Paco de Lucía y Chick Corea se unen nuevamente para encender la llama híbrida del jazz
Del 16 al 20 de julio, las calles de Vitoria se tiñen de quejidos improvisados por la genialidad. Por sus rincones de trasvase cultural, de peregrinaje y pasantías, de rezos cristianos y musulmanes; las corazas medievales de los templos y fortalezas se retuercen con los acordes del piano, las gargantas escocidas por las inspiraciones colectivas y las percusiones de palmeos cosmopolitas y nómadas. Tales esencias de bazar turco, de mercadillo sinfónico, surcan los cielos y areniscas de la urbe norteña, unidas en el marco del Festival de Jazz, que este año cumple su trigésima séptima edición.
Un programa intenso y diseñado para colmar las expectativas de los aficionados de ese género multiforme y esponjoso (que contribuyeron a ensamblar, con ropajes de leyenda, médiums de las atmósferas visionarias del pelaje de Duke Ellington, Ray Charles, Nina Simone, Ella Fitzgerald, Miles Davis, Bill Evans o Charlie Parker) se desplegará a lo largo de la semana; aunque, si hubiera que escoger un concierto en singular, éste probablemente sería el que juntará en la noche bravía del 20 de julio (en el Polideportivo de Mendizorrotza) a Paco de Lucía y a Chick Corea, en una esperada actualización de su primer recital compartido, ocurrido hace doce años en ese mismo paisaje de brisa casi pirenaica.
La fusión de sonidos como leitmotiv
La experimentación constante hizo, casi por casualidad como siempre suele ocurrir con el jazz cuando es puro y sincero, que el guitarrista español y el pianista norteamericano desearan conocerse sobre la tarima de un escenario en el ya lejano 2001. Lo suyo no tuvo en ningún momento discurso de duelo de egos, sino que fue más bien una especie de transmutación de esencias, de bajada de escudos para compenetrarse en alcanzar la magia de la euforia contagiosa. Así, los temas se sucedieron con una sensación de sesión interminable, sin treguas a los silencios, como si en cada bandazo de percusión y cuerda se congregaran los jugueteos profundos de un par de maestros, en busca de aprender a cada soliloquio pactado dónde residen las entrañas de un instrumento.
Al bajar el telón, los duendes danzarines de la resaca se agarraron con uñas y dientes a Paco de Lucía (Algeciras, Cádiz, 1947) y a Chick Corea (Massachusetts, USA, 1941). Sensación de deseo que se tradujo en un anhelo por repetir la gesta; a pesar de que los márgenes vivenciales les mantuvo separados durante algo más de dos lustros, en espera de que los hados contribuyeran a refrescar parte de la fantasía imaginativa esparcida en ese pretérito verano.
Y la ocasión se ha presentado en 2013. Una celebración de talentos efervescentes que les llega a los artistas en una temporada dentro de la cual han aumentado su fama de virtuosos en sus respectivas facetas. En concreto, don Paco recalará en Vitoria-Gasteiz después de recoger su doctorado honoris causa otorgado por el Berklee College Of Music de Boston (EE. UU); mientras que Corea aterrizará en España aún con el sabor victorioso de los dos premios Grammy concedidos por la academia de su tierra, a su álbum Hot House (grabado en colaboración con el enérgico Gary Burton).
Intentar desentrañar cualquier atisbo de programa de mano en un concierto de estas características sería un notable sinsentido, además de una falta de respeto hacia una pareja de seres por los que fluyen las notas; y que son capaces de componer líneas inolvidables con la facilidad con la que un bebé aprende a llamar a sus progenitores. No obstante, lo que sí es posible apuntar es que De Lucía acudirá a Las Vascongadas con su sexteto habitual de sus inspiraciones de flamenco-jazz; en el que hay lugar para los ritmos proporcionados por el bajo eléctrico, la flauta, el saxo, la armónica, los teclados electrónicos y el cajón (instrumento de origen peruano que se superpone a los palmeos). Todos ellos presididos por la presencia de su inmortal guitarra: su compañera de soledades y alegrías, de tristezas y añoranzas.
Por su parte, Corea asistirá armado con la potencia melódica de The Vigil: la banda que suele salir de gira con el autor de Fiesta, y que está conformada por Christian McBride (bajo), Tim Garland (saxo), Marcus Gilmore (piano), Charles Altura (guitarra) y Luisito Quintero (percusión).
“La energía que se crea en el escenario nunca se conseguiría en un estudio de grabación. Allí, te puedes acercar a la perfección; pero el alma de la música es más probable que aparezca en un directo”, alega Paco de Lucía en su página web. Unas palabras que, sin duda, acudirán a la clausura de este festival con solera; una vez que el de Algeciras y su amigo de intenciones artísticas cuelguen sus pinceles sonoros, exhaustos tras haber convocado durante horas a esa ánima huidiza y tiránica, que se hace sombra y luz al compás de algo bautizado como jazz.
Más información en http://www.jazzvitoria.com