The Smashing Pumpkins entonan su elegía monumental
The Smashing Pumpkins editan “Monuments to an Elegy“, el cuarto volumen de un ambicioso proyecto que comenzó en 2010, y que lleva por título Teargarden by Kaleidyscope.
Las más de tres décadas de música absorbidas por Billy Corgan han hecho de él un artista sin etiquetas especialmente claras. Muchos considerarían sus accesos creativos como devenidos de una fiebre punk crepuscular, otros tirarían más por el palo del gothic rock, y algunos -quizás más incisivos- pondrían sus esencias disciplinares en el terreno de la electrónica de garaje.
Pero, independientemente de la confusión estilística, lo que se puede asegurar -sin ánimo a cometer equivocaciones fatales- es que los palos que ha tocado el líder de The Smashing Pumpkins han sido tan variados como sorprendentes: contradictorios en muchos momentos, y siempre evolutivos. Un crecimiento nutrido por su huida de las tradiciones, asumido voluntariamente a partir de Zeigeist (según las palabras del propio Corgan), que ha dado pie al proyecto más ambicioso de la banda: una caja de resonancias bautizada con el esotérico emblema de Teargarden by Kaleidyscope.
2010 fue el año en que dio comienzo esta compleja baraja de Tarot en versión sinfónica (con Vol. 1: Songs For A Sailor, y Vol. 2: The Solstice Bare). Galería de predicciones milenarias que a finales de 2014 alcanzó el volumen 4, con el disco bautizado “Monuments To An Elegy” (el noveno de la formación, y uno de los más personales de los moldeados por BC).
THE SMASHING PUMPKINS TOCAN LAS CAMPANAS DE LA EXPERIMENTACIÓN
Los nueve temas, que completan esta significativa pieza de laboratorio, forman parte de la imaginación más delirante del responsable de Gish. Sin apego directo con situaciones autobiográficas o de costumbrismo social, los cortes vierten sus sensibilidades acrisoladas, a través de letras tan intimidatorias como Tiberius, Monuments, Dorian, Anti-hero o Being Beige.
Pero sería una insensatez juzgar “Monuments To an Elegy” simplemente con los elementos aportados por el currículo sonoro de The Smashing Pumpkins; es más, ni tan siquiera se podría atender a la razón si se interpretase esta novena obra del team en solitario y como un todo absoluto.
Dentro del conjunto en el que se integra, este álbum tiene la misión de ampliar la profunda senda ofertada por los perfeccionistas paisajes de Oceania (el brillante e inspirador volumen 3); y aún queda algo cojo sin el apéndice ideado para 2015, un disco que llevará por nombre Day For Night (y que exhibirá las pinceladas más oscuras y aceradas de Teargarden by Kaleidyscope).
Con el cosmos que ya está en las ondas, lo que sí se puede avanzar es que el mosaico originado por la voz y los instrumentos de Corgan, las guitarras de Jeff Schroeder y la inmensa batería de Tommy Lee (fiel a la tralla metalera de Mötley Crüe) apunta a la altura de las odas históricas. Tapiz de hilos multicolores en el que ha habido incluso sitio para portentosos riffs de factura prestada, como el marcado por TSP con el Starway To Heaven en calidad de leitmotiv: el legendario tema de los míticos Led Zeppelin que aparece en uno de los compactos anteriores a MTAE.
Subidos a esa gramola de ritmos subterráneos y espirituales, los de Illinois echan las cartas a todo el que quiera ver su futuro en clave de sol, la, do, re, mi…
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