Sharon Corr broncea su voz bajo “the same sun”

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"The Same Sun" (Warner) fue grabado en Los Ángeles, con Mitchell Froom como productor
“The Same Sun” (Warner) fue grabado en Los Ángeles, con Mitchell Froom como productor

A finales de los años noventa, Irlanda era una isla que conquistaba el mundo bajo el sonido de Van Morrison, U2, Enya, Clannad y The Corrs. Dentro de esta sinfónica selección con apego a barra de pub, los últimos en ser citados (una agrupación de hermanos capaces de sacar chispas celtas a los más variados instrumentos) lideró las listas de éxitos, a base de un talento incuestionable para mezclar los lamentos terruños con los ritmos pop de contagio inmediato. Con esa fórmula, el cuarteto armó hits tan recordados como Runaway, Only When You Sleep o In Dreams. Pero la marcha triunfal pasó en cuestión de algo más de una década, y la formación (pese a la consanguineidad) cedió a las necesidades de sus miembros para buscar su camino en solitario: apuesta arriagada que, por el momento, sólo les está saliendo medianamente bien a Sharon y Andrea Corr.

Precisamente la bella y esbelta violinista del popular team de So Young (Sharon) acaba de lanzar al mercado The Same Sun (Warner): el segundo álbum de su currículo como solista. Un disco en once cortes, donde la chica de Dudlank ha querido dejar constancia de sus raíces y de su constante inspiración melódica.

Reivindicativa y soldaría

El videoclip del primer single del CD, "Take A Minute", ha sido rodado en Barcelona
El videoclip del primer single, “Take A Minute”, ha sido rodado en Barcelona/ Photo Credits: Sharon Corr

De sonrisa serena y modales educados, Sharon Helga Corr (Irlanda, 1970) accede a esta obra (la cual sigue la estela del estimulante Dream Of You) con la madurez sentimental de una persona satisfecha con el presente, huida voluntariamente del huracán mediático al que sobrevivió tras el vertiginoso éxito experimentado con The Corrs.

Mucho más pequeño en pretensiones y vanidades, The Same Sun es un cancionero que surge del caleidoscopio interior de una señora a la que le preocupan los problemas sociales (no en vano, es uno de los rostros de la ONG OXFAM Irlanda), y que busca con insistencia la humanidad escondida en la lírica de sus canciones, en los versos de sus estribillos pegadizos.

Esta brújula activa -que guía las pistas del CD- levanta un oasis de remanso pacífico, en el que la sensual voz de la europea pinta las aguadas sonoras con el color de la nostalgia; los brillos de la sencillez autobiográfica; y las sombras del arte sin compromisos con las multitudes.

Envuelta en esa bandera de personales trazos, Sharon ha creado el disco con las pausas necesarias, como si horneara la masa de un postre atento a complacer el paladar de su mesa más hogareña. Comprensión lógica que la aleja de la mercadotecnia millonaria de un pretérito que ya no reclama para sí.

A la isleña poco le importa que un corte suene a tonada sesentera y el siguiente lo haga a canción protesta salida de la época de los pantalones campana, o que en una de las letras sus ambiciones se contenten con reproducir el oleaje marítimo y que en otra el asunto vaya más por la lucha contra las injusticias contemporáneas. Porque lo único que trata la natural de Dundalk es de reflejar la situación cotidiana de una instrumentista sobresaliente; a la vez de desplegar el espíritu de una dama que ya no anhela laureles de cartón piedra.

Desde el primer corte del álbum (el pegadizo Take A Minute, cuyo videoclip fue rodado en Barcelona), la trovadora deja claro que sus propósitos corren a la par de entregar lo más íntimo de su ser de rapsoda, destinado a todos los que quieran escucharlo. Algo que corea a través de temas de sensibilidad cegadora, como Raindrops, We Could Be Lovers, Upon The Ocean o Thinking Of You. Para finalizar el feeling baladístico con un villancico, titulado Christmas Night.

En definitiva, toda una colección de songs para compartir en grupo y con mechero en mano, que exhiben la versatilidad de Sharon con los adagios norteños. Pentagramas de notas enmendadas que, sin embargo, quedan un tanto diluidos ante la inexistencia de un poco de visceralidad, de pasión agrietada, de salvajismo militante. Aunque esto, tal vez, no vaya mucho en consonancia con el camino emprendido por la compatriota de James Joyce.

Más información en http://www.sharoncorr.com

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