Paul Auster y Stephen Crane
El autor de "El palacio de la luna" presenta la extensa biografía del escritor de "La roja insignia del valor": un imaginativo y exhaustivo estudio existencial, que lleva por título "La llama inmortal de Stephen Crane" (Seix Barral).
Paul Auster ha edificado su currículo literario en base a una búsqueda sin tregua de la individualidad; pero no de la suya como creador, sino la correspondiente a su galería de personajes confusos y resbaladizos. Desde la inmensa diversidad humana de una ciudad de Nueva York insondable y asfixiante, el ganador del premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006 ha confeccionado una factoría de seres huidizos, cuya rutina transcurre sumida en las sombras de su difuso autoconocimiento, siempre en continua persecución de personalidades disfrazadas por convencionalismos, y marcadas por comportamientos falsamente socializadores.
Dentro de ese organigrama de estafadores de su propia realidad, La llama inmortal de Stephen Crane (Editorial Seix Barral) adquiere tintes de tragicomedia elegíaca, tintada por los potentes colores de los fatalistas ecos de voces helenistas: clásicas y vetustas. Una novela con alma de ensayo, que transita resuelta por los renglones torcidos de las vidas truncadas antes de tiempo, como si la desesperación se hiciera patente en cada párrafo y frase.
Cuenta Paul Auster, que el acercamiento al escritor decimonónico Stephen Crane se produjo en un período de agotamiento creativo, provocado por el extenuante trabajo llevado a cabo en 4, 3, 2, 1 (Seix Barral, 2017). Según ha comentado en algunas entrevistas, el responsable de El libro de las ilusiones no deseaba iniciar una ficción como las habituales; y, casi sin planes premeditados, se puso a escarbar en las obras del narrador de La roja insignia del valor. Y de ese sentimiento de curiosidad lectora nació el germen de esta extensa biografía, la primera de este tipo que se conoce del writer nacido en Newark (el mismo enclave en el que vino al mundo Crane).
La “llama” incesante que acompañó a Crane a lo largo de su corta existencia de 28 años preside cada situación y escena del volumen ideado por el esposo de Siri Hustvedt, como si la mirada de fuego del citado protagonista se impusiera a cualquier atisbo de lógica o de racionalidad discursiva. De esta manera, el texto avanza con fluidez a pesar de sus asertos documentales, mantenido con pulso rector por una prosa apremiante y libertaria, en la que se percibe el aroma de las muertes anunciadas por anticipado.
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La corta edad a la que falleció Stephen Crane, víctima de una tuberculosis provocada por un naufragio, anima a Paul Auster a imaginar cómo habría sido la historia, en caso de que el autor de Maggie: una chica de la calle hubiera alcanzado la necesaria madurez como narrador.
Semejante talento desbocado y prematuro lleva al responsable de La invención de la soledad (Seix Barral, 1982) a comparar el espíritu de StC con los del poeta inglés John Keats (muerto a los 25 años), del romántico y vaporoso Percy Bysshe Shelley (muerto a los 29 años), y del músico y compositor Wolfgang Amadeus Mozart (muerto a los 35 años). Un recorrido por cementerios compartidos por insignes genios de pieles tersas, que Auster sustenta en el hecho de que Crane, a pesar de su escasa producción literaria, ofreció fórmulas imaginativas y novedosas a la hora de contar argumentos. No en vano, el creador de Newark obtuvo en su época el reconocimiento de maestros tan consagrados como Joseph Conrad y Henry James.
La llama inmortal de Stephen Crane viaja con eficacia aventurera a los años en los que StC intentaba sobrevivir en las calles de Nueva York, solo equipado con su inventiva, y su perspicaz capacidad para descubrir los mundos más soterrados y ocultos de la urbe del río Hudson. Un tiempo de manzanas con gusanos y carbón en los pulmones, que Auster imagina con detallismo documental, al rescatar un escenario que ya apareció con similar crudeza sacramental, por ejemplo, en la novela El alienista, de Caleb Carr.
Apoyada muchas veces en los propios textos de Crane, la obra construye un marco histórico de indudable calado y confianza, en el que sobresale la personalidad de un héroe hundido en la pobreza; el cual consigue hacerse a sí mismo, y diseñar a placer su entorno vivencial. Un contexto de acción aguerrida, en el que transcurren acontecimientos como el de la Guerra de los treinta días (disputada entre Grecia y Turquía, en 1897) y la Guerra hispano-estadounidense de 1898. Contiendas que Crane cubrió como corresponsal, para el diario The Journal, de William Randolph Hearst.
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