquier signo de luz, en medio de las sombras reinantes.

A lo largo de las páginas de Olga, como ya hizo en El lector, Schlink no realiza juicios de valor gratuitos sobre los comportamientos de sus personajes, a los que solo se dedica a mostrar en situaciones tan extremas como la de la Segunda Guerra Mundial, o la de la posterior partición de Alemania entre el este y el oeste. Un posicionamiento que aporta verosimilitud y energía al relato, con una prosa detallista y plena de conexiones sensitivas.

Tal recurso permite a los que se acercan al libro sacar sus propias conclusiones, acompañados por las experiencias vividas por Olga: una heroína de pequeñas gestas, a la que acechan los fantasmas que se quedan aposentados en los rincones de su conciencia.

Más información en

https://www.anagrama-ed.es/

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