Antonio Colinas y el silencio
Antonio Colinas publica “Canciones para una música silente” (Ediciones Siruela). Un poemario con alma viajera que funde pasado, presente y futuro.
“Las armonías no oídas crean las armonías que escuchamos”. Esta cita, puesta en boca de Plotino, es una frase que bien podría ser aplicada al curso histórico de la poesía.
El arte de los versos goza de la pureza de la religiosidad y la violencia del conocimiento, en clave con el amor idealizado al que puso alas de incienso Gustave Flaubert. Siempre en plena sincronía con la emoción, la fantasía, el misterio, la irrealidad, el miedo, la revelación, el deseo…
Cautivado por ese conjunto de emociones, y en cómplice juego con el caos, el rapsoda atrapa sus musas saltarinas al ritmo cardíaco de los latidos de la humanidad y la inspiración.
Un ejercicio de orfebrería literaria que Antonio Colinas ejerce desde hace más de cuatro décadas, fundido en pétreos acordes con la libertad lírica de los encantamientos rimados. Discurso encerrado con la holgura de los márgenes flexibles en cerca de una veintena de libros, dignos protagonistas de una existencia de reflexión entintada.
Cargado de cadenas memorísticas a base de palabras, el autor nacido en La Bañeza (León) acude este 2014 al teatrillo de la actualidad mediática, con un nuevo volumen de trovas figuradas: un cuaderno de bitácora vivencial que el más clásico de la generación de Los Novísimos ha titulado Canciones para una música silente (Ediciones Siruela/ Libros del Tiempo 318).
ANTONIO COLINAS PRESENTA SU UNIVERSO ÍNTIMO
Sin la truculencia de lo inmediato, el responsable de Preludios a una noche total despliega su pluma para contemporizar una obra sin metas especialmente ambiciosas, ni con interés alguno en alimentar una atención desmesurada en un mundo cada vez menos dado a refugiarse en la poesía.
Fuera de cualquier atalaya de ciego elitismo, Colinas defiende un espacio para los versos donde no exista marginación alguna a través del intelecto: un lugar sin exenciones de ciudadanía en donde el pasaporte válido y universal es el de la simple sensibilidad, el de la conmoción ante el conjunto de letras reunidas para provocar sensaciones y fantasías.
Ante semejante propósito, el poeta leonés (cansado de catalogaciones con corrientes conocidas) asiste frente a los lectores ataviado con su piel de provocador de ideas, desnudo y comprometido con la sinceridad de la observación.
Únicamente arropado con la capa volátil de la independencia estilístca, ausente de normas estrictas que constriñan la costura compostiva de la intuición.
Variado y rico, el texto de Canciones para una música silente vierte su hipnótico diálogo por medio de los recuerdos de un ser en constante estado de evolución, un señor que a sus sesenta y ocho años está continuamente con los ojos abiertos para dibujar tonalidades, atmósferas, sinuosidades, veladuras lumínicas, y estados somnolientos de candil y aceite quemado.
Es probable que Colinas responda en este volumen a un halo místico (como algunos críticos han publicado con motivo de la aparición del libro).
Pero, por encima de consideraciones espirituales tales, lo que destila este figurado cancionero es una punta de lanza en favor de la naturaleza existencial, de la esencia que subyace en la parte “silente” de cada hombre, mujer y niño/a.
Pesoa dejó redactado que los prados suelen ser más verdes en nuestra percepción memorística que cuando realmente los vemos a retina directa; y algo de eso se localiza en el trabajo del rapsoda leonés.
Las estampas recreadas por el castellano revierten melodías de flashbacks ateridos a un conjunto de ilusiones dislocadas en el tiempo, como retornadas de un cosmos construido con el aliento de magistrales voces, como la de Vicente Aleixandre, Fray Luis de León, Goethe, María Zambrano, Leopoldo María Panero, Ana María Moix…
Un cuadro escénico con cúpula de teselas; en la que hierven sus pecados y virtudes Siete poemas civiles, En invierno retorno al Palacio de Verano, Catorce retratos de mujer, Semblanzas sonámbulas, Un verano en Arabí, El soñador de espigas lejanas, Lamas en la morada..
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