Pierre Lemaitre se alista en la Primera Guerra Mundial para conquistar el Goncourt
Tal día como hoy, la literatura francesa recuerda los cien años del nacimiento del escritor Albert Camus. Pero, más allá de las efemérides propias de las cabeceras sensacionalistas y las algarabías de la intelectualidad de postín, lo que quedan son las palabras deslumbrantes del autor de La Peste y El extranjero: estiletes profundos de lenguaje virtualmente humano, reconocibles hasta en la nervadura de los sustantivos. Es comprensible asegurar que los escritores del país de La Marsellesa posteriores al creador centenario deben mucho de su pulso narrativo al Nobel de la mirada penetrante, como igualmente tienen que santiguar su espíritu estilográfico al paso de Victor Hugo, Honoré de Balzac o Émile Zola. Uno de estos vástagos deudores, con tinta en las venas y papel en la retina, es Pierre Lemaitre (París, 1951), el último damnificado con el Premio Goncourt (el galardón más prestigioso en la nación de Napoleón III).
Au Revoir Là-Haut (publicada por Ediciones Albin Michel) es el título de la obra que le ha valido al capitalino para alzarse esta semana con la importante distinción, después de tomar el testigo de manos de su compatriota Jerôme Ferrari (quien obtuvo el trofeo en 2012, por El sermón de la caída de Roma).
Senderos de gloria
Las páginas del libro del responsable de la conocida Axel tienen olor a trinchera, a gas mostaza y a voladura de carne y huesos. A medias entre la tragedia colectiva y el corrosivo humor sarcástico de las conciencias malsanas, Au Revoir Là-Haut traza una peculiar trama de personajes malheridos por la realidad y la sinrazón, amargados por una alienación de la que es difícil escapar.
El violento teatrillo presentado por Lemaitre a lo largo de los numerosos capítulos es el de una Europa sin capacidad para la ternura, ajena a los sentimientos y a los paños calientes; en la que cualquier disposición hacia la bondad queda sepultada por montañas de cinismo, y de mortal rechazo por los semejantes menos favorecidos.
En ese ecosistema, compuesto más por sombras y tinieblas que por claridad y cromatismo vedutista, es donde se mueven los protagonistas: un par de soldados de la contienda de 1914 que ya están cansados de luchar, justo cuando llegan al principio del fin del conflicto (los coletazos correspondientes a 1918). Estos hombres famélicos en esperanzas responden a las identidades de Albert Maillard y Edouard Péricourt. El primero es un trabajador abnegado, que se encuentra en el más absoluto de los desamparos al regresar a su hogar. Mientras, el segundo confirma la personalidad de un artista, al que su paso por la batalla le ha dejado las secuelas visibles de un rostro deformado y grotesco.
Tanto Abert como Edouard desean el armisticio, pero la situación se torna en contra de ambos, cuando descubren que el país por el que habían dado su tranquilidad vital les da la espalda. Sin recursos, y perdidos en los abismos de la amoralidad y la persecución, estos héroes caídos en desgracia deciden saldar cuentas por medio de un negocio de fácil enriquecimiento y escasa catadura ética.
Agarrada al mensaje del relativismo activo, Au Revoir Là-Haut compone un cuadro que -pese a desarrollarse durante la primera mitad del siglo XX- muestra reflejos de actualidad, con similares tonos de depresión social a los que se pueden observar en el Viejo Continente de este tercer milenio. Aunque el tiempo medie en varias décadas, los ciudadanos de la centuria tecnológica continúan respirando su existencia a través de figuradas máscaras contra los gases tóxicos. Infiernos plagados de ambicionadas y opulentas torres de marfil, donde los millonarios y los políticos asisten impasibles a la destrucción de los pueblos. Sensaciones que, con el estilo de Pierre Lemaitre, adquieren el filo de punzones filosóficos y literarios consanguíneos con la genética de James Ellroy, Bret Easton Ellis y Michel Houellebecq.
Más información en http://www.albin-michel.fr