Turandot, en pleno verano

El Teatro Real de Madrid finaliza la temporada con "Turandot": la mágica e imaginativa ópera musicalizada por Giacomo Puccini (quien murió antes de concluirla, por lo que la completó el compositor Franco Alfano, en 1926). Robert Wilson apuesta por un montaje entre luces y sombras, con referencias al exotismo de la China medieval y a los marciales guerreros de Xiam. El estreno se llevará a cabo el próximo 3 de julio.

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Turandot
Turandot se erige sobre la miscelánea de colores planteada por Robert Wilson/ Foto: Teatro Real

Turandot es un vehículo dramatúrgico y sonoro para abandonar la mente racional, en favor de la fantasía y las arias sublimes, que reportaron a Giacomo Puccini una fama imperecedera y eterna (el compositor murió antes de finalizarla). El componente emocional de este cuento romántico, con libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni, se entronca directamente con la sensibilidad del poeta persa Nizami Ganjavi, y su creación épica titulada Bahramnameh. Un relato que se sustenta sobre el sinuoso lujo del Pekín soñado por Puccini, plagado de desgracias y tristezas insalvables para los corazones esperanzados.

Dedicadas al tenor capitalino Pedro Lavirgen (fallecido el pasado 2 de abril), las diecisiete funciones programadas por el Teatro Real muestran la amplia versatilidad de un libreto que se alimenta de las desidias amorosas de los protagonistas, muy en la línea de los cuentos de Las mil y una noches. Un universo de declaraciones teñidas de desencanto y acertijos determinantes para salvar la vida, que el director Robert Wilson pone a los pies de las potentes voces de la soprano napolitana Anna Pirozzi y del tenor español Jorge de León (ambos reemplazados en sus personajes de la princesa Turandot y del pretendiente Calaf conforme se desarrollen las representaciones desde el 3 de julio).

Turandot
Turandot cuenta con la participación de la soprano napolitana Anna Pirozzi y el tenor español Jorge de León/ Foto: Teatro Real

La estética cercana a un ambicioso y coral teatro de marionetas de porcelana se desplegará cada noche en el interior del Teatro Real, para dotar de singularidad a la historia de la princesa bella y gélida conocida como Turandot, y el hombre que anhela casarse con ella para hacerla feliz, pero que observa con dolor la actitud arisca y desafiante de la joven. Laberinto de pasiones encendidas, al que aportan su tino sinfónico los directores musicales Nicola Luisotti y Diego García Rodríguez.

TURANDOT ACUDE A LA VILLA Y CORTE PARA APORTAR SENSIBILIDAD LÍRICA Y MISTERIO CON NATURALEZA DE CUENTO EXISTENCIAL

A lo largo de los tres actos de los que cuenta Turandot, los espectadores asisten con interés a los diferentes vaivenes que sufre la tortuosa relación entre la princesa caprichosa del título y el aristócrata que espera conseguir su corazón. Bajo el juego de colores diseñado por Robert Wilson (y que marcan las gradaciones psicológicas y situacionales de los personajes), la obra adquiere una perspectiva casi hipnótica, como ilustrada por un prestidigitador de las partituras y los contextos hechizados.

Poco a poco, la aparición de arias como la célebre Non piangere Liù (No llores Liú), que entona el desconsolado Calaf en el primer acto de la ópera, asienta la atención del patio de butacas y de los palcos, para emprender un viaje sin paradas hacia la autodestrucción de un corazón sin reposo, empeñado en conmover el rocoso comportamiento de la caprichosa y maquiavélica Turandot.

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Turandot estará en el Teatro Real hasta el 22 de julio/ Foto: Teatro Real

El coliseo madrileño despliega un escenario sin horizontes perceptibles, en el que los actores y cantantes se mueven con un deje espectral, como si supieran de antemano el destino que les aguarda a muchos de ellos, al concluir el sorprendente tercer acto. En ese curso dramático, el príncipe Calaf asume el rol del desvalido y engañado representante del romanticismo en su concepción clásica y pura, al ver cómo la princesa Turandot incumple su palabra, cuando se niega a aceptar su propuesta de matrimonio, después de que este superara las pruebas iniciales que la mujer le había impuesto.

Tras el engaño, Calaf propone a Turandot un último juego: si esta acierta su nombre (que la engreída hija del emperador chino desconoce), el joven aceptará su muerte. Ahí es donde Jorge de León ejecuta el soberbio y conmovedor Nessum dorma (Que nadie duerma), aria que adquirió tonos reverenciales desde sus constantes representaciones a lo largo del tiempo, bajo las impresionantes voces de Miguel Fleta y Luciano Pavarotti, entre otros.

Sin duda, Turandot regará la urbe del Manzanares con las estrofas profundas y abismales de la gran creación de Giacomo Puccini, y disimulará un poco las grietas caniculares de una ciudad que sucumbe muchas veces ante las pesadillas de los neones falsamente libertarios.

Nota: Turandot estará en el Teatro Real de Madrid desde el 3 de julio.

Más información, entradas y horarios en

https://www.teatroreal.es

 

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