Kenneth Branagh viste a la Cenicienta del tercer milenio
Ya fuera en la versión francesa de Charles Perrault o en la alemana de los Hermanos Grimm, la gachí mangoneada por sus hermanastras -además de por su odiosa madre adoptiva- acababa con sus males tras ajustarse un misterioso zapato de cristal. Después de tal acto de naturaleza estilística (casi a lo Prada), la chica se preparaba para vivir eternamente feliz, al lado del príncipe encantador y en un castillo donde la joven no tendría que fregar ni un plato. Así, con el lema de que limpiar a la fuerza es una tarea ingrata, el norirlandés más shakespereano del cine actualiza el citado cuento del folclore popular (Cinderella), con la inyección económica que supone la producción de un mastodonte nominado Disney Pictures.
Precisamente, la empresa de animación responsable de Pinocho, Dumbo y La bella durmiente se convierte en la mayor valedora; para que el fogueado intérprete y director isleño capte la esencia de este fairy tale, que -en 1950- alcanzó fama y prestigio a través de Walt Disney. Eso sí, convenientemente enlatado en un filme cargado de momentos memorables y con brillantes dibujos artesanales, dirigido en su día por Clyde Geromini, Wilfred Jackson y Hamilton Luske.
De la Inglaterra aristocrática a los salones medievales
Desde que se conoció el proyecto, muchas estrellas fueron testadas para convertirse en la Cenicienta del siglo XXI. Y, entre las más mediáticas, la “perfumada” Emma Watson (la pequeña sabihonda de la saga de Harry Potter) se aupó como una de los favoritas. Pero, tras un trabajo de búsqueda ingente para hallar talentos aún por explotar, los mandamases en el casting se decantaron por la chispeante Lily James. Veinteañera y agradablemente desconocida para la mayoría del público, la muchacha ya había dejado constancia previamente de sus virtudes ante la cámara, en Ira de titanes y en la serie Downton Abbey (donde encarnó a la díscola Lady Rose MacClare); tablas adquiridas por las que Branagh no tuvo que explicarle con sumo detalle lo que se requería de ella.
De esta manera, con la melena al viento y su mirada menos pícara, la británica firmó para encabezar un reparto en el que iba a compartir escenas amorosas con el escocés Richard Madden (Robb Stark, en Juego de tronos). Un príncipe encantador que tiene en esta versión renovada un mayor peso en el guion, donde aparece en el bosque con una identidad no revelada a la ingenua Ella. Para que luego la heroína descubra que se trata del hijo del mismísimo rey del lugar.
Con esta elección, se puede afirmar que la televisión es el medio en el que han triunfado los dos protagonistas, quienes ruedan en estos momentos las secuencias de su pasión secreta y tolerada en los estudios Pinewood, levantados en Inglaterra. No obstante, y a su lado, un ejército de movie stars arropa a los jóvenes Madden y James; formación extensa y de tirón taquillero, dentro de la que lucen veteranía Helena Bonham Carter (el hada madrina), Cate Blanchett (la madrastra, Lady Tremaine), Hayley Atwell (la madre de Cenicienta), Stellan Skarsgard (Gran Duque), Holliday Grainger (Anastasia) y Derek Jacobi (el Rey).
Semejante elenco tendrá en sus manos intentar resultar verosímil al frente de un libreto con numerosas revisiones a cuestas a lo largo de las décadas, gran parte de ellas disfrazadas en formato de celuloide. Una carrera de fotogramas alicatados con la fantasía y la imaginación, en la que por la variante humana sobresalen los títulos La zapatilla de cristal (Charles Walters, 1955, con Leslie Caron) y Si el zapato ajusta (Tom Clegg, 1990); eso si se obvian recreaciones más o menos libres, como la llevada a cabo en Pretty Woman.
En esa senda de adaptaciones (en la que habría que incluir la actuación de Jennifer Beals, perteneciente a los cuentos de Shelley Duvall), el camino seguido por Kenneth Branagh parece transitar por un gusto hacia el tradicionalismo escénico, aunque seguramente habrá sorpresivos giros argumentales, pergeñados por la pareja de guionistas contratados: los singulares e intrínsecamente diferentes Aline Brosh McKenna (El diablo viste de Prada) y Chris Weitz (Un niño grande, La brújula dorada).
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