Pierre Soulages viste de negro
Pierre Soulages reúne 24 de sus creaciones, realizadas entre 1979 y 2011, para componer la exposición Outrenoir(s) en Europe, una muestra que se puede ver en el Musée Soulages de Rodez, hasta el 5 de octubre.
La oscuridad como espacio lumínico, metamorfoseada en una fantasía que capitanea las emociones más diversas, con constante atavío de espejos cóncavos deformadores de la realidad perceptible.
Dentro del arcoíris de la sensibilidad pictórica, Pierre Soulages (Rodez, Aveyron, 1919) siempre ha mostrado pleitesía amatoria por el noir de escalas cambiantes: el tono de los mantos imaginativos, y de las estelas irradiadas por soles galácticos itinerantes y poliédricos.
A ese cromatismo en fundido mortuorio y vital le ha rendido el artista francés gran parte de una carrera, que ya supera las seis décadas de atelier; y a él le dedica la última exposición relativa a su intenso y apasionado trabajo, habitualmente adornado por atardeceres en eternos ocasos. Una muestra que se puede contemplar, hasta el próximo 5 de octubre, en el Musée Soluages de Rodez (el enclave del departamento pirenaico de Aveyron, donde se sitúa el centro dedicado al maestro más ilustre de la zona).
PIERRE SOULAGES GRAVITA SOBRE PAISAJES CONOCIDOS
Outrenoir(s) en Europe es el título de esta especial exhibición, que reúne un total de 24 piezas a gran escala del genial creador, alumbrado por la forja de la abstracción de la posguerra.
Los cuadros surgidos de la mente del nonagenario pintor y grabador son como poemas rimados con la amargura de los tiempos; la esperanza de la salvación postrera; la ilusión por desenterrar el engranaje sensitivo de los hombres, mujeres y niños; y el ansia por encontrar un camino de expresión plagado de sugerencias y gamas superpuestas, casi en litúrgica yuxtaposición.
Aunque pueda parecer una incongruencia, la luz es la gran protagonista en el trabajo de Soulages; una claridad parida directamente en las entrañas de la negritud, como una heroína que se rebela y rasga la lámina.
Bajo esa escala de negro sobre negro, cada obra del antiguo escenógrafo vierte en su contexto aventuras envolventes y misteriosas, que alcanzan su titánico influjo en el momento en que son admiradas por las retinas de los espectadores, los cuales dotan de vida a las historias de evolución y desarrollo que cuentan sus pinceladas atomizadoras.
Individualista convencido, Pierre Soulages nunca se adhirió conscientemente a los movimientos y corrientes dominantes, cuando era un joven en busca de comprensión y apego. No obstante, las atrayentes consignas de los que querían ir más allá del Cubismo -reacción preponderante en las calles parisinas a finales de los cuarenta y en los cincuenta– sí que llamaron poderosamente la atención del muchacho de Aveyron.
Fruto de ello surgió un grupo conocido como Tachismo, el cual propugnó un gusto especial por la abstracción y la lírica pictórica (muchas veces aliñada con el Action Painting) que animó a Soulages para seguir su camino, a través de paraísos cromáticos sin identificación alguna con respecto al objeto representado.
En una línea semejante a la auspiciada por el responsable de Polyptique I, colegas como Jean Dubuffet, Nicholas de Stael, Hans Hartung o Georges Mathieu marcaron la existencia del citado movimiento, cuyo nombre provenía de mancha (Tachismo deriva de la palabra francesa tache).
Banda de heterogéneas aptitudes en la que el entonces joven Soulages pudo abandonar la carcasa de la guerra mundial, para profundizar en su estilo propio. Ideario singular que el compatriota de Jean Renoir enriqueció con los impulsos intuitivos de su insondable subconsciente.
El padre de los Outrenoirs, lejos de dejarse llevar por las guías preconcebidas, suele confesar en las entrevistas que en su proceso de trabajo tiene que notar una estrecha relación entre él y la pieza que desea ser localizada. Sólo tras escuchar la voz de la lámina o tela, susurrada entre la paleta y el caballete, el artista francés puede atisbar la euforia del descubridor. Aunque, si la pintura permanece en su mudez, a éste le resulta imposible desbordar el aquelarre escénico necesario.
Una posesión entre obra y hacedor que trasvierte los papeles iniciales, para saborear el triunfo de los sueños visionados. Único camino con el que provocar los llantos y las sonrisas de los extraños, quienes acabarán escuchando los mismos susurros pronunciados entre la paleta y el caballete…
Más información, entradas y horarios en
http://www.musee-soulages.grand-rodez.com