Tina Turner, imperecedera
La cantante estadounidense, calificada como la "reina del rock", falleció el pasado 24 de mayo, en su residencia en Suiza, víctima de una enfermedad que acarreaba desde hacía tiempo. Compañeros de profesión, como Mick Jagger, recalcaron la terrible pérdida para el mundo de la música de una mujer que desbordaba energía y genialidad, la cual supo adaptar su talento de manera evolutiva a lo largo de su brillante carrera.
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Tina Turner fue en todo momento una artista con personalidad propia, capaz de sobrevivir a las modas y los estilos, alejada con inteligencia de las corrientes vacuas y la mercadotecnia desamortizadora de la creatividad, siempre sustentada sobre su derroche de energía y una pasión hambrienta de emociones al ritmo de la música. La potente voz de la cantante y su peculiar y contagiosa manera de moverse hicieron de Anna Bullock (su nombre real) una estrella irrepetible en el universo del rock sudoroso y del pop elegante y profundo; géneros que TT supo alimentar con chispazos increíbles de soul bañado en humedecidas nostalgias, blues de incitación ardiente y góspel ensordecedor y dramático.
Los más de sesenta años de currículo de Turner muestran la enorme genialidad de la diva nacida en Brownsville, empleada en adaptar sus cualidades vocales y melódicas a los nuevos tiempos, aunque por ello nunca abandonara la esencia de su peculiar forma de interpretar los versos de una composición. Tal era la fuerza que imprimía en cada grabación de su extenso repertorio, que incluso las composiciones ajenas quedaban selladas para los restos con el tono de esta norteamericana huracanada y eterna. Así lo exhiben las versiones de Proud Mary (desde que pasó por la garganta de Tina, esta lírica épica dejó de demandar los sones de Creedence Clearwater Revival y del deje vagabundo de su autor, John Foggerty), Let’s Stay Together (su creador, Al Green, nunca superó la carga sensual con que TT ejecutó los versos de esta espectacular balada), o de la aterciopelada Missing You (hasta John Waite se rindió a la adaptación agresiva y desnuda de la que fuera pareja de Ike Turner).
Retirada de los escenarios desde su última gira llevada a cabo entre 2008 y 2009, la cantante de Private Dancer falleció el pasado 24 de mayo, a los ochenta y tres años, en su residencia de Küsnacht, cerca de Zúrich, en Suiza. Una triste noticia que hizo pública su representante, y que consternó a miles de fans, que aún soñaban con un regreso de la inolvidable Aunty Entity, de la película Mad Max: más allá de la cúpula del trueno (George Miller, George Ogilvie, 1985).
Nada más conocerse la muerte de la “reina del rock” numerosos obituarios se hicieron eco de la azarosa vida de esta superviviente en medio de las adversidades, impulsada por las ansias a no sucumbir ante las terribles realidades que tuvo que afrontar. Nacida en 1939, en el condado de Tennesse, Tina tuvo que recoger algodón de niña, mientras sufría el abandono afectivo de su propia madre. Después, el casamiento con el músico Ike Turner le deparó un sinfín de malos tratos, que la cantante denunciaba en silencio, a base de la adrenalina que quemaba en las actuaciones. Tras su divorcio, concedido a principios de los años setenta, TT vio cómo su carrera tocaba fondo, en parte por el sabotaje que ejercía desde la distancia su antiguo esposo, Ike. Y así se mantuvo, hasta que en 1984 apareció el disco Private Dancer, con el que Tina Turner pudo demostrar que ella era incluso más grande a nivel profesional que su antiguo maltratador.
TINA TURNER INVENTÓ SU PROPIO ESTILO DE MÚSICA, APOYADA EN SU INIGUALABLE VOZ Y SU PASIÓN ESCÉNICA
Según narra el film biográfico Tina (Brian Gibson, 1993), cuando la cantante aceptó grabar el tema What’s Love Got to Do with It, en 1983, muchos expertos opinaron que la song escrita por Terry Britten y Graham Lyle sería un completo fracaso; ya que criticaban los tonos amables de una balada con trasfondo romántico. Sin embargo, esta composición fue el hit sobre el que se sustentó finalmente el álbum Private Dancer (1984), cuyo título era el mismo que el del tema central (un auténtico regalo lírico de Mark Knopfler a la explosiva artista de Tennesse).
Tras Private Dancer, el éxito de TT fue en alza por la versatilidad interpretativa que esta desplegaba en cada disco de estudio y por su capacidad sobrehumana para hacer temblar los escenarios con sus eléctricas actuaciones en directo; y la leyenda de la mujer con las piernas torneadas y la melena leonina comenzó a gestarse mediante incontestables temas que rompían cualquier molde.
La atmósfera envolvente de Two People, la contagiosa aceleración de The Best, el calor progresivo de Steamy Windows y las notas sentimentales de I Don’t Wanna Lose You son simples ejemplos de la trascendencia artística de esta dama de sonrisa permanente y cánticos hipnóticos.
Los aficionados a las cintas de James Bond seguro que apelan -cuando rememoran el repertorio de Tina Turner– a los acordes revolucionarios de GoldenEye (composición de Bono y The Edge), donde Tina lanzaba subliminalmente su candidatura para caracterizar a una figurada y digna oponente femenina del agente 007. En su época (1995) hubo rumores sobre un posible papel al lado de Pierce Brosnan, pero nunca fructificó la idea.
Al recuperar las gestas de Mrs. Turner, llama la atención la sorprendente habilidad de la cantante para no traicionar nunca su naturaleza sonora, y sus preferencias en cuanto a la manera de encarar una canción. La dinamita rítmica que desplegaba con cada verso y estribillo siempre quedará en la memoria de sus seguidores, y en el ADN de sus múltiples herederos, entre los que se halla el mismo Mick Jagger.
Como “reina del rock”, TT supo, al igual que hizo Elvis Presley, cómo acercar el rock a las extensiones acomodaticias del soul legendario, el blues de carretera y el góspel enrabietado. Toda una hazaña envuelta en pop atmosférico y proteico. Una fórmula que la artista estadounidense validó a través de su impactante garganta y de su energía felina e incombustible.
